Un hombre adulto, vestido enteramente de negro, se ubica frente a una muchedumbre de jóvenes en uniforme verde. Faltan dos meses para el golpe de Estado de 1976. Los cadetes del Ejército, todavía púberes, están dando sus primeros pasos en la cadena de represión que explotará luego del 24 de marzo y muchos tienen temerosas dudas. El obispo castrense, Victorio Bonamín, fue citado por la cúpula de las Fuerzas Armadas para tranquilizarlos. “Se nos presentaron preguntas y problemas con respecto a las torturas. Es necesario que nuestros capellanes ‘aúnen criterios’: Santo Tomás justificaba la pena de muerte y la tortura es menos que la muerte”, escribió, sobre ese encuentro, el cura en su diario personal, que salió a la luz en el libro “Profeta del genocidio”, de Lucas Bilbao y Ariel Lede.
Cuatro décadas después la realidad es muy distinta. Aunque monseñor Santiago Olivera, flamante dueño del cargo que Bonamín ocupó durante los años de plomo, se ubica frente a varios soldados para la producción de fotos, él, la Iglesia y Francisco quieren mostrar una imagen distinta. “Todos tenemos que hacer un mea culpa. La Iglesia lo hizo, aunque podría hacerlo mejor”, explica el religioso en su primera entrevista desde que asumió. Olivera, impulsor de la canonización del cura Brochero, llega a un puesto muy controvertido: el obispado castrense, una diócesis que comanda exclusivamente el mundo espiritual de todas las Fuerzas Armadas, la Gendarmería y la Prefectura –y próximamente de la Policía–, fue un lugar clave desde donde se relacionó la Iglesia con la última dictadura, aunque el alcance de esta conexión es discutida. Su propio origen como tal es polémico, porque nació en 1957, durante la dictadura de la Revolución Libertadora. No sólo eso: este rol fue el centro de un gran debate en el 2005, cuando Néstor Kirchner, entonces presidente, dejó de reconocer la autoridad del predecesor de Olivera, Antonio Baseotto. “Quienes escandalizan a los niños merecen ser arrojados al mar con una piedra atada al cuello”, había dicho Baseotto, en respuesta a una frustrada tentativa del kirchnerismo de legalizar el aborto. Desde entonces, el cargo había quedado vacante. Hasta ahora, cuando Mauricio Macri le avisó al Papa que estaba listo para restablecer el puesto: el Santo Padre eligió a Olivera, que nada tenía que ver con el mundo militar.
Noticias: ¿Cómo es estar al frente de un puesto tan polémico
Olivera: A veces cuesta entender que las Fuerzas Armadas tengan un pastor propio y hasta se puede discutir y conversar su conveniencia. La Iglesia ha aprobado que, por la particularidad de la vida castrense, sea así: porque están destinados a lo largo del país o afuera, o por los traslados. Yo también pensaba en su tiempo que podía darse otro modo de atención –en México hay un grupo de curas para las Fuerzas Armadas pero no es un obispado–, pero la Iglesia siempre ha valorado la atención espiritual del mundo militar. La idea no es separar a los militares del resto de la población, ni convertirlos en una secta, pero sí que tengan una atención mejor de sacerdotes que están preparados para acompañar este tipo de vida.
Noticias: Su cargo quedó muy ligado a la dictadura. ¿Cómo lo entiende?
Olivera: En 1976 tenía 17 años, era un joven que tenía miedo de salir a calle, o de andar con la Biblia, incluso antes, en tiempos democráticos. Ahora, sin desconocer tiempos pasados hay que descubrir tiempos nuevos, y valorar lo que el mundo militar ha hecho por la Patria: hay gente muy buena, cristiana, patriota, que no son delincuentes ni asesinos. Todos tenemos que hacer un mea culpa, la Iglesia lo hizo en el año 2000, cuando pidió perdón por no estar a la altura. Mi camino es difícil, de equilibrio... Apenas me enteré del nombramiento fui a ver a Estela de Carlotto, porque la valoro e hizo cosas muy buenas para el país. No podemos seguir enfrentándonos los argentinos, pero sí reconocer las cosas que se hicieron mal, de uno y otro lado. ¡Y no hablo de la teoría de los dos demonios, con la que no estoy de acuerdo! Sin lugar a dudas el Gobierno tiene mayor responsabilidad, y un Estado no puede ser terrorista.
Noticias: El pedido de disculpas que menciona, del año 2000, era “por los pecados de los miembros de la Iglesia”, en tono individual. ¿No falta un mea culpa de la institución?
Olivera: A mí cuando me mandan una carta (NdR: Olivera, el día anterior a su asunción, el 30 de junio, recibió un documento firmado por 85 organizaciones de DD.HH. en el cual le pedían un mea culpa y la apertura de archivos, entre otras cosas) lo hacen en tono individual. Hay que tratarse bien aunque pensemos distinto: represento a una institución, pero yo no hice nada. Guarda con los que se creen superiores y actúan como jueces, acusando. Cuando se pidió perdón, la Iglesia lo hizo como institución, pero depende de como se quiera leer. Es muy farisaico decir “la Iglesia”: han habido sacerdotes que se han portado muy mal, pero es injusto meter todo en la misma bolsa, hay hombres de esta orden que han entregado su vida. Hoy la Iglesia hace mucho bien, está presente en lugares complicados, y eso está bien reconocerlo. ¿Por qué hay que tener siempre una mirada parcial?
Noticias: ¿Para usted cómo fue la relación de la Iglesia con la dictadura? Los diarios de Bonomín dan una idea de la colaboración. Según los documentos, 400 capellanes trabajaron en cuarteles militares durante esos años.
Olivera: Algunas cosas me dan mucho dolor, y la Iglesia no niega eso. Un obispo decía que si en tiempos de la represión hubiéramos tocado todas las campanas la cosa hubiera sido distinta... seguro es así. La Iglesia está formada por santos y pecadores, y algunas cosas que se hicieron me parecen fatales. Aspiro a que nunca más los fines justifiquen los medios, y a que a mí me juzguen por lo que hago, no por lo que hicieron hace cuarenta años.
Noticias: Entonces, ¿no fue una dictadura militar-religiosa?
Olivera: Es absurdo decir eso, es una tendencia que se quiere instalar. Que algunos obispos o sacerdotes, muchos o pocos, hayan ayudado o hayan entendido que así le hacían un bien a la Patria... puede ser. Hay un montón de otros miembros que no participaron.
Noticias: ¿Evalúa hacer un pedido de disculpas?
Olivera: Vamos a ir viendo. Voy a colaborar en lo que pueda, abrir archivos –no hay nada que esconder– y pedir perdón si es necesario. La Iglesia y Francisco quieren sanar heridas. No implica olvido: pero no implica odio. No estoy en la vereda de enfrente.
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