Primera escena. Hace exactamente un año. Un altísimo ministro del Gobierno nacional llamó al Ministerio Público Fiscal. Exigió hablar con la procuradora. Luego de casi diez meses de rosqueo y movimientos subterráneos, incluyendo almuerzos y cafés, no logró acercarse ni un centímetro a su cometido. Estaba agotado. Entonces, se dejó llevar por la furia: “Si no renunciás va a correr sangre. Y no sólo la tuya, también la de tu segunda, tercera y hasta cuarta línea”.
Segunda escena. Poco tiempo después. Lo que para algunos resultaba el día más esperado de la semana se había convertido en un momento temido en el despacho de Alejandra Gils Carbó. Sin falta, desde que comenzó el 2016, las horas que anteceden al fin de semana se vivían leyendo y releyendo una misma intimidación que se repetía y llegaba siempre ese día. “Te vamos a matar”, le juraban a la última sobreviviente de la era kirchnerista. “Tenemos el doble o más amenazas que las que recibe Vidal”, se quejaban en el ministerio.
Tercera escena. El miércoles 26 de septiembre de el años pasado, sin previo aviso, Julio Piumato, titular de la Unión de Empleados Judiciales y aliado de Hugo Moyano, apareció en la Procuración junto a un trabajador del Ministerio de Trabajo. “Queremos ver el patrón de empleados”, ordenó. Luego de intentar dar vuelta el lugar, retrocedieron ante la queja formal de Gils Carbó y los suyos: sólo pueden hacer una visita sorpresa por cuestiones de salubridad o una denuncia puntual. Al día siguiente, el Gobierno le quitó un edificio y se lo devolvió a su antiguo dueño, el gremialista oficialista Gerardo Venegas. “No vamos a tener lugar físico para trabajar”, decían.
Así vivió el último año quien era la única funcionaria nombrada durante el gobierno kirchnerista que hasta hace algunas horas se había mantenido en su puesto: como en el infierno dantesco. Aunque les había jurado a los suyos que ni por un segundo se le ocurriría renunciar, no resistió el embate y dejó su lugar como la jefa de los fiscales. El Gobierno, que estuvo a punto de promulgar una polémica ley que iba a hacer terminar su mandato en agosto del 2017, estableció entonces como prioridad de Estado echarla y en en el entorno de la procuradora aseguraban: este año no aumentaron lo suficiente el presupuesto destinado a su ministerio y, además, insistían en que le habían trabado un importante préstamo del BID. “Por impedir que llegaran créditos, Macri se quejaba de CFK”, se lamentaba Gils Carbó en la intimidad.
El aguante. La ajetreada vida de Alejandra, como la llamaban sus subordinados en el ministerio, se aceleró desde diciembre pasado. Había abandonado el tenis, deporte que practicaba con frecuencia, y sólo hacía natación un par de veces por semana, en las mañanas: aunque para ella esta actividad es “como hacer terapia”, poco queda de la esgrimista que a los 18 años fue campeona nacional y que tenía un futuro prometedor, pero tuvo que abandonar el deporte por su primer embarazo. Pasaba casi todo el día en el ministerio, al que llegó en el 2012 con el aval de CFK y Carlos Zannini: entraba alrededor de las 9 al edificio de Perón al 667 y se iba a las 6 de la tarde. Cuando abandonaba el lugar, el grupo de WhatsApp que tiene con sus colaboradores más cercanos ardía por los mensajes.
Tenía poco tiempo para sus tres hijos, producto de su antiguo matrimonio con el empresario Héctor Alonso, quien fue investigado por un supuesto fraude a Aerolíneas Argentinas, donde trabajó. Alexia, la hija del medio que tiene 25 años, no se amedrentó ante el embate del oficialismo y parece decidida a seguir los pasos de su madre: avanza en la carrera de abogacía en la UBA. Allí se cruzó con su hermana Damiana, de 32 años, quien hasta hace un tiempo militaba en una agrupación universitaria llamada “Colectivo por la Justicia Social”, que pasó a la historia por el escrache que le organizó a Domingo Cavallo en la Facultad de Derecho en el 2014. Sin embargo, sus miembros aseguran que fueron a “interpelar intelectualmente” al ex ministro de Carlos Menem y que las agresiones vinieron por parte de un sospechoso desconocido. Aunque Damiana no esté más en el movimiento universitario, dejó su huella: la agrupación defiende a la madre de su ex compañera en las redes.
Comentarios