"Mario, falleció Antonio Cafiero", me daba la noticia Alcira. Sentí una profunda tristeza, Antonio Cafiero no solo era uno de los últimos históricos de la política argentina, un incansable luchador. Sino que fue también actor principal del hecho que transformó mi vida.
No fui su amigo, sí tenía con él una relación extraordinaria forjada en las tantas sesiones del Senado. Compartimos el estrado, él como presidente y yo, como secretario del mismo. Lo admiraba por su militancia, por su oratoria, por su humor. Conversamos a menudo, siempre con mucho respeto.
A partir de la sanción de la ley de Reforma Laboral la relación comenzó a enfriarse, él sabía que yo había sido clave en el pago de sobornos para sancionar la norma. Y él lo denunció como pudo, incluso aguantándose que lo trataran de traidor sus propios compañeros de bancada. Fue atacado y agraviado por todos, radicales y peronistas. Fue objeto de vergonzosas cuestiones de privilegios por parte de sus pares en el recinto. Antonio Cafiero sabía y tenía pruebas que el ilícito se llevó a cabo.
Siempre quise agradecerle personalmente, no pude... su enfermedad tampoco me dejó hacerlo. Esperaba como todos escuchar su testimonio en el juicio, no pudimos, ya era tarde para un físico cansado y enfermo. No hubiese alcanzado Antonio, como no alcanzó autoincriminarme y contar la verdad.
Descanse en paz Antonio. Lo merece por lo que le dio a este país y porque tuvo el coraje de los grandes hombres.
*Ex secretario parlamentario del Senado.
por Mario Pontaquarto*
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