Pasó lo mismo con el ministro de Energía, Juan José Aranguren, el año pasado. Sus tarifazos despertaron críticas dentro del Gobierno hasta que Mauricio Macri lo respaldó y se supo que el propio Presidente era el autor de la medida. Las recientes subas de las tasas de interés para combatir una inflación recalentada entre febrero y abril encendieron reproches dentro del Ejecutivo contra el apodado Capitán Frío, el mandamás de la economía macrista y presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, por su impacto desalentador de la tímida recuperación económica (+0,7% en el primer trimestre de 2017).
La prensa divulgó una serie de nombres de funcionarios críticos del autor de la restrictiva política monetaria: uno de los vicejefes de Gabinete, Mario Quintana; su subsecretario de Coordinación Económica y ex asesor de Alfonso Prat-Gay, Vladimir Werning; los ministros del Interior, Rogelio Frigerio, de Producción, Francisco Cabrera, de Agroindustria, Ricardo Buryaile, y de Finanzas, Luis Caputo (otrora secretario de Prat-Gay), y el presidente del Banco Central, Javier González Fraga (el economista que apadrinó al ex ministro de Hacienda en su incursión en la política en 2002). Apenas Macri asumió como propia la política de Sturzenegger, muchos desmintieron peleas. “No hay interna. El Central es independiente y todo el Gobierno sostiene que es necesario bajar la inflación”, dicen en las huestes de Quintana. Claro que el presidente del banco antes era diputado del PRO. “La salida de la inflación va a durar muchos meses más. Después va a ser más fácil mantenerte en una inflación de un dígito”, ambicionan en Jefatura de Gabinete. “Estoy totalmente de acuerdo con Sturzenegger”, aclaró González Fraga. “Hablé con Rogelio y no lo criticó”, se defienden en el equipo de Frigerio. “Mi jefe lo banca”, sostienen en Producción.
Sturzenegger declaró en rueda de prensa el 18 de abril que “en absoluto” se sentía solo, sin apoyo del Ejecutivo, en la lucha contra la inflación. Ese mismo día repitió que su receta es la misma que aplicaron otros países, que no quiere inventar nada raro. Su equipo en el Central elaboró un estudio de 84 episodios de 64 países que tuvieron inflación superior al 30% en los últimos 60 años y que lograron bajarla a menos del 20% en sólo un año. En el 93% de los casos, los países crecieron y sólo en el 7% sufrieron recesión. Incluso el crecimiento promedio resultó prácticamente el doble en los años de inflación por debajo del 20% respecto al año anterior con inflación por encima del 30%.
De ahí que Sturzenegger insista en que la inflación bajará del 38% en un año recesivo como 2016 (la economía cayó 2,3%) a un 17%, su meta inamovible y con la que juega su credibilidad, en un 2017 electoral en el que el Gobierno aspira a que la economía crezca el 3,5%. Pero hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) vaticina una expansión de sólo 2,2% y una inflación del 21,6%.
Otros economistas que también han estudiado los procesos de reducción de la inflación llamada moderada (del 30% al 15%), como la que sufre la Argentina desde 2007, a una baja observaron que los procesos exitosos a largo plazo y que a su vez dañaron poco o nada a la actividad económico fueron más graduales que el que pretende Sturzenegger. En su tesis de maestría en economía, Fernando Morra, profesor de la Universidad de La Plata, analizó 108 episodios de inflación moderada en 76 países en los últimos 60 años y concluyó que en los 57 casos que la doblegaron con éxito se tardó en promedio cuatro años (Chile demoró 14; Colombia y España, 11; México, ocho e Italia, siete), en el 58% de ellos las economías crecieron más que su potencial y en el 51% se expandieron por encima de su media histórica. Es decir que, aunque Morra considera que la inflación moderada dificulta la planificación de las decisiones y, por tanto, afecta al crecimiento, comprobó que la llamada desinflación provocó en el 42% de los casos una expansión menor a la potencial y en el 49%, una inferior al promedio histórico.
"Chile y Colombia no quisieron bajar la inflación tan rápido porque sabían que eso tendría un costo en la actividad económica", admite Morra. Además ambos países tenían tres ventajas respecto de la Argentina actual, según el profesor: no sufrían de un alto déficit fiscal ni de un atraso cambiario ni necesitaban aplicar un ajuste tarifario. "Tanto Chile como Colombia tenían el mismo problema nuestro de una tasa de interés alta en dólares, pero para evitar una mayor apreciación cambiaria pusieron controles de capitales", comenta Morra, en contraposición con la liberalización amplia que aplicó Sturzenegger tras derribar el cepo cambiario.
Morra tuvo como profesor de la maestría a Daniel Heymann, también docente de las universidades de Buenos Aires y San Andrés y considerado por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, como uno de sus maestros. Dujovne, por cierto, está alineado con Sturzenegger. Pero Heymann vierte sus advertencias: "No me preocupa tanto la rapidez con la que se busca bajar la inflación sino cuáles son los efectos colaterales de una política monetaria muy restrictiva, tanto en el nivel de actividad como en el tipo de cambio. Si hay atraso cambiario, queda la expectativa de reversión del tipo de cambio y eso conspira contra la política monetaria. Una economía con un nivel de actividad comprimida influye en la recaudación y complica la política fiscal, que es clave también en el arte de la desinflación".
Comentarios