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POLíTICA | 03-10-2017 03:22

La desconocida historia de vida de Patricia Bullrich

Nació en una familia aristocrática, pero luego se rebeló y se unió a Montoneros. Sus primeros pasos en la militancia y su relación con Galimberti.

Patricia Bullrich nació en 1956 como descarriada hija de una aristocrática familia. Hija del médico Alejandro Bullrich y de Julieta Luro Pueyrredón, es parte de un linaje que incluye al Director Supremo de las Provincias del Río de La Plata, Juan Martín de Pueyrredón, y al Honorio del mismo apellido, célebre ministro de Yrigoyen. Entre los logros de la familia están la construcción de lo que hoy es el Patio hómonimo, en Recoleta, que honra al fundador de la fortuna de la casa, Adolfo. Este hombre, tatarabuelo de Esteban -actual candidato PRO en la Provincia-, llegó a ser intendente de la ciudad gracias a la gestión de su amigo Julio Argentino Roca, y construyó su imperio rematando tierras patagónicas arrebatadas a los indígenas, entre ellos los mapuches que defendía Maldonado. “Patricia era zarpada, se animaba a hacer de todo. Éramos medio varoneras, de jugar a los soldados. Ella andaba bárbaro a caballo”, recordó su prima rockstar, Fabiana Cantilo, en una entrevista con La Nación. El modelo prefabricado de crecimiento que le habían impuesto a Bullrich se rompió cuando tenía 15 años. Hasta entonces, según ella, “la ciudad no existía más allá de la calle Córdoba”. Arrastrada por un amor adolescente, empezó a militar en la Juventud Peronista, en la localidad del Abasto, y conoció a Galimberti a fines de 1972. Ese vínculo le cambiaría la vida. “Tenían una relación íntima. Rodolfo confiaba mucho en ella, y la incluyó en su círculo”, dice uno de los pocos montoneros de peso de esa época que aún siguen vivos. Galimberti le acercó las ideas del General Perón y de la militancia sacrificada, y la moldeó y controló ideológicamente aún hasta después del regreso de la democracia. Para su familia, de alta alcurnia y pasado radical, la situación fue escandalosa. “No entendían mucho lo que estaba haciendo”, contó la actual funcionaria en más de una ocasión. A diferencia de lo que ocurría puertas para adentro, la mayoría de sus compañeros, dicen ahora, no la juzgaban por su triple apellido.

A las armas. Fueron años de adrenalina. Para 1973 ya era una de las secretarias de la JP porteña -la cara visible de Montoneros, que comandaba Juan Carlos Dante Gullo y cuyo segundo era Jorge Todesca, actual titular del INDEC, que le dijo a esta revista que pertenecer a la organización armada había sido "su peor error"-, al año siguiente abandonó la Plaza de Mayo cuando el General los llamó “imberbes”, y en 1975 tuvo su bautismo en prisión: dos meses en la Superintendencia de la Policía Federal en la Ciudad y tres en Devoto. Según distintas versiones, Patricia llegó a ser “aspirante”, el rango más bajo dentro de Montoneros, u “oficial”, el primer escalafón importante.

Como toda militante de la época, salió de la cárcel con el prestigio acrecentado, pero el estrellato vendría después: en los albores del golpe militar empezó a salir con Marcelo “Pancho” Langieri, su futuro primer esposo, secretario personal de Galimberti y padre de su hijo Francisco, y poco tiempo después su hermana Julieta -“Julie”, para Patricia- arrancó una intensa relación con “Galimba”. Ninguno de los dos amores sobreviviría a la dictadura: con Langieri se separó en 1982, y su hermana, trágicamente, moriría en París en 1983 -durante el exilio que compartió durante un tiempo con Patricia-, cuando el auto que manejaba su esposo chocó contra una camioneta. Los que conocían a la pareja en aquellos años aseguran que a Galimberti le costó mucho recuperarse de la pérdida.

Lo cerca que le pasó la muerte a Bullrich en aquella esquina de Olivos del comienzo de esta nota, sumado a la decisión política de la cúpula de Montoneros de abandonar el país, la obligó al exilio. En 1977 dejó el país de manera clandestina, junto a Langieri, y osciló por Brasil, México y España, mientras que su esposo seguía las travesías de Galimberti. “Fue una época en la que participó activamente de Montoneros”, asegura un amigo de la entonces pareja. Dos años después hubo un quiebre: la desgastada relación de su mentor político con el resto de la cúpula de Montoneros era insostenible, atravesada por diferencias de criterio sobre cómo organizar la resistencia, y se produjo la famosa división. La solicitada de presentación del Peronismo Montonero Auténtico, el 22 de febrero de 1979 -con críticas de “burocratización” al resto de la “Orga” y la promesa de llevar a cabo “todas las formas de lucha”-, lleva la firma de, entre otros, Galimberti, Juan Gelman, Raúl Magario -tesorero de Montoneros y padre de Verónica, actual intendenta de La Matanza- y Arnaldo Lizaso. También la secundan Carolina Serrano y Carlos Moreno, los alter ego guerrilleros de Patricia Bullrich y Marcelo Langieri. Por esa acción, lo que quedó de Montoneros pidió “la muerte” de quienes firmaron el documento, a la vez que acusaban a Galimberti y sus compinches de robar pertenencias y dinero de la “Orga”. Nada de no guardar rencores.

“Ella siempre tuvo una personalidad oscilante, con convicciones débiles. Patricia siempre pensó en Patricia: por eso pasó de ser 'la Pato' a Bullrich Pueyrredón”, cuenta alguien que la conoció en los años de plomo. El momento en que abandonó sus ideas revolucionarias es poco claro. Durante el gobierno de Alfonsín se acercó al peronismo clásico, fue clave en el armado de la JP Unificada, formó pareja con Néstor Ortiz, un militante de ese movimiento y de tinte más conservador, supervisó y, según algunos, dirigió desde las sombras la revista “Jotapé” que financiaba Galimberti, y para el ascenso de Menem al poder ya era la secretaria política de la JP. En ese entonces rompió con Galimberti, y meses antes de la llegada del riojano a la Rosada tuvo un insólito episodio: junto a Jorge Reyna, otro ex montonero, y varios compañeros, viajó a Montevideo para protestar frente a la llegada del primer buque inglés que paraba en el continente antes de ir a las Malvinas. La aventura terminó a los puños con los marineros del barco, pero, siempre obstinada, Patricia logró hacer unas fotos junto a sus compinches desde la escalerilla de la embarcación “tomada”. Para el fin del gobierno peronista, y luego de su primer cargo electivo como diputada, llegó finalmente a las primeras filas del poder gracias a su gran relación con Fernando de Santibáñez, luego Secretario de Inteligencia de De la Rúa y que renunciaría por verse envuelto en el escándalo de las coimas del Senado. Su estadía en la Alianza, donde alcanzó el Ministerio de Trabajo, terminaría con una renuncia un mes antes del estallido social.

por Carlos Claá, Juan Luis González

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