El último de los cambios en el gabinete de Mauricio Macri se hizo sin estruendos pero sobre todo sin pudor. El Presidente claramente ya toma decisiones más allá de las lecturas políticas, del círculo rojo y hasta de sus aliados políticos. No hay déjà vu más contundente de la década de los 90 en la Argentina que ver al políglota Jorge Faurie en los despachos más importantes de la Casa Rosada. Y así nomás acontecerá desde el próximo 12 de junio cuando el nuevo canciller asuma su flamante función.
Los antecedentes de Faurie lo dicen todo. Si bien es un hombre de carrera, su cercanía con el poder menemista no fue solo formal como secretario de Protocolo y Ceremonial de ese gobierno, sino que terminó siendo socio personal de uno de los secretarios privadísimos de Carlos Menem, Ramón Hernández (nombre que, confieso, no pensé volver a escribir en una crónica periodística en mi vida), en un emprendimiento que el futuro ministro olvidó de contabilizar en su declaración patrimonial en su momento y que lo llevó a rendir cuentas periodísticas y judiciales...
El cambio hizo ruido para afuera por estos antecedentes y para adentro por cuestiones políticas. Para los aliados radicales, Malcorra era considerada un alfil propio. Y desde ya se enteraron del reemplazo al mismo tiempo que los periodistas.
El único en salir a dar su parecer por fuera de todo acuerdo fue el canciller Dante Caputo. “Tenemos una política exterior básica, reducida a cuestiones de inversiones y comercio. Y claramente es un error. Malcorra estuvo leve y desinformada respecto a Venezuela, la canciller tuvo una típica reacción de burócrata de la ONU... Con Faurie no será diferente... Nada cambiará lamentablemente”, se despachó el ex canciller.
Atrás de su crítica para nada solapada se esconde también la lectura política de muchos radicales. Claro que con este último cambio Macri insiste una vez más en la homogeneización. Malcorra, por trayectoria y perfil, era de quienes estaban al margen de la égida de Marcos Peña. Si bien respondía al jefe de Gabinete, no fueron pocas las veces en que discreparon sobre los urticantes temas diplomáticos.
Faurie es pragmático y fiel. Viene de la mano de Peña, del compañero presidencial José Torello y del secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo. De esta manera, el gabinete queda más homogeneizado que nunca.
por Nancy Pazos
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