El Viejo Vulcano: cocina con historia

Liliana García y su pareja decidieron emprender de la mano, en 2016, una nueva aventura. Juntos son el alma mater que, durante estos últimos tres años, ha mantenido encendidos los fuegos y los faroles de este lugar casi centenario.

En esa esquina, donde Borges tranquilamente podría haberse inspirado para alguna de sus milongas, supo funcionar antiguamente una famosa quesería cuyo nombre se perdió en el olvido quedando El Viejo Vulcano, el mismo con el que se conocía a una fundición de la zona, que producía cocinas y braseros.

Pasó por varios dueños hasta que, cuando languidecía, Lili y su socio decidieron convertirlo en un desafío personal: que fuera el mismo Vulcano de siempre, pero en su mejor versión.

El primer reto fue mantener el mismo personal con el que recibieron la empresa. El grupo funcionaba como una familia y lo consideraron como un valor agregado al momento de lanzar el proyecto. El próximo paso fue diseñar una carta que respetara la historia del lugar y que a la vez fuera incorporando nuevas recetas para acompañar la creciente exigencia del público.

La carta de El Viejo Vulcano, que se renueva permanentemente, es la de un típico bodegón porteño: excelente parrillada argentina y pastas caseras, pero caseras en serio, amasadas sobre las viejas maderas del lugar.

Lili es una reconocida entusiasta de la cocina y no duda en ponerse el delantal para trabajar codo a codo con los profesionales de su cocina ensayando y perfeccionando nuevas recetas que más tarde incorporan a la carta.

Hoy, la estrella del menú parrilla, al igual que en los mejores steakhouses del mundo, es el bife tomahawk: un bife de chorizo con el hueso entero de la costilla. Una pieza impresionante que puede pesar hasta 1.2 kg y que es la última tendencia en carnes. Y pronto ofrecerán también el clásico, pero insustituible t-bone, por el que peregrinan tantos turistas a esta ciudad.

Sin embargo, el plus de El Viejo Vulcano es la esmerada atención de todo el personal, en especial de Lili, que sabe crear vínculos con cada uno de los clientes, con los nuevos o con los de siempre, con los nacionales o con los turistas.

Ese es el mayor desafío que Liliana García y su pareja se propusieron al tender las mesas de esta casa por primera vez: mantener bien en alto la histórica trayectoria de esta esquina tan porteña e ir sumando nuevos miembros a la familia de clientes-amigos que los visitan cada día.

Y en esa ruta de crecimiento y superación continua, ya están trazando los planos para que el Viejo Vulcano abra otra casa en zona Norte. Ahí también el dios del fuego seguirá golpeando su fragua.