Candela, Juan y Agustina. En estos tres jóvenes se representa el transcurrir de estas dos décadas. En ellos, en sus vidas y en sus desarrollos, está plasmado el verdadero significado de una historia que los tuvo como víctimas directas de la peor tragedia del periodismo argentino en los últimos 35 años. Son los hijos de José Luis Cabezas. Y en su crecimiento, sin su padre para acompañarlos, para guiarlos, para compartir los momentos más hermosos y cruciales de su vida, se dimensiona el factor humano de un crimen atroz, repugnante y mafioso. Esa ausencia, producto del accionar criminal de una mente poderosamente impune y sicarios salvajes, es simplemente imperdonable. Hoy Candela tiene 20 años y medio, Juan 24 –casi 25– y Agustina cumplió 26 hace poco tiempo. Y en estas dos décadas no sólo tuvieron que convivir con esa ausencia física de su papá, sino también con el símbolo colectivo en que se ha convertido. Es imposible describir lo que eso significa.
Y a pesar de todo lo que les ha tocado vivir, son chicos amorosos, llenos de vida y sin rencores. El amor y la contención de su familia fue fundamental para esto. A pesar de que el resto de los Cabezas también sufrieron ese dolor tan profundo, pudieron llenar de amor y de valores positivos a los tres chicos, para que puedan construir una historia distinta. Fue otra de las tantas enseñanzas que la familia de José Luis nos regaló a todos, sobreponiéndose al desgarro y a la bronca. Una lección que le dio a un país en el que el poder no sólo les dio la espalda sino que fue cómplice de los asesinos y su impunidad.
Un país que debió aprender que en democracia había mafias capaces de arrebatarle la vida a un periodista por el simple acto de cumplir con su trabajo. Mafias que no querían ser evidenciadas porque habían construido su poder al amparo de las sombras y la oscuridad. Y que José Luis reveló con sus fotografías.
Cabezas era mi compañero y amigo. Juntos rastrillábamos las arenas de Pinamar en busca de información. Y, así, forjamos la investigación que nos llevó a la famosa foto de Alfredo Yabrán. La que le puso rostro al poder oculto. Luego sobrevino la barbarie. Una historia que cumple veinte años. Y que muestra una de sus caras más dolorosas en esos chicos que tuvieron que crecer sin su padre. Por la decisión más cruel de una mente criminal.
* Autor de “Cabezas: Un periodista. Un crimen. Un país”.
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