Saturday 14 de December, 2024

ECONOMíA | Hoy 08:57

Efecto motosierra: el perdedor del año

El dólar empezó el año como la gran referencia económica y termina buscando su propio piso a medida que las expectativas cambian.

“El que apuesta al dólar pierde”, fue la frase con la que la memoria colectiva asocia a un ministro de Economía (Lorenzo Sigaut, en 1981) intentando desinflar las expectativas devaluatorias. Tarea titánica porque ese año, se pulverizó la “tablita cambiaria” y comenzó una carrera de precios con la moneda norteamericana picando en punta. Sin embargo, tuvieron que pasar 43 años para que ese augurio, casi una súplica, se pudo transformar en una realidad concreta: mientras que en los once primeros meses del año la inflación, aún con una fuerte desaceleración se ubicó en el 112% contra una suba, en ese mismo lapso, del dólar oficial de 24,2% y de 9,5% del libre. Once mese atrás, los plazos fijos (tanto en la modalidad ajustados con UVA como los tradicionales) también terminaron emparejando al alza del IPC. Es decir, esta vez los que guardaron los “verdes” llevaron la peor parte.

Carrera. Si algo desinfló al dólar terminó siendo, sin duda alguna, el cambio en las expectativas que, si bien no tuvieron un comportamiento regular, siempre apuntaron a una baja en la inflación esperada pero también descontaron un proceso recesivo con un lento rebote en la última parte del año. Todas las mediciones terminaron confirmando estos pronósticos, aunque en muchos casos las discrepancias entre analistas privados y funcionarios se concentraban en la intensidad del proceso. Por ejemplo, en la anterior medición REM, la encuesta que publica mensualmente el Banco Central, auguraba para noviembre una inflación minorista del 2,7% que resultó un poco más alta que la que midió el INDEC (2,4%).

La derrota del dólar no fue sólo contra el promedio de pesos, sino, sobre todo, contra la valuación de otros activos que rebotan mucho antes que lo haga la actividad. En ese lapso, por ejemplo, la acción de YPF aumentó 136%, incluso puntos menos que el índice Merval (+143%), que aglutina a las acciones del panel líder. La diferencia, durante 2024 para el ahorrista fue notable y quedó de manifiesto en las ofertas que formulan los bancos y agentes financieros para captar los dólares del colchón. Este fue otro capítulo singular en el año que transcurre: se invirtió el flujo de reservas monetarias internacionales, pero aún con las fuerte compras que realizó el BCRA en el primer trimestre del año, todavía las reservas netas siguen siendo negativas. La estimación de un informe de Portfolio Personal Inversiones (PPI) en base a los últimos datos actualizados del BCRA, daban -US$8.174 millones, pero mostrando un empeoramiento de casi US$1.000 millones calculados para fin de octubre, por los retiros post-blanqueo.

Envión. El resultado del blanqueo fue un punto de inflexión aún para los que creían que sería irrelevante para enfrentar al problema más urgente de la economía en el último trimestre del año: ejecutar un programa realista de aterrizaje suave para salir del laberinto en el que se encontraba por la persistencia del cepo. En los últimos dos meses, la cotización del dólar libre cayó casi 10% y la brecha se acercó a un ínfimo 4% con lo cual, todas las especulaciones por segmentar el mercado cambiario se volvieron abstractas.

La economista Marina Dal Poggetto, comentó en un reciente informe de su consultora Eco Go que, “visto en retrospectiva, la decisión de usar dólares de las reservas para intervenir en la brecha en julio, que parecía muy controvertida, se convirtió en un puente hasta un blanqueo que fue mucho mayor del que esperábamos nosotros y el mercado. Entraron al sistema US$21.000 millones, todavía hay USD14.000 millones en depósitos de los cuales USD6.500 millones se mantienen en sucursales”, subrayó.

Sin embargo, las voces que advierten algún nubarrón en el escenario de mediano plazo apuntan a la vigencia del cepo como un elemento que no sincera el mercado cambiario. En su mensaje del primer aniversario de su gestión, el Presidente anunció, entre otras cosas, la salida del cepo y la introducción del concepto de competencia de monedas “para 2025”, para lo cual el peso y las demás monedas deberían ser totalmente convertibles. Uno de los principales promotores de la iniciativa es el exministro Domingo Cavallo, que siempre mantuvo reservas con la dolarización “pura” y con la desaparición del Banco Central. Hoy su “sugerencia” es que antes de liberalizar totalmente el cepo cambiario deberían empezar por eliminar el cepo “financiero” y la alquimia del “dólar blend” por el cual se absorbe parte de la brecha cambiaria hacia el exportador.

El origen. ¿Qué cambiaría con un sistema de este tipo con la demanda de dólares? Es claro que con una mayor liberalización del mercado cambiario la demanda de divisas aumentaría por la quita de restricciones, pero también por una cuestión previsible: desde el último trimestre del año la economía ya está transitando una recuperación. Si bien no es homogénea y hay sectores que tomaron la delantera (agro, minería y energía) otros no terminan de marcar una tendencia alcista con claridad. También lo apuntaló la expansión del crédito producto de orientar para sectores productivos parte de los dólares captados por el blanqueo (US$2.700 millones y suscripción de obligaciones negociables por otros US$5.425 millones):“con importaciones que en octubre llegaron a US$6.000 millones y el impulso adicional del crédito y el atraso cambiario, la cuenta corriente devengada también va a cambiar de signo en 2025”, proyecta Dal Poggetto.

Lo que sí cambió la tradición de alzas y bajas alrededor fue la irrupción del superávit fiscal como un pilar de la política económica. Según estimaciones de la consultora Empiria, el resultado fiscal de la Nación se terminará consolidando en el 1% del PBI pero que, además, se suma el resultado positivo que el conjunto de las provincias también mostró en 2024. Algunas subiendo los impuestos, otras bajando gastos o bien una combinación de ambos factores. El desafío en el corto plazo es el de seguir mostrando una tasa de inflación descendente y convergente a un piso cada vez menor con la devaluación programada del dólar y la tasa de interés. Fácil de enunciar, pero cada vez más difícil de ejecutar: pasar de la licuadora y la motosierra al bisturí y la reingeniería del gasto requiere una precisión profesional mayúscula. El propósito para 2025, año impar y por lo tanto electoral, nada menos.

por Tristán Rodríguez Loredo

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