La elección de Corina Machado como Nobel de la Paz generó el enojo de Adolfo Pérez Esquivel. (Cedoc)

Corina Machado, Trump y Pérez Esquivel: la polémica del Nobel

El galardón a la opositora venezolana trajo controversia. El rol del norteamericano y las críticas del argentino.

El anuncio del Premio Nobel de la Paz 2025 a la opositora venezolana María Corina Machado desató una ola de elogios, críticas y debates sobre el sentido mismo del galardón. Para algunos representa un espaldarazo internacional a la lucha democrática contra el autoritarismo, para otros, una grieta política y moral difícil de ignorar. Más que un consenso, el reconocimiento expuso cómo la polarización ideológica atraviesa incluso a los premios más prestigiosos.

El Comité Noruego del Nobel anunció el 10 de octubre que Machado fuera distinguida por su “labor incansable en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Según el fallo, el premio busca amplificar la voz de quienes, enfrentando persecución, reclaman elecciones libres en Venezuela. Machado recibió la noticia en la clandestinidad y en su primera declaración apeló a interpretarlo como un reconocimiento colectivo: “Este es un logro para toda la sociedad, yo solo soy una persona, no lo merezco”. La dedicatoria del premio al pueblo venezolano y al presidente Donald Trump -quien también ansiaba el mismo galardón para sí mismo- fue el primer gesto que polarizó la escena internacional.

Quién es esa chica. Nacida en Caracas en 1967, Machado se formó como ingeniera industrial. Desde joven transitó el activismo social, creando la Fundación Atenea y cofundando Súmate, organizaciones claves en la observación electoral. Entre 2010 y 2014 fue diputada nacional, hasta que fue despojada de su banca por presiones del chavismo. En 2023 ganó las primarias opositoras, pero fue inhabilitada y respaldó a Edmundo González en unos comicios denunciados como fraudulentos. Hoy permanece en Venezuela en situación de clandestinidad. Su discurso gira en torno a la transición pacífica y la defensa de los derechos humanos, aunque sus detractores le reprochan alianzas con la derecha dura y un tono combativo que, para muchos, no encarna un mensaje de paz.

La lista de candidatos al Nobel fue amplia. Se presentaron 338 nominaciones, entre ellas la de Trump, que buscaba el galardón como reconocimiento a su intervención diplomática en Medio Oriente. Su sola postulación generó controversia. Tras conocerse el fallo, su entorno acusó al Comité de sesgo político, mientras Trump elogió públicamente a Machado y agradeció la dedicatoria. El Instituto Nobel aclaró que decide con independencia y sobre la base de trayectorias humanitarias, no de intereses coyunturales.

Desde el anuncio, el Nobel a Machado fue leído como una bisagra ideológica. Varias personalidades y organismos internacionales celebraron la decisión. Naciones Unidas, la Comisión Europea y Amnistía Internacional la consideraron un respaldo al derecho del pueblo venezolano a elegir su destino libremente. Ursula von der Leyen afirmó que “este reconocimiento honra la valentía de quienes no aceptan el silencio”. Líderes opositores latinoamericanos lo interpretaron como un estímulo en medio de un escenario político exhausto. También figuras culturales, como Rubén Blades, destacaron el valor simbólico de premiar la resistencia frente al autoritarismo.

En contra. Pero no faltaron críticas. Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz 1980, publicó una carta titulada “De Nobel a Nobel” en la que cuestionó la dedicatoria a Trump y la cercanía de Machado con sectores conservadores. “¿Por qué llamaste a los Estados Unidos para que invada Venezuela?”, escribió. En España, Pablo Iglesias comparó la distinción con un eventual Nobel a Hitler, mientras Ione Belarra afirmó que decisiones como esta desacreditan al premio. Otros sectores denunciaron que Machado no encarna una figura pacifista tradicional y señalaron su cercanía a Vox, su alineamiento con el trumpismo y su discurso polarizador. Se abrió así un debate sobre los criterios del Nobel, si debe premiarse la resistencia democrática más allá de los matices ideológicos, o si la figura reconocida debe representar también valores universales de concordia.

Ariel Goldstein, autor del libro “La cuarta ola” (Editorial Marea, 2024), analiza la premiación: “Me parece contradictorio lo de Machado, porque por un lado reconozco que en Venezuela hay autoritarismo y persecución. En ese sentido, quizás el Nobel tiene sentido al reconocer a una persona perseguida por un régimen autoritario. Pero lo cuestionable es que Machado ha tenido posturas violentas, está vinculada a Vox, a sectores del trumpismo y expresa ideas que no invitan a la paz. Esa luz de su lucha contra el autoritarismo está opacada por la sombra de un discurso extremo, de unirse a partidos de ultraderecha, de tener una mirada dicotómica donde toda la izquierda es corrupta o criminal”.

La entrega del Nobel a Machado no es solo un galardón personal. Es un mensaje político que refuerza su perfil internacional, vuelve a colocar la crisis venezolana en la agenda global y genera nuevas presiones diplomáticas. Pero también expone las tensiones sobre qué se considera una causa justa y cómo se evalúa a sus protagonistas. Para unos, es un acto de justicia, para otros, una distorsión que banaliza el sentido histórico del Nobel de la Paz. La historia decidirá si este reconocimiento fortalece una causa democrática o si queda como uno de los fallos más polémicos de las últimas décadas.

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