Ya se sabe que él no le teme a ninguna polémica. Así lo demostró cuando le mandó un rosario a Milagro Sala o cuando recibió a Hebe de Bonafini. Pero el Papa escaló un peldaño más el lunes 19, en el momento en que se empezó a difundir una foto de él, en la residencia privada de Santa Marta, junto a Carlos Menem, su hija Zulemita y el resto de la familia. Pero esta historia tiene mucho más tiempo que un par de días.
Bergoglio se convirtió en arzobispo de Buenos Aires en 1999, el último año de la presidencia del “Turco”. El futuro Papa había llegado a ese puesto luego de la muerte de Antonio Quarracino, quien no había sido un cura cualquiera en la vida de Jorge: fue quien lo trajo desde Córdoba a la Catedral porteña, donde lo nombró obispo auxiliar de la Diócesis en 1992 (la relación era tanta que cuando Bergoglio rezaba en la Catedral, lo hacía sobre la tumba de su predecesor). En aquellos años conoció a su última visita, ya que Quarracino era un íntimo amigo del entonces Presidente. “Trabaron una buena relación. Aunque nunca fueron amigos, a Francisco lo atrapó esa personalidad especial que tiene Menem. Siempre se llevaron bien”, dice alguien que conoce muy bien al Santo Padre.
La relación era tan cordial que, de hecho, se había programado una visita anterior a ésta –para el 3 de agosto– pero la cancelaron los Menem aparentemente por problemas de salud de Carlos Saúl. Dicen los que conocen al Papa que sabían que a él no le iban a importar las repercusiones. “Este es el año de la misericordia, no le podía decir que no a un hombre tan mayor”, aseguran, y destacan que la familia del ex presidente insistió mucho para concretar esta reunión. Sin embargo, lo contradicen al ex mandatario: hasta ahora, a pesar de lo que dijo Menem luego de la charla, no hay ninguna visita del Papa a la Argentina programada.
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