Hasta el domingo 9 por la noche, Roberto Baradel estaba encerrado en el desgaste del conflicto docente. Demonizado por el oficialismo y la mayoría de los medios, cargaba sobre sus anchas espaldas una cruz novedosa: jamás antes los maestros agremiados habían perdido tanto consenso en la opinión pública ni se había logrado meterlos en la misma bolsa del sindicalismo "feo, sucio y malo". El macrismo, con la modosa dureza de María Eugenia Vidal en el centro del dispositivo gubernamental, venía logrando convertirlo en el Barrabás de estas calientes Pascuas. Pero el domingo 9 volvimos a conjugar el verbo reprimir en Plaza Congreso y el aislamiento en ascenso de Baradel derivó en el paro nacional docente más politizado de todos los del año.
Tras meses de debate público sobre el derecho o no a cortar calles y avenidas, los manifestantes fueron echados por haber obviado pedir permiso para ocupar un espacio en dicha plaza. A juicio de quien esto escribe, deberían haberlo solicitado, pero no para ver si los dejaban reclamar (eso es un derecho constitucional), sino porque estaban instalando la enorme estructura metálica de una "escuela itinerante" que, mal hecha y sin control, podía ser peligrosa hasta para sus propios promotores. Del otro lado, el profesionalismo de la todavía debutante Policía de la Ciudad brilló por su ausencia y el costo mayor, después de los chicos que siguen perdiendo días de clases, lo pagaron las autoridades.
El país parece haberse enredado una vez más en la dinámica propia del conflicto entre los derechos de unos contra los derechos de otros y los intereses político-electorales de las conducciones de ambos polos como telón de fondo. Ya nos ha pasado. No nos fue bien. Cuando todos tienen algo de razón, nadie la tiene. Y si nadie pone un poco de calma, sólo queda esperar el próximo choque para ver si las fuerzas se desnivelan y se impone una. O se excede y chau. Desde 1983 hasta hoy, tuvimos paros salvajes y gobiernos ensimismados a montones. Épicas marchas blancas y tediosas carpas blancas... Hagámonos cargo: nada de eso sirvió para nada. Miren las escuelas...
A diferencia de otros sectores sindicales, las dirigencias docentes han mantenido estándares más que aceptables de honestidad y sencillez, ventaja comparativa muy loable que, sin ambargo, no las salva de microclimas irreales, ideologizaciones extremas a favor o en contra, oportunismos ventajeros y la simplificación de un tema tan estratégico al tamaño de un bolsillo.
Por derecha, por izquierda, por centro, por arriba y por abajo, los argentinos somos unos tremendos fracasados en materia educativa.
El problema no es Barrabás. Es Pilatos.
* Jefe de redacción de NOTICIAS.
por Edi Zunino*
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