"Diputades”, “nosotres”, “le rectore”, “les padres y madres”. Durante las tomas por la legalización del aborto el año pasado, Natalia, la vicepresidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini dio entrevistas “en lenguaje inclusivo” y se instaló en el centro de la polémica. Meses después, la nueva rectora de esa institución, Ana Barral, habilitó su uso en las aulas. Mientras en el Congreso de la Lengua el debate sobre este tema se coló tímidamente, el Nacional Buenos Aires y el Pellegrini van un paso más allá: los estudiantes -acérrimos defensores de su uso- ganan terreno, varios docentes se adaptan y las rectoras apoyan el avance.
“Los cambios en la lengua ocurren a distinta velocidad según los distintos sectores. En estas escuelas está bastante más difundido, aceptado y valorado que en otros lugares de la sociedad porque son colegios donde el movimiento feminista y la diversidad sexual tienen un lugar que no lo tienen muchos otros”, explica Karina Galperín, licenciada en Letras y Ciencia Política. Sin embargo, aclara que el cambio en la lengua no se produciría por su uso en las escuelas: “Esto es un fenómeno que viene por fuera de ellas. Por supuesto, su uso en ciertas instituciones, a la vez que refleja lo que pasa en la sociedad, lo fortalece y lo hace circular todavía más”, detalla.
Asambleas, carteles de agrupaciones y charlas en el recreo: los estudiantes de estos colegios incorporaron totalmente el uso de la “e” a sus discursos. “Para nosotres es más raro no usarlo que usarlo. Está muy instalado y de hecho se nota mucho la diferencia entre les más grandes y les que entraron este año: hablan super fluido mientras que a les de quinto capaz les cuesta un poco más”, reflexiona Milagros Iturriza, alumna del Pellegrini y vocal de la Comisión Directiva del Centro de Estudiantes. El anuncio de la primera rectora mujer de esa escuela podría ser un puntapié para masificar su uso en toda la comunidad educativa. Algunos profesores se animan a dar sus clases en lenguaje inclusivo o proponen el debate sobre si debe haber un cambio en la lengua o no. Incluso, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, los departamentos de Latín y Castellano y Literatura publicaron un dossier acerca del uso del lenguaje inclusivo con el objetivo de discutir y aportar al debate desde el conocimiento de esas áreas. “Hasta ahora, la propuesta que parece tener mejor proyección a futuro para ser incorporada sin pelearse demasiado con el sistema lingüístico es el uso de la e como vocal para señalar género neutro. Si estamos hablando de personas (u otres seres animades a les que les percibimos una identidad de género), nos habilita una posibilidad para hablar de manera verdaderamente inclusiva”, manifiestan. En la misma línea, se organizó una charla en el Aula Magna con distintos oradores y panelistas sobre la temática.
Aunque la autorización de Barral es vista como algo positivo, no termina de efectivizar su uso. En los comunicados oficiales se refieren a “los y las”, pero no se animan a la “e”. Con un primer paso dado, el camino para formalizar el uso académico del lenguaje inclusivo parece allanado. En una elección histórica, en donde ambos colegios dependientes de la UBA están dirigidos por mujeres, la oleada feminista también llegó a lo institucional.
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