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MUNDO | 02-10-2019 15:47

Venezuela: por qué sigue Maduro

A pesar de la grave crisis del chavismo, el presidente mantiene el poder. Asistencialismo, apoyo militar y socios internacionales.

Los duros testimonios de los miles de venezolanos exiliados con los que muchos argentinos nos cruzamos regularmente, sumados a la intensa difusión que tiene Venezuela en los medios occidentales en general y argentinos en particular, extendieron una idea confusa sobre la situación del gobierno que encabeza Nicolás Maduro, que no solo es insuficiente para entender la realidad de ese país sino que choca con la posibilidad cierta de que el heredero de Hugo Chávez no solo no está cerca de caer sino que es muy probable que siga gobernando por lo menos en el corto plazo.

Por distintas razones se deja de lado en el análisis que Maduro, a pesar de la espantosa crisis que golpea a Venezuela y que ha sido una constante a lo largo de sus dos gestiones desde 2013 para acá, tiene todavía mucho poder real y que, como lo demuestra constantemente la historia, es la falta de poder la que determina mayoritariamente la caída de los gobernantes y no el hecho de que su gestión sea más o menos defectuosa.

Motivos. En principio, el chavismo conserva todavía una base importante de adherentes. La dependencia con el Estado que genera la pobreza y el sistema de asistencia social explican parte de este acompañamiento, así como una aceitada organización política y los recuerdos de tiempos felices cuando, en vida de Hugo Chávez y con un barril de petróleo por encima de los US$ 100, se distribuyeron beneficios de una manera tal que Venezuela no había conocido.

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Profundicemos este punto. Venezuela es un gran importador de todo lo que consume. Ante las enormes restricciones cambiarias que sufre la economía venezolana, comprar alimentos importados se ha vuelto imposible para una gran cantidad de venezolanos que deben recurrir entonces a la ayuda estatal. Aparecen entonces los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) a través de los cuales el gobierno distribuye mercadería y construye lealtades políticas.

Claro que puede juzgarse de manera negativa que se busque respaldo a través del reparto de alimentos a una población necesitada, pero lo cierto es que es insondable saber hasta dónde la lealtad es genuina, interesada o una mezcla de ambas y tampoco es relevante porque, a efectos prácticos, funciona.

Este ítem tiene un lado B. Los recuerdos positivos para con Chávez contrastan con los negativos respecto a los gobiernos anteriores con quienes los principales dirigentes opositores venezolanos no pueden todavía tomar distancia suficiente pese a que en ese sentido el tiempo transcurrido juega cada vez más a su favor. Muchos venezolanos que fueron chavistas y hoy no están conformes con su heredero desconfían que Juan Guaidó, Leopoldo López o Henrique Capriles vayan a mejorarle sustancialmente su realidad.

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El segundo motivo es clave y se refiere al sostén militar. No hay manera de explicar la permanencia de Maduro en el poder si no es contando que el grueso de las Fuerzas Armadas le responden. ¿Por qué? La respuesta tiene sus complejidades porque por un lado está el visible ascenso de los oficiales bolivarianos en el organigrama del gobierno madurista. Cada vez más espacios importantes del esquema de poder están ocupados por las FF.AA. que de esa manera se “cobran” el respaldo a líder. Pero hay otro costado más opaco que tiene que ver con el control del narcotráfico.

En Washington creen que Diosdado Cabello, ex militar, titular de la Asamblea Constituyente y virtual número dos del gobierno, es el líder del llamado Cartel de los Soles que operaría en Venezuela y la costa caribeña. ¿Tienen los altos mandos venezolanos ingresos en negro por narcotráfico? Imposible saberlo con certeza, pero mirando a la vecina Colombia donde el narcotráfico empapó y empapa a prácticamente toda la sociedad, no sería descabellado pensarlo así.

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Tercero, a pesar de sus dichos, Donald Trump no tiene ningún interés en intervenir militarmente en Venezuela y se limita a aplicar sanciones económicas que –ver Cuba– está comprobado que debilitan, pero no voltean a ningún régimen. ¿Por qué? Primero porque es norma para Trump evitar los conflictos armados y segundo porque prioriza hoy utilizar las carencias de Venezuela como combustible para su política interna. Por un lado, pensando en influir en los votantes latinos de Florida y por otro en enrostrarle al ala izquierda del Partido Demócrata (al que Trump ha elegido como su “enemigo”) su supuesto vínculo ideológico con el “socialismo” latinoamericano.

Dialéctica. Ese mismo usufructo han hecho y hacen los espacios políticos pro mercado en la región e incluso en España. Durante la campaña electoral chilena en 2017, los militantes de la alianza que llevaba como candidato a Sebastián Piñera popularizaron el término “Chilezuela” para referirse al futuro que le depararía al país si ganaba las elecciones el centroizquierdista Nueva Mayoría. Jair Bolsonaro se cansó el año pasado de recordarle a los brasileños la relación entre el chavismo y el PT de Lula Da Silva y lo mismo hizo el colombiano Iván Duque con su contrincante Gustavo Petro. Por no hablar de Macri y su recurrente comparación entre los K y el chavismo.

Por último, un punto clave es el reconocimiento internacional. A pesar de la hostilidad de Estados Unidos y la mayor parte de los países de la región, el gobierno chavista goza del reconocimiento de la ONU. Así lo acaba de ratificar Michelle Bachelet, que como Alta Comisionada de los Derechos Humanos de ese organismo visitó Venezuela y elaboró un duro informe sobre la situación de los Derechos Humanos en ese país. Fuera de la región, Maduro es reconocido como presidente por la enorme mayoría de sus pares y, sobre todo, por China y Rusia, que también lo asisten económicamente.

Apoyo. El respaldo de China y Rusia es clave para Venezuela, pero tiene sus límites. China respeta que Venezuela (y América Latina en general) es en términos geopolíticos zona de influencia de Estados Unidos. Rusia tensa un poco más la cuerda. Entrega armamento sofisticado, inteligencia y asesoramiento estratégico a cambio de energía (gas yacimientos petroleros y ahora incluso le venden parte del petróleo a Venezuela).

Los chinos dan dinero líquido a cambio de energía que compran a través de deuda o inversión directa. Ambos apuestan al ahora congelado diálogo entre chavistas y opositores en Noruega, pero la segunda línea del gobierno norteamericano, de lazos fluidos con la oposición venezolana, prefiere por ahora este statu quo. Habrá que ver si la salida del consejero de Seguridad Nacional John Bolton del gobierno cambia el escenario.

por Lisandro Sabanés

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