Sunday 16 de March, 2025

ECONOMíA | 12-02-2025 06:38

Rebote con suspenso

La recuperación de la economía depende de la convergencia de la inflación con la devaluación y las tasas de interés en baja.

La economía argentina fue generando su propia memoria. No quiere decir que sea infalible para predecir el futuro, pero sí que forma sus propias expectativas. La historia reciente parece sugerir que luego de un tiempo de vacas flacas viene la revancha. Luego de un caótico inicio, 2024 transitó entre la frontera con la hiperinflación (25,5% en diciembre 2023, 20,6% en enero y 13,2% en febrero, totalizando un 71% en ese trimestre), el índice de precios se fue desacelerando y terminó rondando entre 2,5% y 3% en la última parte del año. Las proyecciones que hacían los organismos internacionales sobre la entre 3,6% y 3,8%, que agravaba el largo estancamiento del PBI y el retroceso medido por habitante, desde 2012.

La bisagra. De un semestre con indicadore en rojo (tomando diciembre- junio), sobrevino un trimestre de transición y el último en que pareció abrirse el panorama, sobrevinieron los pronósticos para 2025. Por ejemplo, el FMI anticipó el suyo para el PBI argentino: +5%, casi el doble del registrado para la región y todavía más alto que el correspondiente a las economías emergentes en crecimiento (4,2%). Parafraseando al expresidente Eduardo Duhalde, el país parecería estar, una vez más, condenado al éxito. ¿Es una medición sesgada o puro voluntarismo?

En primer lugar, la medición contra el peor año desde la salida de la convertibilidad puede ser engañosa, pero, “punta a punta” marcaría una recuperación de 1,2% en el bienio 2024-25, pero sería nuevamente un “empate”, considerando el crecimiento vegetativo de su población (entre 1% y 1,2% anual).

La primera muestra de este cambio fue, sin duda, la tasa de inflación. Casi al tope de la agenda de la política económica. El relevamiento de precios minoristas de la consultora C&T para la región del AMBA arrojó un incremento mensual de 2% en enero, mostrando una desaceleración frente al 2,8% del mismo indicador que midieron en diciembre. Esta tasa de inflación es la menor en los últimos 53 meses y la más baja para un mes de enero desde el 2018 y la tasa anual de inflación C&T fue de 93,4%, la más baja desde octubre de 2022. Sobre todo, los rubros que forman la “inflación núcleo” (como los alimentos) fueron los que menos subieron.

Otro indicador que ofició de catalizador de las crisis y se erigió en la puerta de emergencia los que querían defender sus ingresos: el dólar. Pero, precisamente, cuando dejó de incorporar el factor incertidumbre. De hecho, la inversión en dólar financiero (el MEP, por ejemplo) perdió contra las demás alternativas: 18% contra 28% del dólar oficial pero muy lejos del 118% del IPC y todavía más del 121% en dólares que explotó en índice Merval. Esta vez, el que apostó al dólar, perdió.

No fue magia. La razón de estos dos indicadores (inflación y devaluación) están vinculados a través del hilo conductor del otro logro del que se ufana el Gobierno: la eliminación del déficit fiscal.  El resultado financiero pasó de -4,6% a un superávit de +0,3%, lo que evidencia una mejor de 5% del PBI en sólo doce meses. Además de desalentar las expectativas de inflación,

La brutal mejor de la performance fiscal se logró, básicamente a través de la licuación del gasto público y, dada su composición, por la baja en términos reales del gasto previsional, las transferencias a las provincias y la merma de subsidios al sistema energético y de transporte público de pasajeros. El economista Jorge Colina, de IDESA, estima que ese torniquete fiscal fue de 4,5% del PBI y el resto por menor pago de intereses por ingresar en el circuito virtuoso de menor necesidad de fondos para cubrir el rojo en descenso del Tesoro que derivó en la baja en la tasa de interés. Toda esta combinación de factores terminó aplastando la brecha cambiaria que, aún conviviendo con un cepo más “blando”, retrocedió hasta estabilizarse en la franja entre 15% y 20% entre los tipos de cambio de referencia.

El control cambiario, si bien dista de los estándares de emergencia en plena crisis ministerial de 2022, continúa vigente y ahora se vuelve a enarbolar como promesa electoral de medio término. Para diluirlo, el Banco Central fue saneando su cartera, utilizando las reservas internacionales que quedaban como saldo y normalizando los periodos de pago de importaciones. El combo de esta situación llevó al riesgo país a menos de 650 puntos básicos (6,5% sobre la tasa que devenga los bonos del Tesoro de los Estados Unidos), un valor al que no se llegaba desde agosto de 2019.

Otra puerta. Los tres últimos indicadores que fueron evolucionando durante 2024 y que asomaron este año con otra perspectiva son el nivel de actividad y su correlato en la recaudación tributaria y el salario real. Paradójicamente, los tres fueron la Cenicienta durante la recesión del primer semestre: caía la actividad a los sótanos de las comparaciones históricas, arrastraba el ingreso por impuestos y pinchaba la demanda laboral, en una carrera imposible por emparejar la inflación pasada.

Si bien el ajuste fiscal se concentró en los rubros del gasto más importante, la obra pública sufrió una caída abrupta y las provincias también tuvieron que cerrar la canilla del gasto cuando comenzaron a recibir menos fondos de la coparticipación de impuestos (en forma automática) y vieron bajar a casi cero las discrecionales.

Esto llevó a iniciar una nueva lucha: mientras el Gobierno nacional promociona la baja de impuestos o eliminación de ciertas regulaciones, apunta contra las provincias o municipios que compensaron la caída de particas con aumento en las alícuotas, especialmente Ingresos Brutos (que recauda casi el 80% del total). En el último cuarto se siglo, según estimaciones del IERAL, las provincias en su conjunto aumentaron su presión tributaria un 48% con relación a la que tenían en el año 2000 (+41% en el caso del gasto de la Nación), estacionándola en el orden del 5,1% del PBI total. ¡Duro de bajar!

Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL, no tiene dudas al respecto: con una pauta cambiaria al 1% mensual como la modificada a partir de este mes, el desafío es lograr la convergencia de salarios y tarifas. Las tarifas ya tuvieron su gran salto durante el año pasado, si bien todavía hay inequidades de brechas tarifarias según regiones y tipos de consumo. Pero en un año electoral, no habría que proyectar un tarifazo generalizado, un dato clave a la hora de medir los resultados en los núcleos urbanos más subsidiados.  En cuanto los salarios reales, quizás el factor más relevante a la hora de explicar la decisión del voto, la recuperación se fue dando a medida que las paritarias ajustaban (con atraso) y la inflación se desaceleraba. “Los últimos datos de 2024 muestran salarios privados formales actualizándose a un ritmo de 3,3% mensual y precios de servicios regulados subiendo al 3,4% mensual. Para que la pauta cambiaria del 1% no implique la acumulación de distorsiones en los precios relativos, aquellos guarismos deberían converger a un ritmo mensual inferior al 2%” explica. Pero también anticipa que lograr una convergencia de las tres variables con un techo del 1% mensual no se producirá sin “ruidos”: tensiones en las negociaciones privadas y la dificultad por eliminar aún más las partidas de subsidios que representan todavía 1,5% del PBI.

La revancha. Estas primeras dificultades por forzar la marcha y sincronizarla con los tiempos electorales no son las únicas. El enrarecimiento del escenario internacional, por ahora no tiene impacto directo en las cuentas argentinas, pero alterar las proyecciones. La declaración de guerra de Trump hacia sus “aliados” imponiéndoles tarifas aduaneras adicionales es un juego de negociación que recién comienza pero que sólo afectaría indirectamente al comercio exterior. Pero por ahora, la urgencia mayor está en conseguir un nuevo acuerdo con el FMI, ahora con el beneplácito del principal socio del organismo, los Estados Unidos. La intención es reprogramar pagos para poder conseguir el respaldo financiero suficiente para liberar el cepo durante algún plazo en este año. Las dudas de los economistas del staff pero también de los locales, es hasta cuándo podrá resistir el sector exportador con una política de utilizar el tipo de cambio como el ancla inflacionaria. Y un fantasma que sobrevuela al por ahora principal sector exportador argentino, el complejo agropecuario: si el factor climático se torna negativo, pulseará más aún por otra rebaja de retenciones o alguna forma de disimular un salto cambiario para que no se vuelque a los precios y se derrumbe el Yenga económico.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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