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Por suerte, no dirige Michael Bay esta nueva entrega de la serie fílmica basada en la serie animada basada en la serie de juguetes de Hasbro. Eso implica que hay una historia (mínima, pero historia al fin) y personajes de los que uno puede preocuparse lo suficiente como para que el despliegue épico y los cachos de metal que se transforman en otros cachos de metal no aburran a la media hora, algo que indefectiblemente sucede con casi todas las demás películas de la serie
(excluyendo la muy buena Bumblebee).
Pero como sabemos, se trata de vender más juguetes, así que además de los Autobots y de los Decepticons, aparecen los Maximals, que en lugar de ser vehículos que se transforman en robots humanoides, lo hacen en robots aninaloides. Bueno, eso: hay un artefacto partido en dos que hay que encontrar; los Autobots quieren volver a Cibertron (perdón al lector si los nombres son una especie de ensalada ferretera, pero así son las cosas) y los Decepticons, hacer pedazos la Tierra. Y hay un jovencito y una nena que son testigos de todo.
Lo interesante, en todo caso, es que esta vez los Transformers tienen una personalidad, toman decisiones a veces emotivas y la maravilla de la animación computada se dosifica lo suficiente como para que asombre cuando tiene que asombrar. Básicamente lo que uno le pide a esta clase de films, y aquí cumple y dignifica.
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