Cuando un país tiene sectores con alta capacidad para exportar se genera una abundancia de dólares que abarata el tipo de cambio. Esto impacta en el resto de los sectores económicos a quienes les cuesta producir y crear empleos debido a que importar se vuelve más barato. Este fenómeno, en la literatura económica, se denomina “enfermedad holandesa”. Alude a una fuerte apreciación que se produjo del florín holandés en la década de 1960 cuando se descubrió una gran reserva de hidrocarburos en el Mar del Norte.
Argentina corre el riesgo de sufrir la “enfermedad holandesa”. El gobierno implementó el blanqueo que produjo un masivo ingreso de dólares al circuito formal de la economía. Existe la expectativa de que, aprovechando los beneficios previstos en el RIGI, se expanda la producción de la minería y la energía lo que aumentará las exportaciones y evitará importaciones. A esto se suma la muy alta competitividad del sector agropecuario. El tipo de cambio multilateral (es decir, el que considera las monedas de los principales países con los que comercia el país) ya refleja que el dólar esta bajo en la Argentina y es probable que el fenómeno se profundice en el futuro próximo.
Ante un gran dinamismo exportador del agro, la energía, la minería y la industria del conocimiento: ¿Cuál puede ser el impacto en el mercado de trabajo de un tipo de cambio bajo? Según la Secretaría de Trabajo se observa que:
- El agro, la energía, la minería y los servicios informáticos y del conocimiento generan aproximadamente el 10% del empleo asalariado registrado en empresas privadas.
- La industria y la construcción crean el 25% del empleo asalariado registrado.
- Comercio y servicios explican el restante 65% del empleo asalariado registrado.
Estos datos muestran que los sectores con alta capacidad para generar divisas (agro, energía, minería e industria del conocimiento) generan relativamente poco empleo: apenas 1 de cada 10 empleos asalariados formales. Mientras que el resto (industria, construcción, comercio y servicios) explican 9 de cada 10 empleos formales. Se trata de una distribución aproximada, ya que los sectores altamente competitivos generan demanda al resto de la economía, pero su impacto es limitado. El grueso del empleo urbano depende de sectores con menos capacidad competitiva y, por lo tanto, el atraso en el tipo de cambio no solo reduce su producción sino, lo más decisivo, tiene impactos negativos sobre el empleo.
Hay manera de evitar que la alta competitividad de algunos sectores se convierta en una maldición vía la “enfermedad holandesa”. La solución no es devaluar sino acelerar las reformas estructurales. Con las reformas, más sectores serán capaces de producir y generar empleos aun con un tipo de cambio bajo. Eliminando impuestos distorsivos, rediseñando la legislación laboral para evitar la excesiva conflictividad y litigiosidad, mejorando el sistema de transporte y toda la logística, promoviendo regulaciones que fomenten la competencia y desarticulen las prácticas monopolísticas se abaratarán los costos de la producción nacional. En otras palabras, el remedio para enfrentar la “enfermedad holandesa” no es devaluar sino impulsar reformas estructurales para que los costos de producir en la Argentina bajen tanto o más de lo que se reduce el tipo de cambio.
Las oportunidades para bajar costos e ineficiencias son enormes y gran parte de las reformas están en el Acta de Mayo. La forma de contrarrestar el atraso en el tipo de cambio es implementando el Acta de Mayo. Por ejemplo, absorbiendo ingresos brutos y tasas municipales con el IVA aumentaría enormemente la capacidad competitiva de muchos sectores. En similar sentido, hasta ahora la reforma laboral eliminó la multiplicación de la indemnización por despido y da la opción de crear un fondo de cese, pero descentralizando a nivel de las empresas la negociación colectiva se podría mejorar mucho más la competitividad de los sectores con mano de obra intensiva.
La experiencia de la década del ’90 enseña que un tipo de cambio relativamente bajo exige una economía muy eficiente. Las décadas posteriores a las del 90s demuestran que la devaluación no es una solución sino el camino a través del cual el empobrecimiento generalizado de la población compensa las ineficiencias. Para no repetir errores urge abordar con urgencia y en su integralidad la agenda propuesta en el Acta de Mayo.
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por Jorge Colina
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