El 25% de los latinoamericanos tiene dificultades para solventar al menos dos comidas diarias. De ese universo de personas, el 23% posee un smartphone, es decir que prefiere estar conectado a asegurarse una alimentación suficiente.
El hallazgo surge de una encuesta exclusiva a 20.000 ciudadanos de 18 países (El ADN de la integración, disponible en: https://publications.iadb.org/handle/11319/7896) en la que exploramos desde el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe –INTAL-, junto a Latinobarómetro, las aspiraciones ciudadanas sobre un trípode estratégico para considerar cualquier política de desarrollo: la relación entre empleo, cambio tecnológico e inserción global.
El resto de las percepciones muestran una radiografía bastante precisa de las demandas de nuestras sociedades. 4 de cada 10 personas considera que los procesos de integración regional permitieron su acceso a la tecnología. Y cuando más alto es el nivel de sofisticación tecnológica de los países, medido por el contenido tecnológico de sus exportaciones, más elevado es el apoyo que recibe la innovación.
¿Podrá la vanguardia tecnológica brindar soluciones a los viejos dilemas del desarrollo? ¿O por el contrario será portadora de nuevos y mayores males? El mismo estudio reveló que poco más de 5 de cada 10 latinoamericanos cree que la democracia es la mejor forma de gobierno (el nivel mas bajo de apoyo registrado en la ultima década) y que más de 7 de cada 10 considera que nuestros países están gobernados por “unos pocos grupos de ricos poderosos en su propio beneficio”. Sin embargo, en materia de integración política y económica regional, América Latina aparece con altos grados de aprobación: más de 7 de cada 10 habitantes del continente está de acuerdo con estrechar vínculos con sus países vecinos, lo cual constituye un capital intangible de alto valor, en un contexto donde los procesos desintegradores aparecen con fuerza en otras latitudes. De este porcentaje de apoyo, un tercio se explica porque se considera la integración como una posibilidad de acceso a nuevas tecnologías.
Entre los Tecno-Utópicos y los Tecno-Escépticos
Con distintas intensidades, tres eras conviven en la Argentina y en la América Latina de nuestro tiempo. La era pre-industrial, para el tercio de personas sumergida en la pobreza, la indigencia y la economía de subsistencia. La era industrial, para aquellos trabajadores clásicos, que no obstante corren riesgo de perder su empleo. Son los llamados luchadores, un 40% de la población que tiene posibilidades de volverse pobre ante cambios del ciclo económico. Por último, la era post-industrial para los trabajadores más calificados e insertos globalmente, quienes sin embargo no están tampoco exentos de la rápida obsolescencia de sus conocimientos.
La relación entre cambio tecnológico, empleo e inserción internacional atraviesa a las tres eras con visiones no pocas veces binarias. Los Tecno-Utópicos plantean la irrupción de un solucionismo tecnológico (como lo denominó Evgeny Morozovm), e indican que la destrucción de empleo es una falacia, por cuanto se generará un fenómeno de reemplazo de ocupaciones y trabajadores por las nuevas necesidades y habilidades que exige el mercado, en un remake de la schumpeteriana destrucción creativa. Los Tecno-Escépticos, por el contrario, advierten los peligros de la mano mágica tecnológica como portadora de mas desigualdades y de una distribución inequitativa de avances técnicos y beneficios sociales.
Más allá de las miradas diversas, lo cierto es que la multiplicación de los robots y la nueva economía de los datos, esta generando una transformación gigantesca en la sociedad.
Martín Rishiart, encargado del nodo inglés del Millenium Project (una red de expertos mundiales en prospectiva que analizan este fenómeno en todo el mundo), en su paso por Buenos Aires invitado por INTAL-BID, aludió al dato de mortandad y surgimiento de nuevas profesiones en países desarrollados. Mientras que la demanda por analistas de datos creció 400 veces, la demanda de asistentes personales o de agentes de viajes se derrumbó 50%.
El anuario 2017 de The Economist, hace explícita referencia al impacto de la tecnología en el mercado de trabajo norteamericano, donde las profesiones creativas vinculadas a la salud ocupan la delantera en la expansión de la próxima década. El autor del artículo termina con una referencia prospectiva impactante: su hija le dijo que quería ser “psicóloga de robots”.
Para los países emergentes, las Naciones Unidas pronosticaron que la tecnología pone en riesgo las dos terceras partes del empleo, especialmente en trabajos menos calificados (UNCTAD, “Robots and industrialization in developing countries”, Policy Brief N°50, octubre 2016).
En la misma línea, Carl Frey, del Oxford Martin Programme, quien también visitó Buenos Aires hace pocos meses invitado por el INTAL-BID, pronosticó que el 65% de los empleos en China corren riesgo de desaparecer por la automatización, por encima del 57% promedio de la OCDE y del 47% de Estados Unidos.
Los estudios anticipatorios abundan y están basados en encuestas de percepción e indicadores construidos en base a estadísticas agregadas que no resultan todo lo consistentes que debieran, como producto de la dificultad del sistema de cuentas nacionales para receptar los fenómenos de economía digital. Hay mucho por hacer aun a nivel analítico para dotar de evidencia mas robusta este campo.
Aunque no todo es pérdida de empleo. Muchas tareas donde la salud y el bienestar de los trabajadores era afectada por labores insalubres pueden ser realizadas hoy con la asistencia de robots, desde excavaciones en la industria minera hasta la búsqueda de objetos perdidos en el océano. En una mirada que matiza la gravedad de estas modificaciones abruptas, David Autor, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, señala que, en verdad, lo que van a desaparecer son las ocupaciones, pero no los trabajos, y que habrá un reemplazo por nuevas actividades.
La automatización también plantea desafíos a nivel de la geografía económica, a partir del re-shoring o relocalización de empresas debido a que el costo laboral pierde relevancia frente a la inversión en robots autónomos, reemplazando de tal modo lo que hasta hace poco aparecía como una oportunidad “ventaja competitiva” en los países menos desarrollados. Esto permitió, por ejemplo, a la firma Adidas volver a producir calzado a Alemania este año, cerrando su fábrica en China. El costo de amortización de un robot era de 10 años hace menos de una década y en la actualidad es de solo un año.
La Federación Internacional de Robótica (IFR) pronosticó que en 2018 habrá 35 millones de unidades de robots activos en la industria, compartiendo la vida doméstica, el trabajo, la producción industrial, las nuevas cadenas globales de valor, la internet de las cosas dialogando entre sí. Crecerá su venta a un ritmo del 30% anual. Se estima que del 10% actual de participación de los robots en las manufacturas del mundo, se pasará a no menos del 25% en el 2025, incrementándose un 30% la productividad, disminuyendo un tercio el costo laboral, y bajando no menos del 20% el precio de los robots más avanzados.
¿Reemplazarán algún día los robots a los seres humanos en la mayoría de los trabajos? Esta pregunta, a partir de fenómenos de ciencia cognitiva, aprendizaje profundo e inteligencia artificial, alcanza no sólo a tareas repetitivas sino también a las creativas. Porque el cambio inminente no solo esta expresándose en tareas peligrosas industriales sino en tareas creativas en el área de los servicios. La filial Argentina de Accenture, por ejemplo, es capaz de competir por contratos frente a India porque posee medio centenar de programadores de robots que impulsan tareas de contabilidad, financieras y de auditoria.
Máquinas con conciencia frente a Gobiernos sin conciencia?
Con pocos días de diferencia, la Casa Blanca en Estados Unidos y la Cámara de los Comunes en el Reino Unido publicaron sendos reportes científicos multidisciplinarios de alto nivel mundial, donde llaman a atender el fenómeno de la inteligencia artificial desde una perspectiva económica y ética a la vez. Son voces anticipatorias que van más allá de la clásica imagen de un robot hecho de acero y con movimientos torpes, pues se sitúan en la vertiginosa realidad de una programación recipendiaria del big data, donde los robots se fabrican con otros materiales mas amigables –que van desde la seda hasta los acrílicos- y que no necesitan tener apariencia tangible para desarrollar procesos de auto-aprendizaje profundo. Es la gran diferencia con predicciones de hace 30 o 50 años: ahora se puede dar la automatización de la automatización. No se trata sólo de que los robots reemplacen a los obreros que fabrican autos. Se trata de que los robots también reemplacen a los seres humanos que manejan esos autos, y que alguna vez soñaron con ser sus propietarios. Es un impacto poliédrico, con múltiples caras de transformación, viabilizado por la transmisión instantánea de datos y la digitalización de procesos productivos.
Los manifiestos antes aludidos en Estados Unidos y el Reino Unido enfatizan la necesidad de impulsar una nueva alfabetización ciudadana en el manejo de grandes datos y de atender y evaluar potenciales impactos en el mundo del trabajo, con un fundamento ético. En la misma línea de preocupación se pronunció en las últimas semanas la Academia de Ciencias del Vaticano –que reúne a 35 premios Nobel-, con un seminario de dos días que convocó en Roma a los principales expertos mundiales, incluyendo al físico Stephen Hawking. Una de las preguntas del encuentro fue más que reveladora de las nuevas fronteras que el mundo esta explorando: “Pueden las máquinas tener conciencia?” El Papa Francisco en la encíclica Laudato Si´ advierte sobre la tecnocracia y el uso sin límites éticos de la tecnología y el poder financiero.
La automatización no reconoce fronteras.
Martín Ford, en su último libro ¨El auge de los Robots¨, recuerda que en 2012 la Orquesta Sinfónica de Londres interpretó por primera vez la obra “Tránsito hacia el abismo”, compuesta completamente por una máquina de algoritmos llamada Iamus. Kavin Maney, en “How artificial intelligence and robots will radically transform the economy” (Newsweek, noviembre 2016), brinda una serie de ejemplos donde la inteligencia artificial puede crear nuevos empleos en el área de la salud, el marketing y las comunicaciones, entre otras áreas de la economía.
En Conexión INTAL repasamos casos de estudio de esta Robot-lución. Las aplicaciones se desarrollan a una velocidad asombrosa. IBM pretende convertir a la computadora Watson en el mejor médico del mundo. Científicos del MIT presentaron en la última Conferencia Internacional de Robótica y Automatización (Estocolmo 2016) un robot minúsculo parecido a un envoltorio de chicle llamado Origami-Robot que está diseñado para curar una lesión en el estómago o incluso atrapar objetos que normalmente un niño puede tragarse por accidente, como una batería de un reloj.
Veamos otro caso: el sector agropecuario en Argentina, una fábrica tecnológica que dio un enorme salto de productividad. Robots ordeñando vacas, tractores sin conductor, nanosatélites, biotecnología, agricultura de precisión, impulsaron un cambio estructural que, sin embargo, no está exento de amenazas.
En los últimos 10 años la Argentina ha perdido peso en la participación del comercio agropecuario mundial, pasando del 2.3% al 1.5% (Monitor de Comercio e Integración, 2016) Esto implica que el salto tecnológico del pasado inmediato no alcanza para ser un motor exclusivo de desarrollo, a lo que se suman dificultades adicionales, como barreras arancelarias y no arancelarias en un proteccionismo que tienen lugar no sólo en Europa sino también en China, donde la combinación de aranceles e impuestos a productos importados trepa hasta 60% en bienes primarios. El panorama representa acabadamente la convivencia de agendas digitales con agendas pre-digitales de proteccionismo, discriminación para el acceso a productos y trabas clásicas del comercio mundial. Pero en todo caso plantea el desafío de no dormirse en los laureles del avance tecnológico, aun en los sectores donde somos mas competitivos tanto por creatividad como por ventajas naturales.
Durante su conferencia en el INTAL-Lab, Raymond McCaley, de Singularity University, comentó los avances en la fabricación de carne artificial. Es cierto que aún su precio es desproporcionado, 30.000 dólares el kilo. Pero en un mundo que fabricaba computadoras 20 veces más caras hace apenas una década es lícito preguntarse si este fenómeno no podría ser una amenaza estratégica para las exportaciones bovinas del Mercosur, que representan 5.000 millones de dólares anuales. Lo mismo vale para la clonación de ganado, que China ha iniciado con el propósito de tener un millón de cabezas clonadas en los próximos dos años.
De dueños aspiracionales a inquilinos furtivos
Las nuevas tecnologías permitieron también el crecimiento de la economía colaborativa, (a razón del 25% al año y con una facturación de 3,5 billones de dólares en todo el mundo) que está generando cambios sustanciales –y bien conflictivos en varios casos- en el sector de servicios y en el escenario laboral. La irrupción de fenómenos como Uber y los autos y camiones sin conductor implican un salto exponencial múltiple. Por el lado de los fabricantes clásicos, significa el mestizaje entre producción taylorista con nuevas corporaciones productoras de datos mediante autos que se articulan con el universo de internet de las cosas. O lo que también se llama el nuevo fordismo digital. El intangible del vehículo, sus conexiones con otros objetos, no es menos revolucionario que los nuevos materiales con que se fabrican, pasando en muchos casos de piezas de acero a piezas de carbono resistentes o elementos creados a partir de los avances en nanotecnología.
Las nuevas modalidades de “acceder sin tener” llevan a los consumidores a recalcular su set de preferencias. Una encuesta de Deloitte sobre millennials (Exploring consumer preferences in key markets around the world), identificó que el 36% de los jóvenes no está interesado en ser propietario de un vehículo. Les alcanza (e incluso prefieren) rentarlo cuando lo necesitan. Un análisis del New York Times del pasado 22 de diciembre comenta que las grandes automotrices también están refocalizando su área creativa a asegurar transporte compartido para los jóvenes sin auto del futuro, donde lo que importa es “la primera y la ultima milla” para llegar al trabajo.
Pasamos así de una sociedad de dueños aspiracionales a una sociedad de inquilinos furtivos, donde se modifican de raíz patrones clásicos de consumo. Todo un cambio conceptual para la industria del seguro, donde la noción de riesgo se modifica significativamente, al igual que los modos de estimar las primas y los pronósticos de accidentes. Todo un desafío para contabilizar la futura huella de carbono de nuestras sociedades, donde el concepto de movilidad reemplaza al concepto de transporte tradicional.
¿Cuánto tardará el uso de autos y camiones autónomos en generalizarse? Es un interrogante clave para una de las principales industrias de la región: más de 3 millones de latinoamericanos están empleados en un sector automotriz en permanente cambio. La difusión de vehículos sin conductor demandará modificaciones importantes en aspectos donde la manufactura regional apenas si ha comenzado a transitar los primeros pasos, pues en el Cono Sur ni siquiera se fabrican autos con los mismos estándares de seguridad o ambientales que en Europa.
El mismo cambio puede mencionarse para el caso de Airbnb y la actividad turística, que es una de las principales fuentes de ingresos de divisas de nuestra región -79.000 millones de dólares- y genera más del 8% de los trabajos. La principal empresa de fomento de turismo del planeta…no es propietaria de un solo hotel.
El concepto de propiedad alterado se vincula también con el concepto de tiempo y espacio entendido en otra dimensión para el mundo laboral. La irrupción de plataformas mundiales de trabajo on-line -como UpWork y Freelancer.com, que tienen globalmente más de 27 millones de usuarios- pone sobre la mesa el rol de los free-lancers, y las relaciones laborales autónomas, con el riesgo de informalización pero también con las oportunidades de la internacionalización con menores barreras de acceso. La mayoría de esos trabajadores son contratados desde el mundo desarrollado hacia el mundo no desarrollado, dejando a un costado la necesidad de que los trabajadores obtengan una visa o tengan que trasladarse físicamente de un lugar a otro del planeta.
Cuál será el balance final de este movimiento, en términos de mutación de modos de producción, de creación y-ó destrucción de nuevos empleos, y de brechas de equidad? El último informe del Foro Económico Mundial “The Future of Jobs” estima que el 65% de los niños que actualmente están ingresando en la escuela primaria acabarán realizando empleos que todavía no existen, y que en los próximos 4 años, si bien surgirán alrededor de 2 millones de nuevos empleos, otros 7 millones desaparecerán.
El futuro ya llegó. Urge inspirar un proceso de co-creatividad con equidad.
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