Mauricio Macri no es Lenin, pero quiere tener su Revolución de Octubre del 17. Cien años después de la rebelión que instauró el comunismo en Rusia, el Presidente quiere convalidar en las urnas el 22 octubre el apoyo a su proyecto capitalista. “Para tener una Argentina más abierta, moderna, capitalista, hay que seducir a los argentinos de que les conviene”, enuncia uno de los integrantes de la mesa chica del Gobierno. Con la victoria en las legislativas, Macri estará más seguro de que en 2019 se convertirá en el primer presidente no peronista que termina su mandato en 91 años. El anterior fue Marcelo T. de Alvear, en 1928.
Para seducir al electorado seguirán apostando por lo que llaman “gradualismo”, más allá de que el kirchnerismo y el resto del peronismo hablen de ajuste. En ese contexto se inscribe el proyecto de presupuesto 2018 que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, envió al Congreso. En ese marco se instala una agenda de reformas tributaria, previsional y laboral, de contenido impreciso, seguramente por razones electoralistas.
Uno de los empresarios favoritos de este Gobierno de CEO’s –como Macri y sus vicejefes de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui– es el unicornio (emprendedor tecnológico exitoso) Marcos Galperin, cofundador de Mercado Libre. Galperin explotó las redes sociales el pasado 9 de septiembre cuando escribió en Twitter que si el país no imitaba la reciente flexibilización laboral de Brasil iba a perder “millones de empleos”. “Comparto sus objetivos, pero estos empresarios se quedaron enamorados de (Carlos) Menem y (Domingo) Cavallo. Piensan que si las reformas no son abruptas, fracasan. No aprendieron de la crisis de 2001, de las reformas que se hacen de manera unilateral y autoritaria. No veo que acá sea necesaria una reforma como la de Brasil. Así como estamos, la economía crece al 4% (interanual en junio, pero en el acumulado anual lleva 1,6%), el empleo sube 1%, con mejora salarial, ganamos las elecciones y tenemos el apoyo del mercado. Todo será gradual o no será. Todo despacito”, definen en la Casa Rosada.
Cambiemos logró en las PASO a diputados un 35,9% de los votos a nivel nacional. A su vez, el riesgo país bajó en septiembre al menor nivel desde 2007, cuando el mercado se ilusionaba con que Cristina Fernández de Kirchner mejorara la institucionalidad.
“Necesitamos que nos crean los argentinos y los mercados de capitales internacionales”, se concentra un alto funcionario con Coca-Cola Light de por medio. “Parece que ambos nos entendieron. Queremos una economía más abierta, flexible, con más crédito, en la que a la gente le va mejor, tiene más trabajo, mejor salario, mejor educación”, se entusiasma.
Macri había pedido en 2016 a todos los ministros que cada uno eliminara diez programas. “No venimos a hacer bien lo que antes no se hacía bien sino a hacer lo que hay que hacer”, les había dicho. A muchos ministros se les hizo difícil cumplir. De todos modos, conseguirán reducir el gasto de la administración central del 22,5% del PBI en 2015 al 20% en 2018, según sus previsiones.
Para 2018, el Gobierno prevé recortar el déficit fiscal primario (antes del pago de intereses de la deuda) del 4,2% del PBI al 3,2%, un punto porcentual, cifra considerable si se tiene en cuenta que en 2017 bajaría 0,6 gracias a los ingresos extraordinarios del blanqueo fiscal. Ese punto se compensará con el aumento del pago de intereses de la deuda, fruto del mayor endeudamiento externo al que apostó Macri para evitar una mayor recesión en 2016 y financiar el crecimiento de 2017. El déficit fiscal financiero (después de intereses) bajará sólo del 1% al 0,9% del PBI entre este año y el próximo. El kirchnerismo y el massismo critican que el recorte de subsidios y consiguiente tarifazo en energía y transporte de 2018 sirva para pagar deuda.
¿Cómo bajará el rojo primario en un punto? Sobre todo con poda de subvenciones a la electridad y el gas, y también al colectivo, el tren, el subte y a Aerolíneas Argentinas. En 2017 mantuvo sin cambios la tarifa del transporte en el área metropolitana, lo que representó 14.000 millones de pesos de subsidios para un total de 200.000 millones. “Buscamos atenuar el impacto en el poder de compra”, justifican en el Gobierno esta decisión en año electoral, después de un 2016 en el que el salario perdió un 6% de su valor.
La reducción de subvenciones implicará en 2018 un ahorro de 0,3 a 0,4 punto del PBI. El otro 0,7 punto será aportado porque el gasto público crecerá menos que la economía, según el Ejecutivo. El presupuesto prevé una expansión económica del 3,5%, más que el consenso de bancos y consultoras, que llega al 2,9%, según el relevamiento de FocusEconomics. Economistas que suelen acertar en sus pronósticos prevén un crecimiento de 1,6%, como Miguel Bein, 1,4%, como Gabriel Rubinstein, 2%, como los de la consultora Ecolatina, 2,2%, como los de Econométrica, o 2,1%, como Orlando Ferreres. Si la economía crece menos que 3,5%, la recaudación aumentará menos, el gasto representará una mayor porción del PBI, el déficit resultará entonces más grande y quedará la opción de ajustar más o contraer más deuda. Ambas opciones pondrían a prueba el apoyo de los argentinos y el del mercado.
Evasión
Pero el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, predice que la recolección de impuestos crecerá más que el PBI, lo que también contribuiría a bajar la relación del déficit con el tamaño de la economía. Para lograr ese objetivo, el jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Alberto Abad, reforarzará la lucha contra la evasión. Eso sí, enfrentará una reducción real de su presupuesto: la administración fiscal gastará 7,3% más, menos que la suba de la inflación.
El Gobierno prevé que jubilaciones, pensiones y asignaciones crezcan por encima del alza del índice de precios al consumidor (IPC). El gasto en seguridad social subirá 21,7%, más que el 15,7% de inflación que anticipa el Gobierno. Es curioso, porque el Banco Central se ha fijado una meta del 8% al 12%. Ya en 2017 anticipaba del 12% al 17%, pero el presupuesto 2018 indica que el presente año finalizará con un 24%.
“Como hay un mecanismo de actualización automática de la Seguridad Social, hay que bajar otros gastos”, comentan en la Rosada. ¿Cuáles? “De todo, infinidad de cosas. Estamos con la plantilla de empleados congelada, incluso con leve baja. Hay gente que se va o se jubila y no se reemplaza. No nos preocupa que los ministros se quejen. No hay nada más importante que bajar el déficit primario al 3,2%. Lo que va a generar polémica es el aumento de tarifas. El resto del ajuste es de burocracia. Pero el ajuste grande pasó en 2016. Lo milagroso fue sacar tantos votos con lo que tuvimos que hacer. Hoy ya no tenemos ningún desbalance. Sube la inversión, el crédito”, se envalentonan en la mesa chica.
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