Igual que en cada comienzo de temporada, Marcelo Tinelli apostó fuerte y variado. Le puso una ficha a la actriz Florencia Peña y no recibió demasiado a cambio; embocó un pleno con Charlotte Chantal, la hija de Claudio Caniggia, y luego redobló con la presencia del mellizo Alexander. Pero también sacó un comodín, como la discapacidad mental, y nadie supo bien qué hacer. La primera reacción fue la obvia: indignarse.
Una cosa es mostrar culos todo el año, eso lo aceptamos, pero otra, muy distinta, peor, manipuladora, es que una chica con síndrome de down perree un reguetón. No tardaron en aparecer los columnistas que se escandalizaron ante la escena y opinaron con la misma seguridad con la que hace unos meses hablaban de Carmen y su efímero novio, el “chacarero”, o de cualquier otro escándalo.
El otro lugar común que se escuchó en loop es la idealización: debemos aprender de ellos. Las personas con discapacidad representan lo puro, nosotros somos los corruptos. “Ayelén no es igual a nosotros, es mejor. Por eso no pretendo tratarla distinto”, se defendió Gabriel Schultz, cuando explicó el chiste que habían intentado hacer desde TVR en la canción de los parecidos al comparar a Ayelén Barreiro con la figura de la mamá Lucchetti. Nada peor que un chiste explicado.
“Es una persona más que está en televisión, ¿por qué si ella tiene síndrome de down hay que tratarla distinto?”, sintetizó Schultz y ahí sí dio en el clavo. Nada mejor que tratarla como a una más, ¿o acaso la vamos a poner en una cajita de cristal? La pregunta es por qué la forma de tratar a los demás es con esa canción repetida, que lleva años al aire y que se limita a decir personas que son parecidas. No es que no se puedan hacer chistes, pero, vamos, un esfuerzo.
Sería injusto pensar que tuvo que aparecer “ShowMatch” para que se
por José Esses
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