★★★ Nobleza obliga: hay que aplaudir al que se le ocurrió reciclar “Gran Hermano” con parejitas a punto de casarse. Donde “Despedida de solteros” pasa a ser el estadio superior del “BigBrotherismo” secular. Aquí hay “doce parejas doce” que deben separarse por cuatro meses. Hay dos espacios: un loft en la tierra y otro en el cielo, planta baja y terraza. La novia va a uno; el novio, a otro; en cada lugar hay seis muchachos y seis, aún, señoritas. Hay camas singles y otras matrimoniales. La cosa es ver qué pasa: si permanecen fieles, si el tiempo separado genera reflexiones, si el resto de los participantes los manda a hacer arreglos florales para la boda que no ganaron. Porque el premio es la fiesta, el viaje y la casa propia, “el nido de amor”, como repetía Carina Zampini, la conductora que cambió a Gerardo Rozín por Marley. Como en “GH”, aquí se nomina y se echa: en la gala de nominaciones quincenal, los votos con los que se carga cada tórtolo suman para la pareja y la dupla nominada va al teléfono. Cásese quien pueda.
La gala de presentación fue monótona porque reiteró doce veces cómo doce parejas se presentaban, poníanse anillos, eran separados por un muro movedizo después de sesenta segundos de despedida lacrimógena y vuelta a empezar con los próximos participantes. La atracción estaba centrada en conocer a los novios seleccionados: dos actores, dos payasos, un cantante de cumbia, una aspirante a vedette, una chica devotísima que le pidió a Dios un marido gastando miríadas de rosarios, un par de madres, varios Ni-Ni de diferente nivel socioeconómico, un curioso concejal cordobés al que ningún banco le da un crédito hipotecario y hasta un periodista de espectáculos y un médico, entre otros. Lo que abunda es la búsqueda de fama y, disculpen, pocas ganas de pagar un alquiler si tanto deseo hay de vivir juntos. Los realities olvidaron hace rato la razón por la que nacieron. Ya no sorprenden con gente como uno sino que se trata de avisados y amigos de las cámaras. Cada vez más, el chiste se repite.
Habrá que ver cómo sigue. Por ahora, sabiamente, las historias de los casamenteros van en dosis justas para que el público los conozca y tome partido. Por ahora, los vimos de traje o similar y de vestido blanco, más o menos largo y escotado. Al entrar a “la casa” los esperaba un barman con “algo seco o algo dulce” y a jugar.
Buena dupla de conductores la de Marley y Zampini. Él, nada torpe, muy aplomado; ella, con mucho oficio y esa lagrimita de hermana mayor que se emociona ante el casamiento de la más chiquita. Y mientras tanto, las parejas, separadas al crecer, de entre ocho meses y ocho años de rutinas. ¿Vio esas hamburguesas dobles que salen por tiempo limitado? “Despedida de solteros” parece un poco eso: lo mismo pero en ración doble para parecer diferente.
por Leni González
Comentarios