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MUNDO | 22-01-2017 00:00

Trump Presidente: los armadores del relato

Quiénes están detrás del discurso inaugural. La estrategia conocida de “hablarle al pueblo” y desacreditar a la oposición y la prensa.

Esto no es entretenimiento, esto no es un reality show. Esto es una carrera para la presidencia de Estados Unidos”, le escupió Obama a Trump en mayo del año pasado, cuando la campaña recién arrancaba. Estaba equivocado, y el presidente entrante lo entendió mejor. Supo imprimirle a la campaña tu tinte, más cerca del barro que del oro de su icónica cabellera, y convirtió la carrera a la presidencia estadounidense en un penoso pero entretenido espectáculo, su reality.

La discusión giró siempre en torno a su verba polémica y discriminatoria. Estratégico: evitó hablar de sus planes de gobierno, casi inexistentes. Así ganó. Y ahora le llega el mando. Aunque de hecho lo ejerce para las cámaras, y las redes (su principal arma), desde hace unas semanas. Su show renovó para otra temporada.

Tierra Prometida

Como Moisés, el de la “soap opera” que hace furor en la tele, Trump dividió las aguas, y aprovechó la grieta para polarizar al electorado y llegar a la Casa Blanca. El moderno faraón supo conquistar paradójicamente al electorado más pobre con su volver a la Tierra Prometida: “Make America great again”. Traducido: un Estados Unidos en la punta de la pirámide en lugar del modelo igualador de Obama.

El relato Trump se apoya en ese sentido en el discurso generalizado del partido republicano, que tiene al documentalista Dinesh D'Souza (ver recuadro) como su Michael Moore (el realizador que facilitó la demolición del gobierno del presidente republicano George W. Bush con “Fahrenheit 9/11”, se ocupó este año también de pegarle a Trump). El primer trabajo de D'Souza fue furor en 2012: recaudó 20 millones de dólares, y lo vieron en el cine millones de personas en 1.800 salas Estados Unidos. El documental “2016: Obama's America”, basado en su libro “The Roots of Obama's Rage” (“Las raíces del odio de Obama”), pintaba una visión apocalíptica del fin del gobierno de Obama, argumentando que el presidente demócrata tiene una “ideología colectivista tercermundista” cuyo objetivo es “limitar la influencia de EE.UU. en el mundo” por considerar a Washington “una fuerza destructiva”.

En el mismo sentido, el propagandista de Trump le pegó durante la campaña a Clinton con el libro “Hillary’s America” (que también tuvo su pata documental, condenado ahora por Hollywood a los Razzie 2017: los Oscars del mal gusto), que argumentaba que la candidata demócrata era la punta de lanza de una elite liberal que gobiernaba el país sirviendo sus oscuros intereses en contra de la “gente normal” subvirtiendo por el camino los “verdaderos” valores de Estados Unidos. Un discurso antielitista con retórica evangélica, que ponía a la izquierda como la destructora de los pilares de la civilización occidental.

Otros autores se sumaron a la corriente dándole letra a Trump, y aprovechando el boom editorial apoyado en una clase media descontenta con la administración de Obama: Dick Morris, que trabajó para los Clinton en la campaña de 1996 publicó “Armaggedon: Cómo Trump puede derrotar a Hillary”; y Steve Bannon, jefe de campaña de Donald, escribió “Clinton Cash”, que analizaba la multimillonaria fundación del matromonio y su financiamiento político a partir de donaciones exorbitantes, que devolvía con gestiones, sobre todo en la época en que Hillary dirigía el Departamento de Estado.

Profeta en su tierra

Las críticas a los Clinton y Obama germinaron en sectores rurales del país, y en ciudades industriales abandonadas por la gestión Obama (como Detroit). La promesa de un Estados Unidos más industrial y menos financiero, presionando a las automotrices, por ejemplo, o peleándose con el WallStreet que bancaba a Clinton, fueron puntales del relato Trump. Sin embargo, el actual presidente, lejos está de ser profeta en su tierra. Trump asume el cargo con el nivel de aprobación más bajo de la historia reciente. El empresario toma las riendas de Estados Unidos con una aprobación del 40%, 44 puntos por debajo del porcentaje con el que entró Barack Obama (según una encuesta de CNN). Ese nivel de aprobación es a su vez más de 20 puntos menor al que tuvieron Bill Clinton con el 67% en 1993 y George W. Bush con el 61% en 2001.

El 53% de los entrevistados expresó que las declaraciones y las acciones que Trump ha hecho desde los comicios han ocasionado que sientan menos confianza en su capacidad para gobernar. Para Trump, es una arremetida de establishment, al que asegura ya haber puesto en jaque, mientras enarbola haber logrado que gigantes de la industria automotriz cancelen proyectos en México y decidan destinar esas inversiones a Estados Unidos.

En esa arremetida del establishment entran también según Trump, los principales medios (CNN fue justamente uno de sus grandes detractores), y Hollywood. Los últimos Globos de Oro estuvieron teñidos de política como alguna vez los Martin Fierros en nuestro país, con el discurso de Meryl Streep:"Ese instinto de humillar. La falta de respeto y la violencia incitan a la violencia. Cuando los poderosos usan su posición para maltratar a otros, todos perdemos", indicó. Trump contestó a lo Trump: “una de las actrices más sobrevaloradas de Hollywood, apostó por Hillary y perdió”. Al día siguiente, la revista W salió a bancar a Streep con un video en el que varios actores (Emma Stone, Natalie Portman, Amy Adams, Ruth Negga, Chris Pine, Matthew McConaughey, y Dev Patel, entre otros), cantaban el tema de Gloria Gaynor “Sobreviviré”. "Es el antídoto para un Hollywood que todavía está de duelo, muchos de cuyos miembros eran abiertamente partidarios de Hillary Clinton durante el año pasado, y hoy se han encontrado en la lista de enemigos de Donald Trump en Twitter”, explicó W.

Escribas

Como advierte W, Trump ajusticia en Twitter a sus rivales, dando cuenta que es un presidente 2.0 mucho más activo incluso que Obama: a diferencia de otros políticos, es él quien maneja la cuenta, o al menos quien escribe los mensajes más duros. Así surge de un estudio realizado durante la campaña, que ponía en evidencia que todos los twitts de Hillary eran escritos por su equipo de CM (Community Managers), mientras que Trump usaba la app de Android (tiene un Samsung Galax), y los tw de su equipo salían de un iPhone o via Tweetdeck, y eran los más moderados, comunicando actos, repartiendo felicitaciones al equipo, o retwitteando a seguidores complacientes.

¿Quién escribe para Trump? Jason Miller, que trabaja bajo las órdenes de Stephen K. Bannon, es "la máquina" (como lo apodaron) que redacta todo, incluso el discurso inaugural: "Trump buscará volver a unir a parte del electorado dividido, con un mensaje inclusivo, que empuje a soñar en grande, a pensar en recontruir las ciudades que quedaron abandonadas por la crisis que dejaron los demócratas", le adelantó Miller a CNN.

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