"Soy cornuda, lo acepto, déjenme transitarlo y procesarlo en mi casa como puedo. Después de todo, mi marido no robó ni mató”, se defendió Yanina Latorre en medio del desguace de chats, audios e imágenes del affaire de Diego Latorre con Natacha Jaitt. A un mes del cimbronazo, viajó con el padre de sus hijos en plan romántico a Punta del Este. Ese mismo fin de semana, Silvina Luna confirmaba que se había separado definitivamente de Ezequiel “El Polaco” Cwirkaluk y enterraba los preparativos de boda, tras hacerse públicos los mensajes de Whatsapp del cantante con su ex Valeria Aquino.
Que el mundo de la monogamia fue y será una empresa dudosa, ya se sabe. En el 506 y en el 2017, también. Pero hoy vivimos revolcados en las redes y en el lodo del disfrute “per se”, del aquí y ahora y del “lo quiero todo”. En la era “open mind”, ¿qué peso específico tiene la traición amorosa? ¿La fidelidad es un principio devaluado o una misión cada vez más imposible?
Nocaut
La terapeuta de parejas y especialista en infidelidad Gabriela Rougier asegura que pocas experiencias son tan devastadoras como la revelación o el descubrimiento de una infidelidad y compara el trauma con el de vivir una catástrofe natural. Para Rougier, el impacto psíquico es todavía más profundo y doloroso que décadas atrás y eso tiene que ver con lo que se deposita en la pareja: “Hoy elegimos con quién estar y tenemos muchas expectativas puestas en el otro: las parejas deben ser mejores amigos, mejores padres, mejores amantes, divertirse juntos, tener los mismo valores y hacerse sentir elegidos y únicos”. Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo, nota una mayor tolerancia ante el engaño, pero acuerda con que sigue siendo el mismo golpe en el estómago del ego. “Lo que se descubre es un aspecto desconocido del otro y genera un impacto emocional muy importante. Ante la infidelidad, aparece la extrañeza de pensar con quién estoy y qué es lo que nos une”, opina.
Las redes sociales son el escenario al que se suben recortes ensalsados de vida privada, desde tiernas postales familiares hasta momentos eróticos. “Nuestras abuelas podían sospechar de su marido si encontraban un pelo de otro color o una cajita de fósforos de un hotel. Ahora se accede a audios, chats o videos de la pareja con otro partenaire. Asistir al vivo y en directo de la traición, implica un trauma aún más profundo”, asegura Rougier.
Todos y todas
El mercado sexual amoroso ofrece múltiples aplicaciones para el levante. A las más generales, como Tinder, se suman otras de nicho, para los infieles. Second Love se promociona como “la red social para personas comprometidas que buscan una relación paralela”, tiene más de 2.5 millones de usuarios en el mundo y casi 300 mil en Argentina (que se suscriben pagando unos 10 dólares al mes), de los cuales un 65 por ciento son hombres y un 35 por ciento, mujeres; de 35 a 55 años. Una encuesta entre ellos mostró que apenas el 11 por ciento de las aventuras acaban en un encuentro sexual y que el 39 por ciento se propone lo que se denomina “infidelidad emocional”. “Es un chichoneo virtual, ganas de hablar con otra gente, tomar un poco de aire. No es que se quieran divorciar sino que los lleva las ganas de divertirse un rato”, dice el vocero de esa web, Matías Lamouret.
Una década atrás, la gran mayoría de las parejas que llegaba al consultorio de Gabriela Rougier lo hacía por una infidelidad masculina, hoy la proporción es 50 a 50. “No tiene que ver con el género sino con la posibilidad. Antes el rol de la mujer quedaba encuadrado en lo doméstico, ahora eso cambió y está más liberada sexual y económicamente”, afirma. Un síntoma de época fueron las dos tiras televisivas que compitieron en el primer semestre del año en el "prime time": tanto “Amar después de amar” (TELEFE) como “Quiero vivir a tu lado” (El Trece) pusieron eje en la infidelidad, ya no desde el estereotipo de un marido agobiado por la rutina que transgrede límites a espaldas de su (pobre) mujer sino como aquello que atraviesa a unos y otros y hace sufrir a amantes y engañados, sin que esté tan determinado el juicio sobre esos actos. O la serie “Apple Tree Yard” (Fox) en la que la protagonista se enreda en una imprevista relación con un desconocido y, al verse involucrados en un crimen, su familia se entera de la existencia del amante.
Los especialistas coinciden en que las mujeres son infieles más cuidadosas y engañadas más compresivas, y que las desvela si hubo amor o solo sexo; al tiempo que cuando ellos son los que engañan, suelen enceguecerse y tropezar creyendo que tienen todo bajo control, mientras que al saberse traicionados, lo que más les duele es su virilidad herida.
Pareja(s)
Las categorías ya no se agotan en solteros, casados, divorciado o viudos. Uno de los hits de Maluma repite: “Y si con otro pasas el rato/ Vamo' a ser feliz, vamo' a ser feliz/ Felices los cuatro/ Yo te acepto el trato”. El video oficial del tema comienza con la conversación entre un barman (Maluma) y su cliente quien, antes de volver a ponerse la alianza, reflexiona: “Por cada maravillosa, bella y hermosa mujer en el mundo, hay alguien que está cansado de estar con ella”.
Guido Vespucci, doctor en Antropología Social e integrante del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades, de la Universidad Nacional de Mar del Plata – CONICET, hace un recorrido histórico. Mientras estuvo en auge el modelo de familia nuclear basado en el amor romántico y la monogamia –desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX– la infidelidad fue claramente una “válvula de escape” para ese contrato. “Estuvo regida –y en buena medida lo sigue estando– por una doble moral sexual, más indulgente hacia los hombres y más condenatoria o estigmatizante hacia las mujeres”, afirma. Pero a partir de los años ´60, se evidencian las fisuras del amor “para toda la vida” y su rígida regulación sexual, y emerge otro modelo sexo-afectivo, el “hasta que nos cansemos” y la “monogamia sucesiva”. “En las últimas dos décadas, se multiplican lo que podríamos llamar 'nuevos experimentos de vida' (juntos pero separados, parejas abiertas, swingers, entre otros). Aunque con matices, nos hablan de la búsqueda de formas que erosionan o rompen directamente el contrato romántico o monogámico”, explica.
Las leyes reflejan esto: el nuevo Código Civil posibilita que las partes pidan el divorcio unilateralmente sin más argumento que querer separarse y no contempla la figura del adulterio. “Ya no le da la misma cobertura a quien está casado y sufrió una infidelidad. Antes si se demostraba el adulterio, te llevabas el título de infiel y la sanción económica de la cuota alimentaria. Creo que hoy pasamos de la infidelidad de las sábanas a la infidelidad económica”, afirma la abogada Ana Rosenfeld.
Aun así el mayor porcentaje de las parejas estables sigue funcionando bajo el contrato de fidelidad y es como si estas formas más flexibles se acoplaran al esquema monogámico y lo increparan. “Incluso una pareja swinger o una abierta tiene determinados códigos y pautas de acción que determinan lo que 'se puede' y 'lo que no'; y quien transgreda esos límites, va a ser considerado infiel”, explica Rougier.
(Auto) Fidelidad
Amalia Granata estaba embarazada de seis meses cuando una productora de TV la llamó para decirle que tenía pruebas de que su pareja Leonardo Squarzon estaba engañándola con una rubia que se hace llamar Pau Linda. “Cuando me enteré, me agarró taquicardia y no sentía las piernas, pero nunca pensé en separarme –contó luego-.
No está en discusión la cagada que se mandó Leo. Él es culpable, entre comillas. Y se hizo cargo. Pero hablar de culpas y de que yo lo perdoné. En su momento lo perdonará Dios”. La ahora precandidata a diputada nacional por el massismo siguió en pareja con Squarzon y hasta bromeó: “¡Me hubiese cagado con la China Suárez en vez de con ese mamarracho!". En cambio, Pampita Ardohain, cuando encontró a Benjamín Vicuña con la China en un motorhome, debajo de una manta de Nepal y con las manos en la palta, llegó a mostrar públicamente las cámaras de seguridad del interior de su casa para “probar” que no estaban tan separados como él decía.
René Pedroza Flores, doctor en Ciencias Sociales e investigador de la Universidad Autónoma del Estado de México, explica a NOTICIAS que antes las mujeres aguantaban la traición desde el sometimiento y el auto engaño de cerrar los ojos ante lo que sospechaban o sabían. “La exigencia cultural de lo formal era superior a cualquier otro sentimiento. Hoy somos libres, por eso también hay mayor frustración cuando se descubre un engaño, porque hay maduración emocional, tenemos más claro lo que queremos y lo que no, fijamos los límites y el compromiso con el otro, tenemos mayor capacidad de elegir y, por sobre todo, no queremos que nos lastimen”.
Para Gabriela Rougier, es un hecho que cada vez resulta más difícil ser fiel, por la cantidad de estímulos sensuales y posibilidades, pero también porque “vivimos tres vidas de las de nuestras bisabuelas, por lo tanto, hoy podés tener tres relaciones amorosas importantes y que tengan el mismo peso que el casarse para toda la vida de nuestros antepasados”, asume. “Estamos en una sociedad del eterno hedonismo, del deseo por el deseo mismo. Y eso se transmite a las relaciones amorosas y sexuales: nos volvemos objetos, consumibles y desechables casi en el mismo acto. En el boom de los manuales de autoayuda, cuesta entender que la relación amorosa no se basa en el principio de la felicidad, sino que surge de la construcción en el conflicto, en el acuerdo y en las diferencias. El amor es el manejo de la complejidad”, define Pedroza Flores.
Embelesados por la fantasía de que se puede (tenerlo) todo sin el costo de resignar nada, con el objetivo de disfrutar siempre más y la convicción de que la felicidad propia es EL valor de estos tiempos; quizás la verdadera transgresión pase por encarar una construcción conjunta, sostenida y honesta.
por Valeria García Testa
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