**** La estafa inmobiliaria no es un tema demasiado frecuentado por el cine. Incluso si tiene una gran ventaja: permitirnos conocer, observar una ciudad. En este sentido, “Fiebre del ladrillo”, la historia de un par de estafadores que juegan un juego peligroso con propiedades, permite ver más allá de los lugares históricos el paisaje de Berlín, su combinación de edificios altos y rascacielos, sus calles y sus vistas. Que son esenciales para comprender el ascenso y la caída de estos personajes, cargados de ironía y de oscuridad, incluso si el ritmo del film en parte es de comedia. Como corresponde en estos casos, el espacio físico se fotografía reflejando lo que sucede dentro de los personajes: esos lugares amplios y luminosos representan el éxito; las oficinas turbias y nocturnas, el crimen detrás del dinero. La ciudad, pues, se vuelve protagonista.
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