Mientras la gran mayoría del mundo normal se mueve con inflaciones cercanas al 3% anual, Argentina hace ese recorrido en un mes. Esto no solo genera todo tipo dificultades y distorsiones para funcionar, sino que también implica reconocer las dificultades de un ambiente de subas de precios que retroalimentan alzas en sectores conectados.
Para empezar, un año atrás teníamos determinados precios, y varios de ellos claves en la economía, que estaban fuera de equilibrio y, en consecuencia, eran insostenibles. Como ser el tipo de cambio impactaba en un creciente déficit en las cuentas comerciales y de capital externas. Asimismo, los servicios públicos con tarifas que no cubrían los costos y el agotamiento de recursos para subsidiarlos, más allá de su distribución social y regional.
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Las correcciones distaron de ser prolijas, pero tomando los últimos 12 meses el IPC subió casi un 50%, la relación peso/dólar de EEUU algo más del 90% y los precios mayoristas alrededor de un 65%. Las correcciones de precios relativos fueron en un ambiente de alzas generalizadas.
El plan monetario busca frenar el acceso a combustible para la inflación, pero siguen las correcciones de varios precios por razones económicas o decisiones políticas más generales. Además, están subyacentes las cuestiones de coordinación entre agentes sobre la formación de precios resultantes de costos de los insumos para la producción y comercialización. También influirán las expectativas de cambios de portafolios en un año electoral clave para Argentina.
En consecuencia, hasta no tener estabilizados los elementos referidos, nos queda vivir con una inflación alta para el mundo, pero inferior a algunos de los picos muy inestables que alguna vez tuvimos.
El autor es director ejecutivo de Quantum Finanzas.
por Daniel Marx
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