El laboratorio electoral Pro le prescribe a Mauricio Macri una vice mujer. Aunque no suene muy politológico dicho así, le traen suerte: en el 2003, acompañado por Rodríguez Larreta no consiguió la mayoría absoluta que necesitaba para gobernar la ciudad de Buenos Aires, pero se volvió imbatible con vice femenina: dos veces en la ciudad (Michetti, Vidal) y finalmente en carrera a la Rosada.
Cuando en junio del 2015, minutos después de anunciar la fórmula presidencial, Macri inauguró una bajada de la autopista Illia junto a su compañera, produjo el primer golpe de efecto. La televisión los mostró andando por la ruta vacía, él apurando el paso para seguir el acelere de la silla de ruedas de ella en declive; riendo cómplices, una auténtica escena de cine. Portadora de una historia de superación, la resiliente Michetti puso en ablande a un candidato frío. Pero en este áspero 2019, ese complemento simbólico de valores que le aporta al líder el suplente presidencial podría necesitar una actualización.
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Aunque muchos aspiren a la continuidad de la fórmula actual, Patricia Bullrich se mostró permeable a convertirse en figura de relevo. Y no hay muchas otras opciones si se busca una compañera de pura cepa, dado que el mestizaje partidario es de alto riesgo, como lo demostraron Chacho Álvarez (con de la Rúa) y Cobos (con Cristina). La condición básica de un buen vice es la disciplina.
Así que se van acotando las opciones: mujer. Obediente. Con buena imagen pero no tanta como para que se justifique sacarla de juego en otro cargo electivo clave, a lo Vidal.
Bullrich bien puede ser la Ranger que Macri necesita en una campaña en que nadie competirá por mostrarse sensible. Además, para eso está Juliana.
*Editora Ejecutiva de NOTICIAS.
por Alejandra Daiha*
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