★★★★ Los americanos, campeones en la creación de etiquetas y siglas, tienen una envidiable categoría: “feel-good movie”, película que hace sentir bien. “Green Book” es, ni más ni menos –y ese debería ser el género y no el “drama” que colocamos medio a reglamento– una “feel-good movie”.
Es raro, porque el realizador es Peter Farrelly, quien con su hermano Bobby ha creado obras maestras de la comedia molesta y punzante (“Loco por Mary”, “Tonto y retonto”, la sublime “Irene”, yo y mi otro yo”, etcétera). Pero no crea el lector que esta es de esas películas que se hacen para ganar la respetabilidad del Hollywood hipócrita que suele mirar por encima del hombre el cine que mejor hace (el cómico desaforado, la fantasía desatada, la maravilla tecnológica, etcétera).
Green Book, que narra la amistad entre un eximio músico de jazz negro y un chofer italo-americano, bonachón y bruto por las carreteras del sur racista de los EE.UU. hace unas cuantas décadas, es un film Farrelly con sordina, que se basa en el absurdo total como el resto de las películas de binomio, sólo que troca la invención por un absurdo “real” de la discriminación. Y como toda película Farelly, también –basta con verlas–, se trata del amor y la amistad entre tipos al margen del mundo.
La paradoja consiste en que el realismo histórico de la situación hace que todo sea menos molesto que en “Tonto y retonto”. No se vea, de todos modos, tal declaración como reproche. Viggo y Ali sostienen todo de modo perfecto.
(EE.UU., 2018, 130') Drama. Dir.: P. Farrelly. Con Viggo
Mortensen, Mahershala Ali. AM13.
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