Con la misma impotencia de los radicales al reclamar apertura al macrismo, hoy el massismo también discute en el mismo ámbito de Parque Norte maneras de convencer al kirchnerismo para que les conceda un espacio digno en la alianza que intentan negociar.
Luego de emperrarse en no ser candidato a gobernador bonaerense de nadie, Sergio Massa se puso de nuevo en la encrucijada de siempre: correr el riesgo de quedarse con nada por pretenderlo todo. Algo similar le sucedió a otro funcionario del gabinete cristinista: Florencio Randazzo exigió una chance de pelear la candidatura presidencial en las PASO de 2015, pero Cristina le bloqueó esa chance, ofreciéndole a cambio una relativamente segura candidatura a la gobernación bonaerense, contra la -en apariencia- débil contrincante PRO, la “angelical” María Eugenia Vidal. Randazzo se mostró menospreciado, pegó el portazo y terminó con las manos vacías. Massa parece estar contagiándose de aquella gripe randazzista, pero de una cepa más agresiva, la del feroz invierno electoral 2019.
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El apuro de la gran jefa por reservarse el control total de los cuatro lugares más importantes de la oferta K, en Nación y Provincia, debilitaron la euforia negociadora de Massa, que disfrutaba el rol de niña bonita cortejada por Cambiemos, Alternativa Federal y el kirchnerismo. Las puertas se le fueron cerrando antes de lo previsto, dejando al líder del Frente Renovador entre la espada y la pared. Para recuperar algo de la iniciativa perdida, Massa se juntó esta semana con sus socios del PJ alternativo y hoy reunió al massismo explícito en Parque Norte, tratando de reabrir huecos en los otros espacios para ver si puede colarse en alguna candidatura que esté a la altura de sus pretensiones. Él siempre habla de su candidatura presidencial. Pero si no se apura a bajarse del caballo, en el kirchnerismo le van a ocupar hasta las butacas del Congreso.
De todos modos, la “gripe Randazzo” también tiene moqueando al cristinismo, que tal vez perdió la elección 2015 por aquella pulseada entre la Presidenta y su ministro de Transporte díscolo. Asustado por las maniobras de Massa para instalar la idea de que la fórmula Fernández-Fernández no es definitiva, Alberto salió a aclarar que la dupla presidencial K es “inmodificable”, aunque sigue invitando a Sergio a sumarse, sin aclarar bien en calidad de qué.
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El estornudo de Alberto no sólo puede interpretarse como una defensa de la candidatura de su jefa -el massismo dice que ella podría bajarse todavía-, sino como la reacción contrafóbica a la irrupción de otro escenario sorpresa que podría técnicamente darse horas antes de la inscripción oficial de listas: que el que tenga que bajarse, en otro “gesto de grandeza”, sea el mismo Alberto. Por lo pronto, ya empezó a comportarse como el Presidente, que a cada rato se siente obligado a reafirmar que su postulación no es negociable, cada vez que le muestran las preocupantes encuestas. Y de hecho, todavía está por verse si la fórmula que encabeza Alberto Fernández mueve algo el amperímetro de los votantes indecisos. Por las dudas, Alberto ya dejó sembrada una duda sobre la firmeza de la otra candidatura K, la de Kicillof-Magario en Provincia: “sí pero no”, declaró Alberto, dejando un hueco virtual para tentar a Massa, y acaso salvar su pellejo si todo se complica a último momento.
Seamos justos con Massa. A pesar de la pérdida de votos e imagen que viene padeciendo en los últimos años -en gran medida por su zigzagueante convicción partidaria-, el tigrense podría postularse teóricamente al mismo cargo que Cristina le acaba de regalar a Alberto. También es dialoguista, también tiene amigos en los medios, también fue jefe de gabinete de ella, también está dispuesto a olvidar las cosas que dijo de CFK y su gestión, y comparado con Alberto, tiene infinitamente más votos propios para aportar al kirchnerismo. Y su nivel de conocimiento en los sondeos es incomparablemente más alto que el de Alberto, aunque no necesariamente mejor: quizá por eso la jefa no pensó seriamente en Massa, estigmatizado por Macri como “ventajita”.
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Pero supongamos que el kirchnerismo, hambriento de votos centristas, le abre más la puerta a las pretensiones de Massa, y éste insiste con su candidatura presidencial... ¿Quién gana con una PASO entre Massa y Alberto? ¿Amplíarían el espacio K, aspirando votos dormidos en el freezer de Alternativa Federal? O quizás el fenómeno disruptivo de la grieta logra la locura de que muchos anticristinistas -peronistas o no- voten masivamente en las PASO por la opción massista, sólo para castigar a Cristina.
Pero mucho más factible resulta que, perdido por perdido, Massa se lance por afuera del kirchnerismo como candidato presidencial y, si le va bien pero no lo suficiente en la instancia PASO, siga negociando sus votos efectivos con Cristina, pasándole a ella la pelota enjabonada de qué ofrecerle a Massa para que le sea funcional en la primera y en la segunda vuelta electoral para ganarle a Macri. Y si a ella no se le ocurre nada apetecible para ofrecer, se expone a caer de nuevo como en 2015, afectada por la “gripe Randazzo”. Quizá ya es tarde para vacunarse.
*Editor ejecutivo de NOTICIAS.
por Silvio Santamarina*
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