La efervescencia de la comunidad científica y tecnológica de la Argentina sigue en aumento. Y después de la devaluación del lunes siguiente a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), el negro 12 de agosto, todo ha empeorado: un sistema científico tecnológico que resistía en modo subsistencia ahora se encuentra al borde de necesitar un respirador artificial.
En abril pasado las Directoras y Directores de Institutos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) se reunió en un plenario en la Ciudad de Córdoba y dió a conocer un manifiesto que un mes después había sido firmado por 245 directoras y directores de todo el país, un 90% del total de autoridades. Luego, el miércoles 22 mayo se realizó el primer Cabildo Abierto en Defensa de la Ciencia Argentina, con movilizaciones y reuniones de científicos desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego y desde Mendoza a Buenos Aires.
El miércoles 7 de agosto el cabildo tuvo su segunda versión. Y otra vez, fue masivo. El jueves 8, autoridades de las áreas de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de 14 provincias dieron a conocer una declaración en la que alertan sobre la situación del sector científico y tecnológico argentino.
“Nuestras provincias se han visto afectadas sustantivamente por la decisión del gobierno nacional de ajustar al sistema de ciencia, tecnología e innovación, así como de desarticular y fragmentar su institucionalidad”, asegura el documento. Y pasa a detallar: “El presupuesto del COFECyT tuvo una reducción interanual del 66%. El retraso de la transferencia de fondos para los proyectos 2016/2017, asociado a un contexto macroeconómico desfavorable tornan inviable la ejecución y conclusión de dichos proyectos. Desde 2018 no se han abierto convocatorias para proyectos o propuestas en materia de programas federales de innovación productiva con impacto socioeconómico”.
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Las autoridades firmantes proponen a continuación un “acuerdo federal para el diseño y gestión de políticas públicas de ciencia, tecnología e innovación”. Es una línea similar a la seguida por el segundo cabildo abierto: análisis de situación para proponer acciones a seguir, con la mira puesta en unir ciencia y desarrollo.
desarrollo. Bajo el mismo lema de “No a la extinción de la ciencia argentina”, el segundo Cabildo Abierto de la Ciencia se realizó en diferentes ciudades del país y, en Buenos Aires, se concentró en el edificio que alberga a dos institutos emblemáticos del CONICET: INGEBI e IBYME. Allí, investigadores de diversas disciplinas y tendencias políticas analizaron el estado de la financiación para el sistema científico tecnológico argentino, qué sucede y cómo se activa el desarrollo científico en países centrales.
Marcelo Rubinstein, director del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI), abrió la jornada, poniendo de relieve “la enorme pluralidad ideológica y partidaria entre quienes llevan adelante el reclamo” por la situación de la ciencia argentina actual. “Necesitamos debatir y decidir cómo salimos de acá para adelante y qué necesita un país como la Argentina”.
Fernando Stefani, vicedirector del CIBION (Centro de Investigaciones en Bionanociencias), describió durante la jornada el modo de funcionamiento de las políticas científicas en los países desarrollados. “Cuando uno analiza las cifras, se da cuenta que los países que más invierten en ciencia y tecnología son las naciones desarrolladas, casos de Israel, Corea del Sur o Japón”. En efecto, los números muestran que: Israel invierte el 4,21% de su PBI; Corea del Sur, 4,15; Japón, el 3,47%. En cuanto a la Argentina, pasó de un 0,58% a un 0,28% .
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Stefani repasó además la inversión en ciencia y tecnología del país, y la comparó con la que realizan centros especializados de países centrales. Otra vez, la situación local es débil. Entre los años 2016 y 2017 la inversión total en investigación y desarrollo en toda la Argentina, tanto pública como privada, fue de 3.500 millones de dólares. Lo mismo que invirtió un solo centro científico en los Estados Unidos, el mítico Instituto Tecnológico de Massachusetts, a lo largo del 2018. “El ministro Lino Barañao declaró a fines de junio que en los últimos 15 años había sido responsable, directa o indirectamente, de unos 8.700 millones de dólares de inversión. Es decir que en una década y media la Argentina invirtió el equivalente a dos MTI y medio. La Argentina invierte muy poco”, puntualiza Stefani. Y advierte: “No podemos seguir bajando, porque la ciencia argentina se va a extinguir”.
Como contracara, en aquellos países desarrollados invierten cada vez más en ciencia y tecnología, “de la riqueza que generan todos los años invierten un poco más, de acuerdo con sus capacidades y su PBI. La inversión siempre está en continuo movimiento. Es una carrera en la que la meta siempre se corre hacia el futuro”. Para Stefani, “estamos acumulando retraso tecnológico y eso se traduce en menor competitividad y mayor pobreza”.
“La única forma es seguir invirtiendo en ciencia y en investigación. Una cifra posible, para tener una tasa competitiva, serían 600 millones de dólares al año. Y no es tanto si se compara, por ejemplo, con los 12 mil millones de dólares de giro de divisas al exterior”. Para Stefani se trata de redireccionar recursos hacia el área de ciencia y tecnología, más que de inventarlos.
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Desprolijidades y escasez. Marina Simian, investigadora Independiente de CONICET e integrante del Instituto de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), fue tal vez la persona que más hizo (sin buscarlo) por poner sobre el tapete la situación crítica del sistema científico tecnológico argentino, al participar del programa televisivo “¿Querés ser millonario?” para obtener fondos para su laboratorio. Ella hizo un estudio referido a los créditos de organismos Multilaterales para la Ciencia y la Tecnología en el país y halló que “los procesos están totalmente desorganizados, algo que hace dos años no era así. Noto que hay una caída de la inversión, pero también una caída del orden”.
De acuerdo con Simian, desde el año 2018 no hay información disponible respecto a cómo se van financiarán los subsidios adeudados. “El Estado tiene la obligación de explicar públicamente como lo van a hacer. Todos los organismos del Estado tendrían que poder mostrar de forma transparente qué dinero entra, cómo se gasta, y qué sale del otro lado”, enfatizó.
El IByME, Instituto de Biología Molecular, es una pequeña muestra de cómo está la ciencia argentina. De acuerdo con Fernanda Parborell, directora del Laboratorio de Estudios de la Fisiopatología del Ovario, el porcentaje cobrado del presupuesto con el cual se afrontan todos los gastos del edificio ubicado en el barrio de Belgrano, que incluyen desde tarifas de servicios hasta vigilancia, limpieza, servicio de mantenimiento hasta el de recolección de residuos patogénicos y peligrosos, en lo que va del año, ha sido del 35 por ciento. El total de gastos mensuales ordinarios por estos conceptos es de 1.700.000 pesos, lo que da un anual de 20.400.000 pesos: apenas fueron desembolsados 6.287.750 pesos.
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En lo que a presupuestos para los proyectos se refiere, los Proyectos de Investigación Plurianuales (PIP) del Instituto para el período 2015-2017, el porcentaje cobrado va del 16 al 29 por ciento, dependiendo de la categoría. Para Parborell, el estado actual del Instituto es “modo supervivencia”.
La situación, acuerda el grueso de la comunidad científico tecnológica argentina, y más allá de preferencias ideológicas o políticas, está en estado terminal. Alberto Kornblihtt, que asumió recientemente su rol como Director por el área de Ciencias Biológicas y de la Salud en el Directorio del CONICET, argumenta: “Lo primero que les dije es que yo llegaba para defender la "i" del CONICET, que es investigación. Es un organismo de investigaciones científicas y técnicas, no es un organismo de transferencia tecnológica ni es un organismo de servicios”.
El pedido de los científicos argentinos continúa siendo, entre otras cosas, la recuperación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el aumento presupuestario y la conversión del desarrollo del sistema científico tecnológico en política de Estado.
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