Cuando Mauricio Macri anunció que iba a habilitar el debate por el aborto, pensaron que les tiraban un balde de agua fría. Se sintieron traicionados y se dieron cuenta de que no estaban preparados. Los movimientos de mujeres llenaban las calles y se movían con comodidad y creatividad en las redes sociales. Los pañuelos verdes se multiplicaban entre los adolescentes y se reproducían los testimonios desgarradores de las consecuencias de la clandestinidad. Los celestes, que en ese momento no tenían ni color, estaban helados. No esperaban tener que salir a librar batalla y para colmo, arrancaban corriendo de atrás. Desde muy atrás. Sin embargo, en el andar, entendieron el juego: copiaron estrategias ideadas por el feminismo, transformaron el discurso religioso en un “reclamo ciudadano” para llegar a más público, crearon un logo y un slogan, capacitaron a los legisladores y viajaron por todo el país para sumar aliados. Los diez monjes negros del no se dividieron el trabajo según sus habilidades y, desde las sombras, lograron organizar a una masa que estaba dispersa. El viernes 9, después de que el Senado rechazó el proyecto votado en Diputados, amanecieron orgullosos y convencidos de que era, aunque pocos lo supieran, un triunfo propio.
Los rostros de la mayoría de estos personajes son desconocidos para el gran público. Excepto aquellos que fueron designados como voceros del movimiento celeste, todos los demás prefirieron mantenerse fuera del foco mediático. Cada uno aportó su experiencia, su poder de lobby, sus vínculos personales, su tiempo y su dinero. Para formar parte de este grupo, había que cumplir apenas un requisito: querer evitar que se legalice el aborto en la Argentina. Con esta norma no dicha, lograron convivir en el mismo reclamo católicos y evangélicos, macristas y kirchneristas, jóvenes y adultos de diferentes provincias y clases sociales. “De pronto estaba al lado de alguien con el que jamás me hubiera tratado y con el que probablemente nunca me vuelva a tratar”, confiesa uno de los organizadores que entendió, desde el primer momento, que sin estas alianzas hubiera sido imposible visibilizar la posición pro vida.
Una de las primeras cuestiones que reconoció este grupo fue la necesidad de crear un discurso no religioso para argumentar su rechazo al aborto. Sin embargo, y a pesar de la insistencia en subrayar que este fue un reclamo de la ciudadanía, hubo dos hombres de fe que resultaron fundamentales en el vínculo de este sector con el poder: Alberto Bochatey, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Plata, y Osvaldo Carnival, pastor de la Iglesia Catedral de la Fe, una de las más grandes del universo evangélico. El primero fue convocado por la Conferencia Episcopal por su trayectoria en bioética y salud para reunirse con los diputados y los senadores y acercarles material de estudio e investigaciones. El segundo fue encontrando su lugar con el correr de las semanas y llegó a manifestarle su posición, en reuniones informales, a Mauricio Macri, Marcos Peña, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
El ex vocero del Papa Francisco, Guillermo Marcó, alentó el crecimiento del grupo y la necesidad de armar una organización que, hacia fuera, pareciera laica; el experto en comunicaciones y dueño de la consultora Open Group, Rodrigo Fernández Madero, se encargó de la logística comunicacional y, junto al periodista Mariano Obarrio (el gran nexo entre todos los miembros de este grupo) viralizaron videos en las redes y crearon el slogan y el logo de “Cuidemos las dos vidas”; Amalia Granata aportó su experiencia en medios y su imagen sirvió para alejar la idea de que estar en contra del aborto es de “señoras pacatas”, según cuenta un allegado; Leandro Flocco, el coordinador del “Frente Joven”, puso a disposición un equipo de expertos para capacitar a los legisladores y “darles argumentos propios”; el arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, Mario Poli, se encargó de la “rosca política” con llamados estratégicos a los senadores; el coordinador de “Marcha por la vida”, Alejandro Geyer, sacó el reclamo a la calle con cuatro movilizaciones y logró acercar a católicos y evangélicos; el urólogo Fernando Secín, de “Médicos por la vida”, recorrió el Congreso y se encargó del coaching científico para argumentar en contra del proyecto de ley.
Con una presencia de mujeres casi nula en el grupo, los diez monjes negros del no trabajaron durante semanas y lograron imponerse. En el camino recorrido, algunos reconocen que se confiaron y no vieron llegar al movimiento feminista y su fuerza. La media sanción de Diputados fue, para ellos, un cimbronazo que los obligó a repensar sus estrategias.
Inicio tibio. Mariano Obarrio podría ser considerado el gran artífice de este armado. Apenas dos semanas después de que Macri anunciara que se iba a debatir la legalización del aborto, en febrero, el periodista acudió a una reunión del “Frente Joven” donde empezaban a pensar qué hacer. Cuando terminó, se quedó afuera conversando con el diputado Jorge Enríquez y con Julio Saguier, vicepresidente del diario La Nación, y les comentó la necesidad de empezar a trabajar lo antes posible. Para Obarrio, ya era evidente que se necesitaba cambiar las formas con las que históricamente se había pronunciado la Iglesia Católica y sus interlocutores coincidieron.
Desde ese instante, Obarrio empezó a convocar amigos y cada uno fue acercando a otro. Una de las primeras acciones de este grupo fue crear un logo y un slogan. “Veíamos que el movimiento feminista tenía una impronta con un carácter publicitario fuerte, con frases pegadizas. Necesitábamos lo mismo”, cuenta a NOTICIAS el periodista. Después de algunas reuniones surgió la primera frase que empezó a correr por redes sociales: “Cuidemos las dos vidas” con la imgen de un corazón.
La idea de que ni el logo ni el slogan tuvieran alguna reminiscencia cristiana fue apoyada de plano por Guillermo Marcó, quien por su trayectoria con Jorge Bergoglio conoce a fondo el funcionamiento de los medios. Por eso, los alentó a seguir en ese camino. Su apoyo fue tal que, durante los primeros meses, prestó su oficina en la Pastoral Universitaria del Arzobispado de Buenos Aires, en Riobamba al 1200, para que se llevaran adelante las primeras reuniones.
Alejandro Greyer, coordinador de la ONG internacional “Marcha por la vida” (que realiza manifestaciones en los países que está legalizado el aborto para que se prohíba y en países donde está prohibido para que nunca se debata), ya formaba parte del grupo en el primer mes y fue el que organizó la primera salida a la calle de los pro vida. El 25 de marzo, considerado el día del niño por nacer, convocó para una marcha desde Plaza Italia hasta la Facultad de Derecho.
“La madre de estas marchas está en Estados Unidos, donde se movilizan hace 45 años cuando en algunos estados se habilitó el aborto. En Argentina a mí me convocó un amigo el año pasado para empezar a hacerlas. La idea original era organizar una por año pero con este debate ya vamos haciendo cuatro. La gente se fue sumando cada vez más”, asegura a NOTICIAS Geyer.
En este aprendizaje, los miembros del grupo reconocen que aquella primera marcha no sólo fue pequeña, tuvo poca cobertura mediática y se llenó de personas muy mayores o de clase media alta. “No parecía un reclamo de toda la ciudadanía”, coinciden varios. Por eso, la segunda convocatoria fue pensada de otra forma: Rodríguez Madero se encargó de enviar invitaciones a los medios y la comunicación se volvió más profesional y se invitó a personajes famosos a subir al escenario como Amalia Granata. Días antes se habían lanzado los pañuelos celestes, se llevaron banderas y apareció el primer bebé gigante de papel maché, que se viralizó de inmediato.
El movimiento crecía pero seguía siendo difícil sacarle el aura religiosa. De hecho, Mariana Fernández Varela (“La loca de los bebitos”) se hacía cada vez más famosa siempre hablando de religión. “Mariana está muy comprometida. Puso muchísima plata de su bolsillo, se bancó los ataques de todos y siempre siguió. Pero es difícil que piense en términos políticos o estratégicos”, confiesa alguien que le tiene cariño pero que sostiene que su imagen no suma tanto. “Granata tiene otro perfil, también se bancó las críticas, perdió su trabajo pero representa otra cosa. Nos quita esa idea que tienen muchos de que los que están en contra del aborto son todos miembros de la familia Hingalls”, agrega.
El quiebre. Aunque muchos de estos personajes insisten en que el movimiento fue creciendo de a poco, la gran mayoría insiste en que la media sanción de Diputados los sacudió y despertó. “Fue un detonante porque creeíamos que esto no iba a pasar. Faltando cuatro días los votos nos daban. Por eso apareció la urgencia. Sentíamos que nos habían robado la votación”, cuenta Flocco.
Desde ese día, salieron con los tapones de punta y a Flocco, todos le reconocen una función superlativa. Él, junto a un equipo de expertos, se encargó de capacitar a los legisladores que estaban en contra porque, según les planteaban, no podían explicar muy bien sus razones. “Armamos una carpeta con investigaciones médicas, pero también con fundamentos jurídicos y sociales. Les dimos argumentos propios”, insiste.
En la misma línea trabajó la organización “Médicos por la vida” y, particularmente, el urólogo Fernando Secín, quien expuso en Diputados pero también se encargó de “enseñar” a voceros, políticos y referentes argumentos para explicar por qué la vida empieza desde la concepción, principal fundamento de todos los pro vida.
En marzo, “Médicos por la vida” había participado de la primera manifestación en la calle y, como símbolo, repitieron en público el Juramento Hipocrático. En julio realizaron un “chaquetazo” contra el aborto en la puerta del Congreso y pidieron libertad de conciencia personal e institucional. Este segundo acto también tuvo una repercusión mediática incomparable con el primero. Ya estaban todos alineados.
Alianza en la calle. “Nosotros no tenemos la estructura que tienen algunos movimientos feministas. Nuestra gente no sabe movilizarse en la calle”, insiste un miembro de este grupo.
Por eso, incluso a regañadientes, muchos sostienen que buena parte de la fuerza la aportaron las Iglesias Evangélicas. El sábado 4 se movilizaron más de mil colectivos del interior y la 9 de Julio se llenó de celestes todo el día. “Antes, si hacían una marcha los evangélicos ponían sus oradores y los católicos no iban y viceversa. Pero a la marcha del 4 fuimos todos”, insiste Obarrio.
El pastor Carnival es absolutamente consciente de que los fieles cristianos evangélicos tienen que ser cada vez más escuchados. “Nos organizamos en tres semanas. La gente necesitaba expresarse, alinearse y encontrar un elemento catalizador que los uniera. Esto fue convocado por Aciera, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina”, cuenta el pastor Carnival, quien asegura que su rol fue creciendo pero que no fue designado por nadie.
Los monjes negros están convencidos de que su trabajo fue la clave para frenar el proyecto de ley en el Senado. Pero tendrán nuevos desafíos: los movimientos de mujeres ya dejaron en claro que retomarán la pelea.
por Marcos Teijeiro y Giselle Leclercq
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