Lo mejor que nos ha dado el audiovisual en el año, lejísimo. Esta tercera temporada engancha con el desconcertante último episodio (un cuarto de siglo después) de la segunda, aquella destrozada y luego discontinuada por la televisión. Igual, eso es Lynch en estado puro: imágenes alucinantes, historia casi surreal, tonos donde el humor absurdo esconde algo inquietante que termina provocando el horror absoluto. Si quiere una narración lineal o cartesiana, no es el caso: “Twin Peaks” apela a la emoción inconsciente a veces desde el absurdo. Ahora bien: una vez que “entramos” en este universo de presencias caóticas donde el Mal ha triunfado y se regodea en lo imposible, cada plano, cada situación proponen un goce y una libertad estéticos totales. En criollo: entre, déjese llevar por las imágenes y caiga en “estado Lynch”. Un milagro ante la mediocridad general.
por Leonardo D’Espósito
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