La tarde del 1° de diciembre de 2025 dejó al descubierto una nueva modalidad delictiva que avanza con sigilo sobre la Ciudad de Buenos Aires. Esta vez, el escenario fue Puerto Madero, uno de los enclaves más custodiados del país. Sin exhibir armas, sin violencia y sin romper absolutamente nada, un ladrón ejecutó un hurto millonario mediante un inhibidor de señal y volvió a poner en evidencia el crecimiento de la delincuencia tecnológica.
El hecho ocurrió sobre la calle Martha Salotti, justo frente al exclusivo Hotel Faena, un punto en el que convergen cámaras públicas, privadas y un patrullaje constante. Aun así, el delincuente actuó como si tuviera la zona estudiada al milímetro. Según la denuncia, la víctima había llegado al mediodía para visitar concesionarias de alta gama. En su Volkswagen Golf GTI llevaba dos bolsas marrones con USD 40.000 (unos 60 milliones de pesos) destinados a la compra de un vehículo.
Tras estacionar y accionar el cierre centralizado, ingresó sin preocupación al local comercial. Minutos después, un sujeto robusto, de alrededor de 1,75 metros, tez trigueña y campera negra con inscripciones claras, se aproximó al auto. Testigos ocasionales lo habían visto merodear, pero nada en su actitud llamó la atención hasta que, oculto en la rutina del barrio, activó un inhibidor de frecuencia. El dispositivo anuló el cierre remoto, dejando el vehículo vulnerable sin que sonara alarma alguna.
Con una naturalidad perturbadora, el individuo abrió la puerta del Golf como si fuera suyo, tomó las bolsas con el dinero y se alejó a paso firme. No hubo violencia ni apuro: apenas segundos de intervención quirúrgica. Luego abordó un Volkswagen blanco que aguardaba en las inmediaciones y desapareció entre el tránsito de la zona. La víctima regresó cerca de las 15:30. El panorama era desconcertante: el auto estaba intacto, sin vidrios rotos ni señales de forzamiento, pero las bolsas habían desaparecido.
Ese detalle —la falta absoluta de daños— es justamente la marca registrada de los golpes con inhibidores, una modalidad que se ha vuelto frecuente en Palermo, Recoleta y Núñez, y que ahora se consolida también en Puerto Madero. La Policía de la Ciudad revisa horas de filmaciones para reconstruir la secuencia y confirmar si el sospechoso actuó con apoyo logístico. La víctima mencionó un Gol Trend blanco detenido en doble fila que podría haber operado como vehículo de fuga.
El caso, caratulado como hurto, reactivó las alarmas entre vecinos y comerciantes del barrio, quienes sostienen que, pese a la fuerte presencia policial, los inhibidores ya superan los mecanismos de prevención tradicionales. La investigación deberá determinar si el autor pertenece a una banda especializada en robos rápidos, sin violencia y orientados a dinero transportado en autos particulares.
Mientras los peritos analizan imágenes, huellas y patrones de actuación, una pregunta vuelve a instalarse en la agenda de seguridad porteña: si un ladrón puede sustraer USD 40.000 frente a uno de los hoteles más sofisticados y vigilados del país sin dejar huellas, ¿qué posibilidades tienen los ciudadanos en el resto de la ciudad?
El golpe en Puerto Madero —preciso, silencioso y millonario— confirma que la criminalidad tecnológica avanza más rápido que las herramientas para detenerla. Y deja en evidencia que, en la disputa entre inhibidores y controles, por ahora, la balanza se inclina peligrosamente hacia el lado del delito.
por R.N.














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