Cuando me di cuenta de que no iba a poder construir un país en serio, no me quedó más remedio que inventar un mundo: un mundo peronista". El que habla es Juan Domingo Perón, pero no el real, sino el imaginado por Daniel Guebel en su novela “La vida por Perón” (2004, Emecé). El escritor volvió sobre la temática en 2012, con cuatro textos de ficción agrupados bajo el título “La carne de Evita” (Mondadori). Y no fue el único. Con diferencia de meses, se le sumaron otros tres novelistas, Roberto Gárriz con “Las tetas de Perón” (Zorzal), Luisa Valenzuela con “La máscara sarda” (Seix Barral) y Carlos Gamerro con “La aventura de los bustos de Eva”, publicada originalmente en 2004. Estos libros vienen a engrosar la larga serie de obras literarias en las que el ex presidente y su “mundo peronista” alimentan el motor de la narración. Eva, Isabelita, López Rega hasta llegar a la militancia de los ’70, vuelven una y otra vez a ser materia literaria y fuente inagotable de historias y mitos.
Por otra parte, la producción periodística, con base histórica y recursos de la ficción, sigue creando textos sobre el tema (sin contar los cientos de páginas dedicados al peronismo en la investigación académica), que acercan al lector común los secretos de un pasado que todavía nos condiciona.
¿Por qué están tan vigentes en el imaginario de los argentinos los fantasmas de lo que sucedió décadas atrás? Las respuestas parecen obvias, pero no lo son. En esta nota, los autores dan su explicación sobre ese interés perpetuo y además, hablan de la génesis de los textos y de su particular mirada sobre el movimiento.
Mitos. En febrero de 2012, Luisa Valenzuela viajó a Cerdeña y se enteró de una historia insólita. La leyenda local dice que Juan Domingo Perón nació en esa isla del Mediterráneo bajo el nombre de Giovanni Piras y ocultó su pasado para poder ingresar al Colegio Militar. “La sorpresa reside en la pregunta de cómo una especie tan difundida en Italia nunca llegó a nuestras costas”, explica a NOTICIAS la escritora. Y como no hay mejor manera de tratar con una leyenda que una narración mitológica, Valenzuela puso en escena al “Brujo” López Rega, que en diálogo con el General, lo amenaza con revelar su pasado, mientras las figuras arquetípicas de la tradición sarda cuentan su versión de la historia. “A medida que investigaba entendí que Perón, al borronear los datos sobre su infancia, aspiró más a convertirse en mito que en leyenda de biografía precisa”, explica Valenzuela.
Muy lejos del relato realista de “La novela de Perón”, de Tomás Eloy Martínez (ver recuadro), texto fundamental en la serie de narraciones sobre el ex presidente y su devenir político, la narrativa de hoy sobre este tramo de la historia argentina se dispara, casi sin poder evitarlo, hacia la parodia y el carnaval, sirviéndose de los mitos más que de los hechos concretos. Y recuperando entre los datos de la realidad, aquellos que señalan los aspectos más excesivos y delirantes del movimiento.
En “La carne de Evita”, un artista empeña su vida en la realización de la ciudad utópica que soñaba Perón; y Evita entrega, literalmente, su cuerpo a un copulación masiva con el pueblo. Para Daniel Guebel, autor del libro, “los relatos sobre el peronismo trabajan el absurdo o la exageración -la parodia es una vanidad de los cancheros del lenguaje-, bajo el supuesto de que sólo la exageración es realista, porque el peronismo es desorbitado”.
Roberto Gárriz, autor de “Las tetas de Perón”, coincide con esta visión, “porque una versión histórica de los hechos resulta inverosímil. Pasados los años, nadie puede creer que le hayan puesto ‘Eva Perón’ a una provincia, de la misma forma que cuando pase algún tiempo va a resultar inverosímil que un campeonato de fútbol haya tenido el nombre de un ex presidente reciente”. En línea con lo inverosímil, el relato de Gárriz instala a un espía alemán en las entrañas de la militancia peronista. Convertido a la religión del movimiento, el hombre vive su momento epifánico cuando descubre al General desnudo y con senos.
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por Adriana Lorusso
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