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DEPORTES | 10-02-2012 15:13

El otro offside de Moyano

El sindicato juega en la liga C del Interior, pero tiene hinchada y plantel de primera.

Por el paisaje arbolado y la amplitud de sus tribunas, la cancha de Fénix no se corresponde con la precariedad que el imaginario colectivo le atribuye a un club que participa en Primera D. El estadio se levanta en una zona de quintas y barrios privados, en el partido de Pilar, y uno de sus sectores laterales, ambos de cemento, está habilitado para 6.000 espectadores, una cantidad de público que sobrepasa los límites habitualmente permitidos en partidos de Primera División. Por las multitudes que moviliza, tampoco Atlético Camioneros se parece a un equipo que juega en el torneo del Interior, la Quinta División de la AFA en versión federal (equivalente a la Primera D del área metropolitana): el último sábado de enero, como parte de un ritual que se repite cada fecha, 3 mil personas descendieron de decenas de colectivos, combis y autos e invadieron la cancha de Fénix para alentar al brazo deportivo del gremio liderado por la familia Moyano, un equipo que cuenta con tres ex jugadores de selecciones argentinas juveniles, incluido un campeón del mundo. Eran hinchas-afiliados-militantes que, además de gritar goles, querían reivindicar un sentido de pertenencia y una pretensión de poder: Camioneros apunta, algún día, a ser de Primera.

Lucha de clases. En el partido ante Náutico Hacoaj, por la segunda fecha de la zona 33 del torneo más federal del país (participan 324 equipos), el alambrado se cubrió de banderas verdes y blancas. Detrás de uno de los arcos, un lugar estratégico en el argot del tablón, se desplegó un enorme telón con rostros iconográficos: no eran caras de futbolistas, sino de dirigentes. La hinchada de Camioneros les rinde culto a los líderes del gremio, no del equipo. Y a través de esa gigantografía, Hugo, Pablo y Facundo Moyano fueron testigos del extraño partido que enfrentó a jugadores amateurs de un club de náutica perteneciente a la clase media/alta de la colectividad judía contra el equipo del sindicato más fuerte del país que, desde su fundación en 2006, contrata a jugadores de excelente reputación para la categoría y paga sueldos desproporcionados con respecto al resto de los participantes.

En ese contexto, las dos tribunas eran una lucha de clases en código futbolero. Del lado de Náutico Hacoaj había 120 personas que, de haber sido posible, habrían llegado en yate a la cancha: chicas rubias con gafas de diseño y bolsos con manija acompañaban a muchachos bronceados que vestían camisetas blancas con cuello en v, bermudas y sandalias de moda. Si el partido hubiese sido en otoño, sobre sus hombros habrían colgado pulóveres. En ese sector no había banderas ni cantos ni gente de pie: era una hinchada testimonial, digna de lo que se prevé del subsuelo del fútbol argentino. De hecho, salvo dos jugadores especialmente contratados (el arquero y el goleador), los jugadores de Náutico pagan los gastos que supone participar en un torneo de AFA.

Pero del otro lado había excitación: Camioneros parecía jugarse la final del mundo. Banderas largas, hinchas aspaventando sobre los paraavalanchas, repertorio de lealtad y 50 tambores que se sacudían con la severidad de un mitin en Plaza de Mayo. Había algo urgente en el repiqueteo de esa tribuna que era una referencia continua al conurbano, con leyendas de Berazategui, Florencio Varela y Esteban Echeverría, y a los diferentes ramales del gremio: Aguas y Gaseosas, Recolección, Corralón, Expreso y Mudanzas, y Logística y Distribución.

Los clubes de moyano. Entre los Moyano y el fútbol siempre hubo química. Hasta hace un mes y medio, Hugo y Pablo eran dirigentes de Independiente: el secretario general de la CGT como representante de socios del club y el hijo, secretario adjunto de Camioneros, como presidente del fútbol amateur. Ambos fueron a votar el 18 de diciembre pasado: Moyano padre integraba la lista que encabezaba el ex intendente de Avellaneda, Baldomero Álvarez, pero la derrota, provocada por la pésima imagen del ex presidente Julio Comparada, fue categórica. No toda la familia, sin embargo, sufrió derrotas deportivas a finales de 2011: también en diciembre, Facundo asumió el liderazgo de Alvarado de Mar del Plata. El diputado de la Nación y titular del Sindicato de Peajes no tiene el rol formal de presidente del club que participa en el Argentino B (la categoría superior al Torneo del Interior, donde juega Camioneros), pero ejerce el poder. La cuarta pata futbolística de Moyano es un equipo de Primera B, Barracas Central, presidido por Claudio Tapia, ex delegado de Recolectores y yerno del líder sindical: está casado con la hija mayor de Hugo. La insistencia de Moyano por quedarse con Comunicaciones, también de la Primera B, es otra extensión del mismo escenario.

Durante el partido ante Hacoaj, Camioneros trató de demostrar que, por plantel y público, el Torneo del Interior C le queda chico. Tiene tres futbolistas que jugaron en selecciones juveniles: el arquero, Fernando Regules, suplente en el Mundial Sub 20 1991 y con un partido en San Lorenzo al año siguiente; el enganche Livio Prieto, revelación de Independiente en 2000, con pasado en la Sub 17 argentina y convocado para el Mundial Sub 20 2001 (aunque se lesionó y su lugar fue ocupado por Andrés D'Alessandro); y el delantero Esteban Herrera, llamado a ser el primer sucesor de Martín Palermo en Boca, titular en algunos partidos del ciclo de Carlos Bianchi en La Bombonera, y campeón del mundo Sub 20 en 2001. Además, el técnico, Hugo Smaldone, es un viejo zorro del Ascenso.

Líderes. En 2012, Camioneros ganó todos sus partidos salvo, justamente, el empate ante Náutico Hacoaj. El final de esa extraña tarde fue algo nunca visto: el equipo sindical convirtió un gol de corner que fue anulado a instancias del juez de línea que cubría el ataque del rival, por lo que estaba a 50 metros de la jugada. El primer hielazo de la tribuna de Camioneros cayó en el círculo central. Las botellas de fernet llegaron incluso más lejos. El árbitro, de la liga de San Antonio de Areco, tardó 20 minutos en salir de la cancha: estaba acorralado contra la tribuna del country, desde donde lo felicitaban por su valentía. Fue un momento difícil: tenía enfrente una hinchada embravecida. Una hinchada de Primera en un torneo de Quinta División.

por Andrés Burgo

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