No solo los médicos y los enfermeros merecen un aplauso a las nueve de cada noche. También otros trabajadores están exponiéndose al contagio, quizás menos, mientras cumplen con su trabajo, desde policías en su deber de controlar el acatamiento de la cuarentena hasta empleados de farmacias que siguen vendiendo remedios o los pilotos y azafatas que traen argentinos del exterior. También están los integrantes de la cadena alimentaria que nos aseguran que vamos a seguir comiendo en pleno parate: desde el campo y la industria, con sus proveedores, como los camioneros que transportan la madera para hacer el cartón del packaging, hasta la cara más visible y más expuesta a la transmisión del coronavirus, es decir, los empleados de supermercados, verdulerías, carnicerías y panaderías. Son en cierta forma héroes involuntarios de esta pandemia.
He aquí algunos de los testimonios de estos últimos: sus prevenciones, sus miedos. Una es Rosa Benítez, cajera de una panadería de Barracas. Otro es Axel Panópulos, empleado de un Carrefour Express en La Boca. El tercero es Pedro Alayo, que trabaja en una verdulería de Almagro.
Solo en la ciudad de Buenos Aires hay 20.000 empleados de comercio en supermercados y cadenas de farmacias.
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