Monday 9 de December, 2024

ECONOMíA | 02-06-2022 14:49

Pobreza y estancamiento, el círculo vicioso del Estado

El autor considera que el brutal crecimiento de planes asistenciales son el resultado del nulo crecimiento de la economía: falta de inversión que se retroalimenta por el déficit fiscal.

La multiplicación de los planes asistenciales es el eslabón más visible de un círculo vicioso. Todo comienza por el estancamiento y la baja productividad de la economía argentina. Esto lleva a que no haya creación de empleos asalariados formales en empresas privadas. Los empleos que se crean son en el empleo público y en el cuentapropismo informal. Concretamente, en la última década el empleo asalariado formal en empresas privadas estuvo clavado en 6 millones de personas. Sin embargo, el total del empleo aumentó en 3 millones de personas, sólo que la mitad del aumento fue en el empleo público y la otra mitad en el cuentapropismo.

Para entrar al empleo público, en general, se requiere tener algunos estudios como secundaria completa o superior incompleta. La gente que tiene bajos niveles de educación (secundaria incompleta) se auto-emplea en el cuentapropismo informal donde los ingresos son bajos e intermitentes debido precisamente al estancamiento y la baja productividad de la economía.

Este es el colectivo donde las organizaciones sociales reclutan la gente para pedir planes asistenciales. De esta forma, esta gente desarrolla un empleo informal y busca el plan asistencial como un complemento. Muchas veces no es la propia persona la que accede al plan sino algún miembro de su hogar que generalmente es una mujer adulta laboralmente inactiva (esto es, no trabaja ni busca trabajo). Así es como los hogares humildes combinan ingreso del empleo informal con los planes asistenciales. Y van sobreviviendo.

El Estado, en definitiva, se ve en la necesidad de mantener los planes asistenciales y hasta de multiplicarlos ante la acuciante situación social. El punto neurálgico es que lo que provoca la necesidad de multiplicar los planes asistenciales es la pésima intervención del propio Estado.

La baja productividad de la economía es la que lleva a la gente a tener que vivir del empleo público (lo más educados) o de los planes asistenciales (los menos educados). La baja productividad se debe a que el Estado no genera condiciones para la inversión privada, ni para que el sector privado sea más eficiente.

La tasa de inversión en la última década de la economía argentina fue del 16% del PBI. Esta es una tasa bajísima que apenas alcanza para reponer el capital consumido. Un país emergente para desarrollarse necesita invertir, por lo menos, a una tasa del 25% del PBI por año y sostenida en el tiempo.

Cuando uno se pregunta por qué hay tan bajos niveles de inversión, aparecen las intervenciones deficientes del Estado. La estructura impositiva está muy distorsionada por la acumulación de impuestos de los tres niveles del Estado (nacional, provincial y municipal) y es especialmente gravosa para la inversión productiva. El nivel de gasto público supera con creces lo que el Estado recauda por lo que el déficit fiscal crónico generó una historia de sucesivos defaults de deuda pública y una historia de alta inflación por emisión monetaria espuria. Esto llevó –además del empobrecimiento de la población– a que no haya crédito privado de mediano y largo plazo para los sectores productivos. Sin mercado doméstico de capitales privados, a los ahorristas argentinos nos le queda otra alternativa que invertir en desarrollos inmobiliarios residenciales (que no mejoran la productividad) o ahorrar en el exterior (donde hay oportunidades de inversión productiva y seguridad jurídica).

Las regulaciones laborales son extremadamente vetustas con una Ley de Contrato de Trabajo y convenios colectivos sectoriales que datan de las décadas de los ’70 y los ’80 y también muy distorsionadas por una justicia laboral que es impredecible. No es arriesgado afirmar que actualmente las regulaciones laborales le son útiles sólo a los dirigentes sindicales y a los abogados laboralistas, porque no brindan nada positivo para un empleador, un emprendedor y ni siquiera para los trabajadores, como lo demuestra el hecho de que en la última década no hubo creación de empleo asalariado formal en empresas privadas.

El aumento de la inversión privada y de la productividad económica dependen decisivamente de la inversión en infraestructura. Las condiciones de las rutas naciones y provinciales son deplorables por la falta de mantenimiento. El canal fluvial más importante, que es la Hidrovía, está falto de mantenimiento y preso de una interna política dentro del Estado. Los vuelos aerocomerciales están reducidos por una política de protección a la aerolínea estatal de bandera que perjudica la inversión aerocomercial privada. El sistema eléctrico no está en condiciones de soportar mayor demanda de los sectores productivos por falta de inversiones debido a una política de subsidios indiscriminados al consumo eléctrico. La cuenca de Vaca Muerta que supo generar euforia y esperanzas por su posible potencialidad energética está totalmente desaprovechada porque pasó una década y todavía no hay un gasoducto que lleve el gas hacia los sectores productivos (está el nombre del gasoducto: “Néstor Kirchner”; pero no el gasoducto).

En este marco de un Estado que cobra muy malos impuestos y es crónicamente deficitario, que eliminó con sus políticas inflacionarias el crédito privado de largo plazo, que preserva reglas laborales atávicas y que sólo favorecen el rentismo basado en el conflicto y la judicialidad laboral, sin inversión en infraestructura productiva, por todo esto, no es raro que el país esté en un proceso sostenido de decadencia económica.

El destino de la decadencia económica no es otro que el empobrecimiento de la población. Aquí aparece entonces el principio del “Estado presente” dando empleo público y planes asistenciales para combatir la pobreza; pobreza que crean las deficientes intervenciones públicas del Estado.

Por eso, para salir de la decadencia económica hay que rediseñar el Estado para que funcione con responsabilidad política, racionalidad económica y profesionalismo técnico. Es imposible que la sociedad si no tiene un Estado equilibrado que funcione con razonables niveles de excelencia en su gestión.

 

*Jorge Colina es autor del libro “Una Vacuna contra la Decadencia: Cuestionando Consensos sobre el Funcionamiento del Sector Público Argentino” junto con Osvaldo Giordano y Carlos Seggiaro.

por Jorge Colina*

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