Su acercamiento al kirchnerismo fue apenas comenzado el nuevo ciclo político. “Decile a Néstor que yo puedo ser su mejor testaferro en los medios”, le habría dicho Sergio Szpolski al interventor del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), Julio Bárbaro, en julio de 2003, a poco de asumir Néstor Kirchner como nuevo presidente de la Nación.
Bárbaro y Alberto Spolski (tío de Sergio, pero sin zeta en su apellido) eran amigos y por eso el interventor había aceptado el convite del sobrino del dueño del Banco Patricios, ya caído en desgracia.
En esa época, Szpolski no tenía acceso directo a Kirchner, pero era cobijado por la segunda línea del Gobierno, que le permitió lanzar nuevos medios y tener a su disposición a los principales funcionarios y dirigentes kirchneristas, junto con la canalización de las operaciones elaboradas por la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) y sus recursos económicos, sin control de ningún organismo del Estado.
Una fuente cercana a Szpolski dijo: “Cuando empezó a crecer, una de sus principales tareas fue la de conseguir la tapa de NOTICIAS antes de que saliera. Y él la conseguía. Néstor estaba obsesionado con NOTICIAS y Fontevecchia”.
“Vamos a lanzar un diario gratuito, El Argentino, a través de Szpolski”, dijo, en 2008, Néstor Kirchner a Alberto Fernández. Este funcionario, que renunciaría ese año al Gobierno como secuela del conflicto con el campo, no coincidía con la estrategia de crear grupos de medios paraoficiales y poner al Grupo Clarín como el enemigo a vencer. Para Fernández, Szpolski era entonces “un marginal de los medios”, a pesar de que cada vez recibía mayores sumas de dinero por parte del Ejecutivo.
Las palabras de Fernández eran una verdad a medias, porque para entonces “el marginal” había logrado forjar una relación especial con el gobierno de Kirchner, tanto, que lo trataban de forma especial y los funcionarios lo llamaban casi todos los días –como luego harían con Diego Gvirtz– para proponerle temas de notas o la creación de nuevos medios. Pero también lo criticaban por algún artículo periodístico que no les gustaba. Todavía recuerdan en la redacción que Szpolski lo llamaba “Kishner” y que pedía ciertos cambios en su nombre.
Esa confianza que tenía con los funcionarios de Néstor, se potenció con Cristina Kirchner, gracias a los esfuerzos del vocero presidencial, Scoccimarro, y del vicepresidente Boudou, con quienes Szpolski tiene una especial relación de confianza; además del ex jefe de Gabinete y actual senador, Abal Medina, que le derivaba la publicidad oficial y lo llamaba para marcar la línea editorial.
¿De qué le sirvió a Szpolski la acumulación de bienes? En el mundo periodístico, ¿se lo respeta como empresario de medios o se lo trata como un arribista al que no le interesa el periodismo? ¿Logró Bartolo –como le dicen– el prestigio que siempre ansió y que jamás consiguió? ¿Fue realmente el testaferro de los presidentes kirchneristas? ¿Lo tratan con respeto o lo usan y se lo hacen saber?
Una respuesta la dio el propio Gobierno, que en junio de 2015 lo puso a Szpolski como candidato a intendente de Tigre, el municipio donde vive hace quince años, sorprendiendo a todos por la audacia de esa apuesta. Allí el kirchnerismo encolumnó a sus dirigentes en una lista casi de unidad, que encabezó Szpolski para intendente y el referente de La Cámpora local, Martín Gianella, para concejal, junto a representantes del sciolismo, Nuevo Encuentro, el Movimiento Evita, Miles y Kolina, entre otros.
La SIDE. El vínculo de Sergio Szpolski con el organismo de Inteligencia local (Secretaría de Inteligencia, ex SIDE, actual Agencia Federal de Inteligencia) se consolidó a través de quien fue el abogado de su grupo de medios hasta diciembre de 2014, Darío Richarte, y su prestamista Javier Fernández, entre otros, que lo acompañaron en su multimedios durante una década. Pero además estos personajes tienen una fuerte militancia en los dos partidos políticos mayoritarios: Richarte en la Unión Cívica Radical y Fernández en el Partido Justicialista-Frente Para la Victoria.
Ambos aportaron gente de confianza de la Secretaría de Inteligencia para potenciar a Grupo Veintitrés: Richarte sumó a Juan José Gallea, que fue su gerente de Administración y Finanzas en el organismo de Inteligencia durante su gestión; mientras que Fernández aportó su vínculo con “Jaime” Stiuso, director de Operaciones de la ex SIDE hasta diciembre de 2014. Richarte y Fernández son amigos desde sus épocas de estudiantes en la Facultad. “Tato” Young contó que ambos comparten el mismo palco en la cancha de Boca y son padrinos cruzados de sus hijos. Ellos mismos dijeron en algunas reuniones que tenían el 10 por ciento del Grupo Veintitrés, antes de que Matías Garfunkel le comprara la mitad del grupo a Szpolski, en febrero de 2011. Pero fuentes cercanas a Richarte desmintieron que él o su estudio fueran en la actualidad accionistas del grupo. De hecho, Richarte dejó de ser el abogado del grupo en diciembre de 2014.
El estudio de abogados Richarte y Asociados tuvo un abono mensual, que el Grupo Veintitrés pagó por el trabajo penal sobre las empresas que forman parte del grupo; mientras que Fernández le prestó plata al grupo y así figura incluso en sus declaraciones juradas, de modo que él bien podría tener acciones como garantía.
Nunca hubo tantos agentes jerárquicos de Inteligencia del Estado nacional ligados a un grupo de medios, como al de Szpolski-Garfunkel, donde pudieron confluir el sector de Richarte-Gallea, proveniente de la Alianza, con el de Javier Fernández –ligado a Stiuso–, ambos con muy fuertes lazos con el gobierno kirchnerista hasta 2014. El ex agente de Inteligencia Gallea trabajó dentro del grupo de Szpolski como gerente general, hasta que publiqué en Clarín una nota en defensa del periodista Daniel Santoro, que estaba siendo hostigado por ese grupo de medios ultrakirchnerista.
La amenaza. “Sos un esbirro de Magnetto. Vos, de mí, no vas a escribir más. Tu futuro es vivir en Tribunales y después no te van a quedar ganas de referirte a mí. Te voy a perseguir hasta el fin del mundo, incluyendo escraches. Voy a investigarte a vos, a tus hermanos y a tus padres, voy a ir contra todos y te voy a hacer mierda. Te estoy avisando que te voy a hacer un juicio por mentir, calumniar. Mañana vas a tener un sobre en tu casa. En un momento la paciencia se acaba. Te pusiste en el peor de los lugares y cometiste un delito”, me dijo Sergio Szpolski, por teléfono, con una furia descontrolada. Al día siguiente y con el mismo tono volvió a llamar: parecía que había estado pensando en cómo asustarme desde aquel primer llamado, porque dijo: “No solo no me van a hacer mierda, sino que… ¿Yo te dije que te iba a matar, que les iba a hacer algo a tus hijos?”. Esa tremenda pregunta, que en el contexto sonaba cuanto menos extraña, me llevó a iniciar esta investigación periodística. Y también, a hacerle juicio.
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