***** No siempre la película central en la obra de un director es la más famosa. Es lo que pasa con “Tucker”, la biografía de un constructor de autos que triunfó y fracasó en los Estados Unidos y que le sirve a Coppola para contar, bueno, la historia de Francis Ford Coppola –y cómo cayó por el desastre comercial, que no estético, de “Golpe al corazón”–. Filmada ex profeso con estilo publicitario, con colores que estallan ante la vista, con electricidad completa gracias a la actuación de Bridges y la banda de sonido de un inspiradísimo Joe Jackson (más cierta cinefilia: el juicio final se parece al de “El manantial”, melodrama genial de King Vidor basado en una novela de Ayn Rand), Coppola muestra que es un genio, cuál es su sentido en el mundo, qué es la vocación, qué es el misterio (el “Azul Vals”, ni más ni menos) y cómo los mercaderes sin imaginación son incapaces de reconocerlo. Y mientras desarrolla la fábula, uno ve una de esas películas de las que no se puede quitar la vista, que estalla de generosidad, buen humor y belleza. El Coppola esencial y alegre.
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