***** Charles Laughton fue un actor gigantesco, aunque a veces su excesiva teatralidad molestaba al espectador. Por eso es sorprendente que su único film como director sea puro cine. Es un cuento de hadas perverso: un loco asesino que se hace pasar por predicador, seduce y mata a una mujer, y persigue a sus dos niños, que terminarán protegidos por una dulce abuelita de armas tomar. Todo el paisaje de un pueblo en los Estados Unidos profundos se convierte en algo pesadillesco, casi surrealista, y Laughton crea imágenes inolvidables (el cadáver en el auto, bajo el agua, con el pelo flotando, por ejemplo). Lo de Mitchum es extraordinario: seductor y temible en todos los planos, un ser de dos caras (dos manos, vean los tatuajes), quizá el mejor retrato de Satán que ha logrado crear el cine.
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