Friday 30 de May, 2025

MUNDO | 10-05-2025 08:59

Democracias precarizadas

En el primer tramo de su segundo gobierno, Donald Trump se convirtió en el principal exponente de la cultura autoritaria que avanza sobre la ola ultraconservadora mundial.

La democracia se precariza al darla por sentado, explicó Thomas Mann en su célebre conferencia de 1938. El vaticinio que hizo en aquel discurso se cumplió. “La victoriosa llegada de la democracia” ocurrió. Pero apuntó también hacia un futuro más lejano y vaticinó algo oscuro: “cuando el fascismo regrese, lo hará en nombre de la libertad”.

Esa es precisamente la palabra que atiborra la propaganda, los discursos y las proclamas en la ola ultraconservadora que está recorriendo el mundo. Los exponentes de cultura autoritaria que supura la precarización de la democracia son mesiánicos y practican una violencia verbal cargada de vulgaridad, que en algún momento inexorable pasa de las palabras a los actos.

La precarización actual de la democracia ocurre porque los demócratas “la dan por sentado”, como señaló aquel escritor alemán que ganó el Nobel de Literatura con su novela Los Buddenbrook, pero también porque otra parte de la sociedad naturaliza el autoritarismo y la arbitrariedad si el líder logra calmar sus mayores ansiedades.

Hoy un líder puede ser autoritario, vulgar y hasta impresentable si tiene éxito en la economía y la seguridad, o logra que la gente crea en sus políticas para esas áreas. Cómo si él éxito económico o la victoria sobre el delito justificaran la arbitrariedad y las acciones y prédicas que intoxican de odio la sociedad. 

Trump y Zelensky

El mayor exponente de los liderazgos ultraconservadores que supuran las grietas purulentas de las democracias enfermas, es Donald Trump. A su sombra crecieron otros liderazgos que desprecian el pensamiento crítico, el periodismo, la conciencia sobre el cambio climático y el respeto a la diversidad sexual, así como todo lo que contradiga sus dogmas y desafíe sus rencores.

Entre los despreciados por el magnate neoyorquino y los gobernantes y dirigentes que se identifican con él, estaba el Papa argentino. Poco antes de cumplir cien días en el Despacho Oval, la muerte de Francisco puso en problemas a Trump y otros líderes ultraconservadores.

El vicepresidente J.D. Vance llegó con lo justo a fotografiarse con el Papa que denunció a Trump por la cruel criminalización y deportación masiva de inmigrantes. En la Casa Blanca advirtieron la fragilidad con que salió del Hospital Gemelli y enviaron al vicepresidente Vance. Trump fue más allá en el control de daños y viajó a Roma para asistir a los funerales. Recién fallecido, el pontífice es peligroso para el líder del que estaba en las antípodas.

Donald Trump

En este tiempo de liderazgos brutales la imagen del Papa jesuita acrecentó por contraste la imagen de insensibilidad, arrogancia y violenta vulgaridad para atacar a los críticos y los moderados que exhiben Trump, Milei y otros líderes ultraconservadores.

Algunos de ellos, aunque lo detestaban, fueron al funeral para amortiguar el daño. Los griegos crearon la palabra que Max Weber incorporó a la sociología en el siglo XIX: “carisma”. Así llamaban en la antigua polis al encanto de los dioses del Olimpo, y el apóstol Pablo cristianizó el término como “don divino” que algunos tienen frente a las comunidades que los observan.

Con la calma de sus gestos y el tono amable de su voz, el carisma del Papa irradió bondad, humildad, compresión y compasión, o sea lo contrario de lo que transmiten Trump y demás líderes ultraconservadores. Por eso decidió jugar sus fichas en el cónclave con los arzobispos de Nueva York Timothy Dolan, y de Wisconsin, Raymond Burke, dos ortodoxos que lo alaban.

Los cien primeros días de su segundo gobierno fueron sombríos. A diferencia del primero, que comenzó con varias figuras respetables y capacitadas, ahora empezó con un gabinete de mediocres obsecuentes. No hay quien lo contenga y corrija sus errores. El vicepresidente no es el moderado Mike Pence sino Vance, un trumpista que, a diferencia de su antecesor republicano, cumpliría la orden de impedir la certificación legislativa de una elección que su presidente pierda.

Trump, Vance y el trumpismo 2.0

Trump reinició su intento de desmantelar la democracia siguiendo el modelo de la autocracia rusa y destruyó el sistema de Libre Comercio con eje en Estados Unidos que llevaba casi un siglo.

El futuro dirá si esta desglobalización es beneficiosa para Estados Unidos y el mundo, como lo fue la globalización que había sido impulsada por Washington. También mostrará la pérdida de gravitación norteamericana que producirá la cruel clausura de la asistencia humanitaria en el mundo.

Trump intenta ver el futuro mirando por el espejo retrovisor, como si fuera posible volver al país de las industrias colmadas de obreros y rascacielos repletos de oficinistas. También conduce con la marcha atrás el rediseño geopolítico, impulsando una expansión territorial como si éste fuese el mundo que rigió hasta la primera mitad del Siglo XX. Con el agravante de embestir contra aliados históricos como Canadá, tratando de convertirlo en el Estado 51 de la Unión, y Dinamarca, intentando arrebatarle Groenlandia con el falaz argumento de la seguridad estadounidense, siendo un territorio en el que, por pertenecer a la OTAN, Washington puede establecer la cantidad de bases militares que desee. De hecho, llegó a tener 17.

Nadie hubiera imaginado que Estados Unidos rompería la exitosa alianza económica, política y militar que desde la Primera Guerra Mundial mantuvo con Europa. También resulta inconcebible el alineamiento con Putin, a quién ayudó a debilitar la Unión Europea convulsionando la OTAN y apoyando el Brexit.

Por ese alineamiento traicionó a Ucrania al cortarle el flujo de armamentos y municiones mientras la culpaba por la guerra que estalló con la invasión rusa.

Eso podría cambiar, pero sería por las negligencias criminales que comete Putin y por la habilidad con que Zelenski manejó la negociación con la Casa Blanca sobre la explotación conjunta de tierras raras.

Igual que los otros gobernantes ultraconservadores, Trump recortó  programas de salud, investigación científica y auspicios a universidades, ensañándose con Harvard.

En algo se parecen a Adrián Leverkühn, el personaje de la novela Doctor Faustus que pacta con el demonio para obtener genialidad pagando el precio de deshumanizarse, en el libro con que Thomas Mann alegorizó la decadencia moral y cultural que asesinó la democracia de Weimar, abriendo paso al nazismo.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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