Thursday 28 de March, 2024

ECONOMíA | 06-06-2022 14:43

Censo 2022: una Argentina con población más vieja

Las estadísticas confirmarían esta tendencia y su impacto en la estructura socioeconómica. Cómo incide eso en la pobreza.

¿Somos más o menos pobres que hace una década? ¿Las amenazas sobre el financiamiento de la salud pública y el sistema previsional están más cerca de convertirse en una pesadilla social? ¿Es irreversible la estructura socioeconómica que se fue formando en los últimos años? Estos son algunos de los interrogantes a los que se podrá responder con los resultados del Censo Nacional del 19 de mayo para reafirmar o corregir las percepciones sobre las tendencias poblacionales de largo plazo que impactan en la economía lenta, pero inexorablemente.

Revisión. La primera nota discordante fue el total de la población que las cifras provisorias arrojaron a las pocas horas, en una escueta información que el INDEC comunicó: 47.327.407, de los cuales casi 53% resultaron ser mujeres y 47%, varones. Si estas cifras se confirman en agosto, cuando el INDEC prometió que daría a conocer los cómputos completos, estaríamos frente a un quiebre en la tendencia que se venía dando en el país y luego en toda la región desde mediados del siglo pasado. En el período 2001-2010 el crecimiento demográfico fue de algo más del 1% anual, una cifra que de las anteriores pero que en los once años y medio siguientes (1,4%) se habría elevado casi 30%. Vale utilizar el potencial en este caso porque las diferencias son tan llamativas que merecen la espera para su confirmación: o se midió mal, o hubo una sorpresa con algún factor imprevisto.

De todos modos, proyectando este solo dato, IDESA advirtió que la performance económica del país en estos casi doce años (2010-22) fue mucho peor de lo estipulado: contra un crecimiento total del PBI de 0,2% anual (2,5% en total) el aumento de la población la rebasó en 1,2% anual, por lo que, en realidad, el ingreso por habitante habría caído casi 15% en ese período.

Además, el informe de la entidad cordobesa destaca que si la población total y la población ocupada en el mercado laboral (que también creció al 1,4%) crecieron a una tasa mucho mayor que el modesto aumento en la producción de bienes y servicios, indica que los otros dos factores determinantes del desarrollo –capital (inversión) y eficiencia– hicieron una contribución negativa a la producción. “Se produce así una caída de la productividad, ya que la cantidad de bienes y servicios crece menos que la población. Esta es la clave para explicar la decadencia económica y la persistencia estructural de la pobreza”, explica.

Para graficarlo, apuntan a la variable emergente en este proceso, que es la tasa de inversión (medida domo porcentaje del PBI) que arrojó un promedio de 16% anual, insuficiente para reponer el stock de capital y ampliar la capacidad productiva para un crecimiento sostenido en el tiempo. Para ello no debería bajar de 25% anual para esta década.

Bajo la lupa. Alejandro Piscitelli Murphy, director del Departamento de Sociología de la UCA y profesor de Sociología de la UADE, tiene reparos con respecto a las cifras provisorias dadas a conocer. “El crecimiento de la población se da por aumento vegetativo o por saldo migratorio. No parecería que ninguno de los dos aspectos haya tenido un salto cualitativo para romper la tendencia anterior”, subraya.

Sin embargo, Piscitelli destaca que cuando sí haya datos certeros se podrá tener un mapa de la distribución territorial de la población, un factor que sí cree que se habrá modificado. El otro dato que cree se confirmará es el del envejecimiento de la población, que marca un dato clave para las políticas públicas. “Modifica toda la agenda y no sólo por un tema de recursos destinados a la salud, sino que afecta el consumo, aspectos inmobiliarios, de transporte, previsional e incluso de nuevas fuentes de trabajo para enfrentar esta nueva configuración.

El otro indicador que fue cambiando el mapa humano es el de la baja continua de la fecundidad. Para Rafael Rofman, Director del Programa de Protección Social de CIPPEC, cree que el número definitivo será menor que el provisorio porque se asume que el universo es parecido, pero hace tiempo que la fecundidad no solo no subió, sino que bajó bastante. “No es lógico que haya subido. Ni que la migración haya cambiado mucho”, arriesga.

Sobre el tema previsional, otras de los temas sensibles a los cambios demográficos, enfatiza que el impacto es a largo plazo, pero, en cambio, si el censo verifica que hubo una aceleración de la caída de la fecundidad, se acelerarán los cambios, entre ellos una revisión más rápida del sistema previsional en crisis.

Menos y más. Rofman sostiene que entre 2015 y 2020 la fecundidad bajó un 33% en todo el país. “Es muchísimo. Y todos los indicadores que tenemos dicen que se concentró en los lugares más pobres con baja de 2/3 sobre las madres adolescentes. Eso sí altera la política de educación porque cambia la demanda”, remarca. ¿Una buena noticia para los gobernadores, acosados por las carencias del sistema educativo? Si parcialmente porque también junto con ese achicamiento del gasto crecen otros vinculados con el envejecimiento. En la ocupación, esta merma en la fecundidad impulsa a más mujeres a continuar sus estudios o demandar un empleo formal, pero queda la otra respuesta del mercado: la demanda por sus servicios. Una asignatura pendiente ya que en la población económicamente activa (PEA) casi no se alteró en la cantidad de empleos formales privados.

Otro dato interesante para confirmar es si el crecimiento de la población se aceleró en las áreas de ciudades chicas y medianas (entre 20.000 y 50.000 habitantes) en desmedro de las grandes urbes, como el conurbano bonaerense. “Esto tiene que ver con que el modelo de desarrollo que fue muy fuerte hasta 1970 perdió impulso. Antes la gente emigraba a centros industriales y ahora, eso cambió: el sector más pujante es el agro y sus áreas de servicio”, concluye.

Gestión y pensión. El que la población de adultos mayores crezca en proporción cada vez más es un dato a tener en cuenta y una tendencia irreversible. A su juicio, Pablo Comelatto, investigador del Centro de Estudios de Población (CENEP) y docente de Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), esta tendencia de desaceleración en la tasa de crecimiento en América Latina se empezó a mostrar en los países que hace más de medio siglo cambiaron sus indicadores: Argentina, Chile, Uruguay y Cuba, que empezaron lo que se denomina la “transición demográfica”. “El envejecimiento es el tema por excelencia en estas cifras. En 2010, la población mayor de 65 años ya pasaba el 10% y ese porcentaje debería aumentar en esta medición, con su impacto en muchos aspectos: transferencias de recursos al sector de adultos mayores, además del efecto en el sistema previsional. Si no hay cambio en la informalidad laboral, es muy relevante el envejecimiento”, argumenta.

Por último, Comelatto alude a los tres “bonos” que marcan la influencia en las variables económicas en el largo plazo, es decir: períodos que incluso van más allá de un censo. Estos son el “bono” demográfico, el de género y el de formalidad, que en síntesis destaca las oportunidades que dan las tendencias de largo plazo para realizar políticas antes que lo que se insinúe sea una realidad presente. El demográfico se refiere a los cambios en la pirámide poblacional que todavía no afecta a la población económicamente activa para financiar el sistema previsional y que genera una oportunidad para el desarrollo. Lo mismo ocurre con el de género: que brinda la chance de que las mujeres aumenten considerablemente la participación en el mercado laboral formal (todavía en Argentina la incidencia es más baja que el masculino). “El trabajo doméstico genera valor, pero no está captado por las cuentas nacionales. (para esto hay encuestas específicas sobre el uso del tiempo), cosa que debería terminar de corregirse”, apunta. Y finalmente, el “bono de formalidad”, en una economía marcada por casi un 40% de actividad en negro, “si de acá a 10-20 años formalizamos esto, es una contribución enorme.

En definitiva, tendencias que van más allá de las estadísticas y que marcan a fuego la política económica futura pero también presente. Sólo cabe recordar que casi el 60% del gasto público nacional se destina al sistema previsional y asistencial. Una cifra demasiado relevante para dejar todo librado al cortoplacismo.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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