Se podría trazar un mapa minucioso e interminable de las miles de formas en que el patriarcado o el simple y llano machismo marca conductas y prácticas en la vida de las mujeres. Tan concretos como una piña y tan confusos como pagar una cuenta o correr la silla en los restaurantes.
Pero hay un terreno en el que no existe confusión posible: el económico. La máxima vale para para todos pero es especialmente tajante cuando se trata de las mujeres: no hay libertad posible sin un ingreso económico que la sustente.
Dos libros publicados en los últimos años ayudan a comprender mejor la cuestión: “Economía feminista” de Mercedes D'Alessandro y “Quién le hacía la cena a Adam Smith” de Katrine Marçal. En ellos podemos detectar al menos 3 razones por la que las mujeres seguimos siendo el lado débil de la ecuación.
1- Ganamos menos que los varones. “Esta afirmación es un hecho en todo el planeta”-explica Mercedes D’Alessandro. En los Estados Unidos, por ejemplo, una mujer gana 79 centavos por cada dólar que gana un varón. En la Argentina, la brecha salarial es del 27% y llega al 40% cuando hablamos de trabajadoras precarizadas. En muchos países están empezando a exigirle a las empresas que muestren los datos salariales, dado que existen leyes de “pago igualitario”, que o bien no se cumplen, o se esquivan con artilugios.
2- El techo de cristal nos aplasta. Se llama “techo de cristal” al tope virtual que existe para el ascenso de las mujeres a las primeras posiciones. “Las mujeres no sólo ganamos menos que los varones, sino que además nos cuesta escalar en las jerarquías laborales, científicas, políticas. ¡En todas!”-explica D’Alessandro-. “Si tomamos el ranking de las 500 empresas más grandes del mundo, solo el 4% tiene a una CEO mujer. Uno podría pensar que es una cuestión de méritos, pero lo cierto es que las mujeres son la mitad de las trabajadoras en estas mismas empresas, pero empiezan a desaparecer cuando miramos la cima de la pirámide. ¿No están suficientemente formadas? Los datos muestran, por el contrario, que las mujeres tenemos en promedio más años de educación y muchas veces encontramos chicas con más diplomas que su jefe. Hace poco salió una nota que hablaba de las conversaciones en el vestuario post partido de futbol ‘la rosada versus ministerios’. En esos partidos no participan mujeres, por tanto tampoco están para esos ambientes de discusión ‘distendida’ y socialización. Muchas no llegan al brindis en el ‘after office’, donde quizás se cocinó una promoción o un viaje, porque tienen que ir a buscar a los pibes a la escuela. Y ni hablar del problema que representa para las mujeres que ellas tengan 3 meses de licencia de maternidad y los papás de sus chicos solo 2 días. No solo las encarece como trabajadoras sino que además no les asigna ningún rol a los papás en el cuidado, reforzando estereotipos de género”.
3- Las mujeres hacemos miles de cosas gratis. La economía se basa en este trabajo gratuito. “Si yo te pregunto si hoy trabajaste, seguramente vas a pensar en tu oficina pero no en que lavaste los platos o fuiste al super. Esas tareas las asumimos como un no trabajo. La cuestión es que para muchas personas, la suma de todas esas actividades (cocinar, limpiar, atender a los niños y adultos del hogar) lleva muchas horas y compiten con las que le pueden dedicar a trabajos pagos -dice D’Alessandro-. En la Argentina, según una encuesta nacional del INDEC, las mujeres realizan el 76% de estas tareas domésticas no remuneradas. Esto, por supuesto, impacta sobre la calidad de vida que llevan y sobre el tiempo que disponen para hacer otras tareas como estudiar o trabajar fuera del hogar. Muchas aceptan trabajos precarios para poder conciliar el trabajo no pago con el trabajo pago. Esta asimetría es un poco anacrónica. En los años ’60, solo 2 de cada 10 mujeres trabajaba fuera (el resto era ama de casa ‘full time’). Hoy son 6 de cada 10 las que trabajan en el mercado”.
por Adriana Lorusso
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