En 2007, cuando Mauricio Macri comenzó la exitosa campaña que lo llevó a gobernar Buenos Aires, su padre vendió en cómodas condiciones la constructora Iecsa y la desarrolladora inmobiliaria Creaurban a su sobrino Angelo Calcaterra. A Franco Macri no le gustó nada cuando después Angelo se asoció con la compañía italiana Ghella sin consultarlo. Siempre le gustó controlar todo el negocio familiar. Calcaterra vendió en 2017 Iecsa porque quería evitar que sospecharan que ganaba licitaciones de obras públicas por ser primo del jefe del Estado.
En 2009, Franco Macri tiró la toalla ante Mauricio y Gianfranco y les cedió las acciones de Socma y su controlada Sideco a sus cinco hijos, incluidos también Sandra, Mariano y Florencia, la única que no fue fruto de su primer matrimonio, con la hacendada Alicia Blanco Villegas, sino del segundo, con la psicóloga Cristina Cressier. El jefe de Estado, a su vez, cedió sus acciones de Socma a sus tres hijos de entonces, Agustina, Gimena y Francisco, que a fines del 2017 las vendieron a su tío Gianfranco. Sideco ya no es una empresa constructora, como en sus orígenes y su apogeo, sino un grupo que ocupa el puesto 457 en el ranking de las 1.000 que más facturan de la revista Mercado. Invierte en servicios ambientales y petroleros, transporte eléctrico, minería, transporte de carga, explotación agrícola-ganadera, comercialización y equipamiento de gas y la importación de los autos chinos Chery. En 2016 vendió su negocio de alquiler de aviones privados, Macair, a la aerolínea colombiana Avianca.
De todos modos, Franco Macri y su familia seguían siendo dueños de la 28° mayor fortuna de la Argentina, con 540 millones de dólares, detrás de Alberto Pierri (propietario de Telecentro) y por delante de Antonio Tabanelli (el zar de las tragamonedas Boldt), según el ranking 2018 de la revista Forbes.
Una vez que se deshizo de las acciones de Socma, Franco creó el Macri Group para seguir haciendo negocios con China. Se quedaba largos meses por allá y en otros países asiáticos.
China fue una pasión de Franco Macri desde que leyó el libro de su compatriota Marco Polo ‘El libro de las maravillas’. En 1988 comenzó a hacer negocios en el gigante asiático, con la empresa estatal China International Trust and Investment Corporation (CITIC), y llegó a ser nombrado consejero senior del Gobierno de Pekín para inversiones en Latinoamérica. Trajo a Chery en 2007, pero, peleado con el entonces presidente Néstor Kirchner tras la reestatización del Correo, instaló la fábrica en Uruguay. Este negocio también quedó en el legado de Sideco y sus hijos cerraron la planta el año pasado.
Pocos negocios
Franco Macri logró acercarse al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y en 2008 intermedió en la venta a la Argentina de 279 vagones de subte de CITIC por 653 millones de dólares. En 2010 consiguió un contrato con la empresa CMEC para la reconstrucción del ferrocarril Belgrano Cargas con un financiamiento de 10.000 millones de dólares, pero el proyecto nunca se concretó y en 2014, el entonces ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, lo dio de baja. Franco lo criticó por Twitter. Desde que su hijo es presidente, también se descargó por esa red social contra Cristina Kirchner por abortarle dos negocios con empresas chinas, uno para limpiar el Riachuelo y otro para construir la central eléctrica a carbón de Río Turbio.
A pedido de su hijo y para evitar conflictos de interés, Franco cerró las oficinas del Macri Group en San Isidro apenas comenzó el actual gobierno y bajó el perfil con un despacho más pequeño y más cercano a su casa, en la avenida del Libertador esquina Tagle. Pese a los conflictos que tuvo con Mauricio, es el hijo con el que más relación mantiene. “Franco adora a Mauricio, y Mauricio también lo adora”, confiesan en su círculo, y añaden: “Si antes lo criticaba, era para cuidarlo. Es el único hijo con el que tiene empatía”.
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