El ejercicio es sencillo. Una hoja en blanco, varios lápices de colores y una consigna: dibujar a cada integrante de la familia. Manuela, que hoy tiene cinco años, delinea a sus parientes a pedido de una profesora. De ese pincel infantil salen su madre, su hermano Pedro, un pequeño perro saltarín, la mujer que da una mano en la limpieza del hogar, y, en el lugar del padre, un avión. Facundo, el padre de la niña, entra en shock al ver a la aeronave ocupando su sitio en la página. Para ese entonces el neurólogo estaba en el clímax de su éxito editorial, llenaba auditorios en el mundo entero, empezaba a darle forma al fenómeno de su especialidad y ya era pretendido por los partidos políticos más grandes del país. En su casa estaba poco y nada. Esa sola hoja, mal dibujada, realizada con la inocencia de alguien que no llegó a la media década de vida, le cambió la vida a un hombre que pasó la suya entre libros y ponencias. “Fue uno de los golpes más duros que tuve que afrontar, me hizo cambiar. Todo esto tiene un costo”, dice Manes, el divulgador que convirtió al cerebro en una moda.
Manes dice “todo esto” y extiende los brazos. Los mueve, todo el tiempo. Es histriónico, se acostumbró a hablar ante miles de personas y a ser el centro de la atención. Dice que ya desde muy chico, en su Salto natal, era un tipo popular y que todo lo que vino luego fue un desafío para lograr algo que “no dependa del carisma” y poder así “luchar contra el ego”. El científico señala lo que lo rodea: el living de su coqueta casa, cientos de libros de ciencias, con varios estantes dedicados a la política, un cuadro grande, blanco y negro, del histórico abrazo entre Perón y Balbín, más premios de los que una ojeada puede contar, varias primeras páginas de revistas y diarios que lo tienen como protagonista y una pila con sus propios libros. Pero cuando Manes habla de lo que llevó a que su hija dibuje un avión y no a un padre se refiere, más que nada, a lo que pasa fuera de su departamento de Retiro. Alude al éxito, a las personas que lo paran en la calle y lo tratan como a un rockstar, a disparar el rating de los programas, a vender cerca de medio millón de copias de cada libro que edita, a su idea apenas oculta de ser el Sarmiento de esta generación. A explicar la vida y el país a partir del cerebro. “Es el órgano más fascinante que existe, el único que intenta explicarse a sí mismo”.
Noticias: ¿Cómo funciona el cerebro del que convirtió al cerebro en un boom?
Facundo Manes: Mi historia no es excepcional. No soy Messi ni soy Piazzolla. Mi historia es la de la Argentina que debería ser: un flaco que llega en tren a Buenos Aires, sin contactos, y que con estudio y laburo cumplió sus sueños. Esa Argentina hoy ya no existe: tenemos que recuperar ese país.
Codiciado. El salón está repleto. En la histórica Bolsa de Comercio, hogar de uno de los más memorables discursos que dio Perón, pululan varias figuras de primer nivel. Es martes a la mañana y en la entrada reparten flyers del nuevo proyecto del instituto de Neurología Cognitiva que preside Manes. El nacimiento del Instituto de Neurociencias y Políticas Públicas, bajo el ala de INECO y con el analista político Sergio Berensztein a la cabeza (ver recuadro), es la excusa que agrupa a políticos como el gobernador Juan Manuel Urtubey, José Scioli, Francisco de Narváez, Gustavo Marangoni y Martín Redrado, entre otros. “Acá hay más peronistas que en el PJ de Barrionuevo”, dice uno de los citados y despierta la risa de varios asistentes. A pesar de las carcajadas, el fenómeno es notable: la crème de la crème se codea en los asientos para ver a un científico hablar del cerebro. Salvo Marangoni, ex presidente del Banco Provincia (“Manes sería un gran candidato, lo conoce mucha gente, y su especialidad lo hace un hombre transversal que puede sacar votos del radicalismo, el peronismo o de donde sea”), todo el resto de los invitados le escapan a la definición del futuro de uno de los hombres más disputados por el establishment político. Hasta De Narváez, que se escabulle rápido entre la multitud, niega la existencia de una reunión entre él, Tinelli y el científico donde se habrían barajado unas posibles candidaturas. “Fue una opereta”, dice el empresario, y evita más comentarios. La tentación para sumar a un neurólogo que viene del radicalismo no es casualidad: según un sondeo de Aresco tiene 43% de imagen positiva, más que la que ostenta Macri, y una encuesta de Diario Veloz, de fines de mayo, lo ubicó como el hombre de los medios que más gustaría como político, con 43%, muy por arriba de Lanata que salió segundo con un 15%.
Manes esquiva las preguntas: juega con la idea de meterse en política (“es la única herramienta de transformación social, la respeto”), pero evita definiciones que puedan convertirse en títulos. Es hábil, pero a pesar de su cintura discursiva no puede ocultar que el año pasado estuvo a un segundo de ser candidato a diputado de María Eugenia Vidal, que coqueteó con UNEN, que fue el médico de Cristina Kirchner y que incluso en el 2001 estuvo en la génesis de una agrupación que le escribía cartas a George Bush y que pedía por la aplicación de las fórmulas del FMI.
Noticias: ¿Lo frustró su acercamiento a la política que casi lo hace candidato? ¿El instituto es un think tank para dar inicio a una carrera política?
Manes: La gobernadora siempre fue muy cordial conmigo y con ella colaboramos, de forma gratuita, para hacer un informe del INECO. Dos días antes de las elecciones me ofreció ser candidato. Tuvimos una charla y le dije que me sentía más comodo en mi rol. Después me empezaron a operar con el ego, pero el problema es que a mí no me cerraba la grieta. La grieta nos hace más brutos, más primitivos, les conviene a Macri, a Durán Barba y a Cristina, pero no a mis hijos y a ningún argentino. Los intereses de ellos son diferentes de los míos. Yo quiero que mis hijos vivan acá y la grieta impide el desarrollo. Tengo una vida plena: pasar a la política tendría un costo personal, económico y hasta social, porque la mitad de la gente te va a empezar a putear. Ojo, si hay una causa superior obviamente que lo personal no tiene valor, pero hay que encontrar una causa superior. Lo que inauguramos con Sergio (Berensztein) no es el nacimiento de un partido, sino que poner a la ciencia como algo que los argentinos tenemos que tener en cuenta para hacer políticas públicas, y terminar con los hiperpresidencialismos.
Noticias: ¿Influyó en la decisión de bajarse el hecho de no querer pelearse con su antigua paciente, CFK?
Manes: Nunca me peleé con ella y nunca me subí a esa candidatura. Me pasó como con la reunión con Tinelli y De Narváez, que nunca existió. Esto lo aprendí cuando dirigí el equipo de neurocirujanos que atendió a CFK, ahí en los medios salían cosas que no pasaban.
Noticias: Pero el poder lo busca.
Manes: No conocen a Manes. Este loco no va a dejarse llevar por la tentación inmediata, del ego. Si no hay un proyecto colectivo para unir al país... estoy poniendo el cuerpo a mi manera. Con la grieta que hay te metés de un lado y se acaba esta posibilidad de hablar de mis temas. Me voy a preservar, no por mí, sino porque el país necesita miles de Manes para que se hable de las cosas importantes, la educación, la salud pública, un proyecto a largo plazo. Pero es cierto que estoy trabajando: no soy un médico normal, un científico que opina desde el laboratorio, estoy militando, a todos les digo mi verdad. La política es la mejor herramienta de transformación social, hago política, opino de política, pero no de forma partidaria.
Noticias: Desde que se alejó de Vidal, parece más cerca del peronismo.
Manes: Vengo del radicalismo, pero mi pertenencia es popular. Estoy cerca de los movimientos populares. El peronismo y el radicalismo son primos hermanos.
Noticias: ¿Se ve Presidente?
Manes: Lo importante es la causa, no me interesan los cargos.
Noticias: Contesta como un político tradicional.
Manes: No pienso en la presidencia. Pienso en ayudar a que este país empiece a unirse en el camino correcto. Hablo con todos los sectores. Mi ego no pasa por ser candidato.
Argentina. El científico, rector de la Universidad Favaloro, médico de la UBA con doctorado en Cambridge, investigador del Conicet con más de 200 trabajos publicados, personalidad destacada de la Ciencia según la Legislatura porteña y autor de cuatro libros junto a Mateo Niro -uno reciente, “El cerebro del futuro”-, pasó la mayor parte de sus 49 años estudiando al cerebro. Según narra, cuando comenzó con INECO en el 2001 la neurociencia casi no existía en el país. Desde entonces se especializó en ese ámbito -una sola mancha figura en su carrera, un juicio por daños y perjuicios por una supuesta mala praxis del que fue sobreseído en el 2007- y hoy es una eminencia. Ahora Manes no sólo estudia el cerebro de los individuos, sino que intenta explicar el funcionamiento de Argentina y de sus ciudadanos desde ese lugar. “Este país tiene un problema en el lóbulo frontal. Si no cambiamos nuestra mentalidad no vamos a desarollarnos”, asegura.
Noticias: ¿Qué dice eso de Argentina?
Manes: El lóbulo frontal es el que nos hace humanos: inhibe las respuestas prepotentes, controla los impulsos. Como país es ahí donde tenemos un problema. Estamos constantemente concentrados en lo inmediato, en lo urgente, y no podemos planificar el futuro, permanecemos en el placer inmediato y no podemos relegar una recompensa inmediata en pos de una recompensa futura. Nos faltan ejemplos a seguir y nos faltan proyectos, estamos siempre en la emergencia y en la coyuntura. Somos como un paciente frontal. El contexto también influye. ¿Por qué hay más corrupción acá que en Dinamarca, si el cerebro de los nacidos acá o allá es igual? Es por el contexto: allá las leyes son leyes, acá son sugerencias. Hay que volver a crear un contexto positivo para los jóvenes.
Noticias: ¿Qué le puede aportar la neurociencia a un país con problemas de lóbulo frontal?
Manes: La ciencia es la metáfora de lo que debería ser la sociedad. Un problema muy argentino es que no incluimos a los perdedores, no tenemos empatía. Los científicos, para trabajar, tienen que leer todo lo que se publicó, hasta lo hecho por los adversarios, y si es bueno lo tienen que usar. Imaginá eso aplicado a la sociedad argentina: quien llega al poder tiene que ver qué se hizo antes, sin importar quién lo hizo, y aplicar lo que sirva. Si hacemos eso, en veinte años Argentina vuela. Si este país pensara en forma más científica en una década o dos se desarrolla. Tenemos que ponernos de acuerdo en tres o cuatro cosas básicas, que tienen que ver con la educación, la innovación y la ciencia, y así podemos entrar en el camino correcto. No importa si esto lo hace el PRO, el peronismo o el radicalismo. Como seres humanos, necesitamos un propósito: yo no soy médico por la fama ni por el dinero sino porque es mi propósito. Con las sociedades pasa lo mismo. El de Argentina hoy es bajar la inflación, pero necesitamos que la élite se ponga de acuerdo con que el propósito de los próximos años sea que los chicos coman bien y sepan leer. Con esto hacemos una revolución tremenda, como la que hizo Sarmiento.
Noticias: ¿La revolución la quiere hacer desde la política?
Manes: El político, cuando está en el poder, tiene que usar los recursos cognitivos para que no lo engañe el otro, para sobrevivir. Es un médico en una guardia, vive con el cerebro en un estrés permanente: es la sociedad la que tiene que presionar. Soy optimista porque acá ya lo hicimos, en el 83 la sociedad se puso de acuerdo para vivir en democracia. Sueño con que haya un 83 del conocimiento. La sociedad tiene que presionar: hoy la sociedad argentina está dormida.
Noticias: ¿Usted quiere ser Sarmiento?
Manes: Quiero ser parte de una generación de argentinos que piensa a largo plazo, que se compromete. Primero que me comprometo como médico y científico. 500 personas trabajan en el grupo INECO, doy laburo. Sarmiento fue un héroe para mí, es uno de los héroes de Argentina. Sarmiento era jodido, un loco, pero fue un héroe. Tenía una difícil: con un 78% de analfabetos planteó una educación a largo plazo. Nosotros hoy la tenemos más fácil, hay Twitter, hay tecnología, más educación. La educación debería ser el principal programa económico de la Argentina. No va pasar, pero si crecemos 7% del PBI en tres años, no va a significar automáticamente que los chicos aprendan a leer, que se nutran bien, que haya inversión en ciencia, que haya educación pública. Gran parte de la élite piensa que hay que invertir en la economía y eso se derrama solo. Eso es horrible. ¡Quiero que un economista me contradiga esto! Si no invertimos en la gente no vamos a tener un país desarrollado, ese crecimiento económico siempre va a ser sólo un veranito económico, no sustentable. Los países que se desarrollaron no se desarrollaron y luego como hobby invirtieron en ciencia. El concepto acá está equivocado: la riqueza en el mundo se genera con ideas. No entiendo que pensemos que Argentina va a ser rica de otra forma. ¿Cómo vamos a crecer si no es con ideas, y si no tenemos cerebro para eso? No es Manes esto: ¡es lo que pasa en el mundo! Los argentinos tenemos un sesgo, quizá por estar aislados. En Argentina hubo una tradición de políticos intelectuales, ahora no hay, parece raro que un intelectual intervenga en política. Tenemos que volver a eso, a tener a Sarmiento, a Frondizi, a Perón, y entender que la grieta les pasa a todos los países: acá pensamos que la grieta es nuestra. Pasa que los países que se desarrollaron lograron, más allá de la grieta, ponerse de acuerdo en algunos temas fundamentales: en Estados Unidos nadie discute el libre mercado, la educación es clave. No tenemos que preocuparnos por zafar de la grieta, porque grieta va a haber siempre.
Noticias: ¿Somos una sociedad frustrada?
Manes: Sí. Acá todos la pasamos mal, porque no tenemos un sueño como país. El rico, el pobre, todos la pasan mal. Nuestro contexto es tóxico, hay que cambiarlo. Todos sufren en Argentina, vivimos obsesionados con el pasado y el presente pero no con el futuro. No pensamos en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Noticias: ¿Teme ser tomado como gurú?
Manes: Sería un error. Muchas veces los medios me han planteado como candidato... La verdad, no me veo como alguien iluminado, sino como un tipo normal que pudo estudiar y logró sus sueños. Mi único miedo es que vivo con la muerte todos los días. De esta entrevista me voy a ver pacientes, y aparece una piba de 30 con un tumor cerebral. Tengo miedo de morirme, por narcisismo personal: tengo miedo de morir sin ver a Argentina en el camino correcto.
por Edi Zunino*, Juan Luis González
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