Griselda Siciliani se acurruca contorneada en un sillón de su camarín del teatro Lola Membrives, donde encabeza “Sugar”, la obra que lidera la taquilla porteña. Lleva unos stilettos nude altísimos, una gargantilla y brazaletes. El resto es piel. Tiene el pelo volcado sobre su perfil izquierdo. Posa como si lo hiciera para un artista plástico.
Sube la foto a las redes sociales y se ríe de la picardía con un #MaestroSoyHorrible. Basta eso para que se levanten 43.700 pulgares virtuales de su 1,3 millón de seguidores. Después se tira de espaldas sobre el mismo sofá, con una boa blanca cubriéndola en la medida justa para insinuar y hace otra toma. La seducción es un romance entre lo que se adivina, lo que se oculta y lo que se muestra.
También comparte una imagen de cuando está a punto de irse a dormir, a cara lavada y cargada de cansancio, con una leyenda que dice: “Después de tanta foto posada haciéndome la potra, acá les dejo esta en la que salí bien fulera!!! #equilibrio”. Siciliani tiene cintura para dosificar los centímetros de desnudez que entrega por capítulos y puede misturarlo con fotos de su hija Margarita o con una selfie en la marcha en contra del 2x1 a los genocidas.
Halle Berry abre los brazos en un gesto de “acá estoy”. Lleva una túnica blanca escotada hasta el ombligo con flores labradas que dejan ver en contraluz su silueta sin ropa interior. La ofrenda logra que casi 158.000 personas le den su visto bueno y que los medios repliquen: “A los 50, sacude las redes”.
En la moda se lleva la desnudez y las redes sociales son la alfombra roja que todos fantasean caminar. Cuando lo cool se vuelve hot.
A rockearla
Entre mate y mate, Jimena Barón le dice a su fotógrafa y amiga Justina Bulbarella: “Necesito fotoooos”, y allí van. Ella se saca la ropa, se sienta en el brazo del sillón de su casa, agarra una guitarra, cruza las piernas y empieza la magia. La novia de Del Potro tiene 2 millones de seguidores en Instagram y logra mover las aguas: aquella toma gana 63.200 likes y 273 comentarios. No hay demasiada producción sino un ojo artístico entrenado detrás de una cámara profesional en lugar de una autofoto con un celular. Es glamour 2.0. Como Candelaria Tinelli, que compone imágenes sobre las propias figuras que se tatuó en el cuerpo. “La imperfección es belleza”, les tira a sus 2,3 millones de seguidores que le responden con 141.000 “me gusta”.
“La gran diferencia no es la presencia del cuerpo sino más bien el modo de comunicar. Ahora son ellas las que toman la palabra y resuelven decir y mostrar lo que quieren. Parece una puesta al día de la figura de la diva, ya no distante sino aggiornada”, opina Daniela Koldobsky, Magíster en Estética y Teoría de las Artes y Licenciada en Historia de las Artes Visuales. “Siciliani pasó de ser la madre de 'Patito Feo' a la mujer fatal de 'Sugar. Al exponerse con sus distintas facetas –una mujer sexy, una madre, una ciudadana–, genera una sensación de mayor cercanía con su público”, opina Horacio Serebrinsky, director de la Escuela Sistémica Argentina.
Desde lo que implica la construcción de lo femenino, Koldobsky marca como una bisagra aquel famoso “todo lo hago por mis hijos” de Nazarena Vélez. “Estas mujeres no tienen ni ese prejuicio ni el 'me desnudo hasta que sea madre', eso ya quedó atrás”, explica. Basta ver a Flor Peña, cuando estaba a punto de confirmar su tercer embarazo, haciéndose una selfie con foco en su escote abultado y una sonrisa de oreja a oreja.
Likeame
Para Claudio Regis, Community Manager, una de las razones de la multiplicación de estos posteos es que se convierten en un modo de tener prensa fácil, porque habrá medios y portales que levanten esa osadía y la conviertan en “noticia”. “Es un modo seguro de mover las redes y decir 'acá estoy'. Ese mensaje no es sólo para sus seguidores sino principalmente para la industria, para sus colegas, para las marcas y hasta para sus relaciones personales. Es rápido de generar, mucho más que un 'pensamiento que transforme al mundo', y tiene un fuerte impacto”, explica. Además de ser usinas de sus propios contenidos, las celebridades también pueden medir el rebote: las redes funcionan como un Ibope propio, un minuto a minuto personal.
El asesor de imagen Fabián Medina Flores considera que tanto la alfombra roja como la pasarela de alta costura se “instagramearon”. “En enero, Dolce & Gabbana hizo un desfile con 43 modelos que son influencers digitales. Fueron elegidos porque cada uno de ellos tiene más de un millón de seguidores y son considerados influencias reales. Por eso, Louis Vuitton o Carolina Herrera se pelean por tener a Cameron Dallas”, asegura. Dallas tiene 22 años y 19,6 millones de seguidores en Instagram. Una foto suya en la cama con el torso desnudo y una bandeja llena de comida en el regazo promueve un millón de likes y casi diez mil comentarios. Empezó como youtuber hace poco más de tres años, se autoproclamó modelo en Instagram y ya filmó películas y grabó canciones. “De ahí que aparezcan rankings de influencers en donde un youtuber queda un escalón arriba o abajo del Papa”, señala Claudio Regis.
Espejitos de colores
¿Cuánto impacto concreto tiene la Matrix de las redes sociales? “Se calcula que sólo al 1 por ciento de los seguidores le aparece el posteo que hagas y, de ese número, hay que ver qué porcentaje efectivamente entra a verlo”, explica Regis. El sistema debe filtrar qué mostrarle a cada uno porque mandar toda la información de cada contacto sería (todavía más) enloquecedor. “Hay softwares que determinan sobre qué te darán aviso y lo hacen, por ejemplo, en función de la cantidad de comentarios que tenga un posteo o de la frecuencia con la que interactuás con esa persona”. Claro que no es lo mismo el millón de seguidores en Instagram que quienes efectivamente sacan entrada para ir a un concierto o al teatro. Regis hace el contraste: “Las redes tienen su propia lógica. Probablemente tenían más peso y fidelidad las 'nenas de Sandro' que los seguidores de Instagram. Si no todos llenarían veinte estadios de River. Quien se confunde lo virtual con lo real, se equivoca. Como le pasó a Nai Awada, a quien se le ocurrió convocar a sus veinte mil seguidores en el Planetario y fue ella sola”.
En jaque
Si los hermanos Grimm volvieran a escribir “Blancanieves”, en vez de ponerle en la mano a la reina un espejo, le darían un Smartphone. Ella se sacaría selfies con boca de pato y repetiría una y otra vez la pregunta de quién es la más linda. “Hay una explosión geométrica respecto de la mostración del cuerpo. Ahora vivimos en una sociedad autoexpuesta. Un ejemplo de eso son las bloggeras que enseñan tendencias de moda pero se sacan fotos a sí mismas. Los distintos puntos del sistema industrial están en las mismas manos, como si asistiéramos a una autobroadcastización”, opina Koldobsky. Para Medina Flores, volvieron los ´90 como concepto estético pero el cuerpo ya no es centro de escena desde el destape sino desde el disfrute: “Podés ver con transparencias, superescotes y tajos a Yanina Latorre, a Candelaria Tinelli o a Griselda. Lo hacen desde el #enjoy, disfrutar. No es la perfección sino el estilo”, sostiene.
Cada like es alimento para el ego, para una carrera profesional y para facturar. “Es la búsqueda constante de que uno existe y está para y por los otros. Todos somos un poco actores y un poco modelos. Pero cuidado que la mercadería de este negocio somos nosotros mismos”, concluye Serebrinsky.
por Valeria García Testa
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