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POLíTICA | 07-03-2017 00:00

Cómo vive José López en prisión: peleas, paranoia y deseo de estudiar

La vida entre rejas del ex secretario de Obras Públicas K. Soledad, discusiones con internos, sospechas de micrófonos y la posibilidad de “arrepentirse”.

José López no tiene miedo ni tampoco ha recibido presiones” dice su abogado Fernando García, quien junto a Diego Sánchez representa al ex secretario de Obras Públicas del kirchnerismo. Sin embargo, actitudes extrañas del detenido parecieran desmentir la afirmación de su defensor. Fuentes cercanas al penal de Ezeiza, donde se encuentra preso el ex funcionario, dicen que son varias las veces que han visto a López caminar de un lado a otro y susurrando bajito. “En pocos metros va y vuelve una y otra vez y por momentos habla solo”. Por otro lado, aseguran que incluso llegó a desconfiar de sus abogados, a quienes acusó de ser “dos simuladores”. Además, según otra fuente cercana a la causa, el hombre de los bolsos “sigue pensando que en la cárcel hay micrófonos y que lo están escuchando”.

Durante doce años “Josecito”, como lo llamaban sus íntimos en su etapa nestorista y cristinista, fue el número dos (el uno era Julio De Vido) de la obra pública en todo el país, un hombre acostumbrado desde su puesto de secretario a disponer de las prerrogativas que da el poder. Esta costumbre, a pesar del cambio de contexto, la sigue manteniendo, lo que le ha generado problemas con otros reclusos. “Discutió con unos compañeros de pabellón por unas tarjetas de teléfono que tenía, parece que algunas eran para celulares que aquí están prohibidos y eso ocasionó el problema” dicen las fuentes. Sin embargo, en las requisas realizadas no se le encontró ningún teléfono móvil. “Mi cliente llama desde el teléfono del pabellón con tarjetas, no tiene celular ni ningún privilegio” afirma su abogado defensor mientras cuenta que cuando lo visitan tienen que dejar todo en la entrada y que al retirarse los guardias hacen una requisa dentro de la celda de López. Para Fernando García, se dicen muchas cosas de su defendido que no son ciertas. “No es falopero, lo que sí está desbordado por la situación, todos los días recibe malas noticias”.

No lo dejen solo

María Amalia Díaz, tucumana como su esposo, es desde hace 25 años la mujer de López. Sin embargo, desde la detención de su marido son pocas las veces en que ha compartido tiempo con él. “La familia no lo visita mucho, son muy parcos, tienen una relación muy fría” dice una fuente de confianza del ex secretario. Y agrega que desde su detención nadie de la política lo ha llamado. “Después de tantos años trabajando en el poder y con tanta gente que solo se acercaba para pedirle cosas, José se fue armando de una coraza, él es muy reservado”, agrega.

El ingeniero López tenía, la madrugada del 14 de junio en que fue detenido en el convento Nuestra Señora de Fátima de General Rodríguez, 8.982.047 dólares, 153.610 euros y 49.800 pesos distribuidos en fajos, bultos, bolsones y una valija. Además de teléfonos, una carabina Sig Sauer calibre 22 y seis relojes de lujo. “Maldita la hora en que decidí ir al convento”, debe pensar López en sus caminatas.

Trece causas tiene en su contra. A las más graves, enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, se les suma por un lado Skanska, Sueños compartidos, un plan para favorecer con obra pública a Austral Construcciones, desvío de fondos públicos, propiedades ilegales, portación ilegal de arma; y por el otro, tiene causas en las provincias de Corrientes, Tucumán y Jujuy relacionados a la construcción de viviendas. El hecho de tener que sentarse a declarar frente a Di Giorgi, Ercolini, Rafecas o Bonadio, algunos de los jueces que sentenciarán en estas causas, ha despertado en el ingeniero una nueva vocación. “Quiere estudiar abogacía”, dice su defensor. Las circunstancias lo ameritan. “La figura de arrepentido es una posibilidad que la tiene presente, pero solo le servirá si da información que resulte valiosa y que vaya para arriba” sostiene su patrocinador.

En el estudio de Fernando García y Diego Sánchez hay colgados dos trajes cubiertos con sus respectivas bolsas. “Esta semana tiene que declarar ante Daniel Rafecas, nosotros le llevamos uno de esos trajes para que esté bien presentable”. Mientras, en el Complejo Penitenciario Federal I, conocido como la cárcel de Ezeiza, el penal más grande del país, se lo suele ver a José López caminando en un constante ida y vuelta que pareciera no tener fin en ese laberinto de celdas y pabellones.

por Gonzalo Catalán

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