Monday 9 de September, 2024

EMPRESAS | 28-07-2024 08:06

Industria del fútbol: fenómeno global

El deporte rey no solo entretiene: también genera ingresos crecientes a través de derechos de transmisión, patrocinadores y merchandising.

El fútbol se ha convertido en un espectáculo global que trasciende fronteras culturales y geográficas. Como vimos en varias ocasiones, el deporte rey no solo entretiene, sino que también genera ingresos significativos a través de derechos de transmisión, patrocinadores y merchandising. Este fenómeno ha llevado a la creación de ligas y torneos internacionales que atraen audiencias masivas, convirtiendo el fútbol en un negocio multimillonario. El fútbol no es solo un deporte; es una herramienta de poder blando (“soft power”) en manos de Estados y grupos de interés, es un instrumento geopolítico, utilizado por las grandes potencias, y un actor geopolítico global en sí mismo.

Como como sostenemos en nuestro libro "El gran Juego" (Altamarea, 2024), escrito con el politólogo Narcís Pallarès-Domènech y el periodista Alessio Postiglione En un mundo en el que las potencias económicas dictan las normas a los Estados y determinan la política, el fútbol, en tanto gran negocio, domina el mundo. Mueve un volumen de facturación anual de 28.400 millones de euros.

La Premier League lidera la clasificación con 5.500 millones de valor total. Le siguen la Bundesliga y La Liga española, con 3.000 millones y 2.950 millones respectivamente. El fútbol italiano genera 2.500 millones; un 12% del PIB del fútbol mundial se produce en Italia: emplea a cuarenta mil personas y genera una recaudación fiscal de 1.200 millones. Las big five, las cinco principales competiciones europeas —por tamaño: la inglesa, alemana, española, italiana y francesa— facturaron 15.600 millones en 2022, un resultado inferior respecto a los 17.000 millones de la temporada 2017/2018, previa a la pandemia, pero igualmente indicativo de su fuerza. En momentos en los que encontrar dinero para destinar a la sanidad o la educación cada vez es más difícil, la economía del fútbol es mayor que la de muchos Estados soberanos. El fútbol mueve pasiones, agita los corazones: está más extendido que las principales religiones monoteístas y que la democracia liberal. El total de telespectadores del Mundial de 2018 fue de 3.572 millones, más de la mitad de la población mundial mayor de cuatro años.

Espectáculo en ascenso. El interés por el fútbol ha crecido exponencialmente en los últimos años, impulsado por la globalización y el acceso a plataformas digitales. Durante la pandemia también ha cambiado la dinámica del consumo de contenido deportivo, aumentando la demanda de experiencias virtuales. Además, la creciente influencia de las redes sociales ha permitido a los clubes conectar con audiencias globales, ampliando su alcance y atractivo. La transformación del fútbol en un espectáculo televisivo, con el emerger arrogante de los derechos de televisión como sistema de financiación, es la manifestación clara de su conversión en un producto de consumo emocional; como la política, reducida a un teatrillo de reality show.

No es casualidad que el fútbol se haya convertido en el instrumento ideal para las potencias mundiales que buscan imponer su hegemonía en la esfera geoeconómica mundial.

En los últimos treinta años, la industria del fútbol se ha caracterizado por un continuo y constante crecimiento gracias a la penetración de los medios y a la cobertura cada vez mayor de la que se ha beneficiado el producto «fútbol» a nivel global. Muchos equipos han visto crecer su alcance gracias a su adquisición por parte de grandes grupos extranjeros, provenientes sobre todo de países en pleno crecimiento económico. Progresivamente, los ingresos derivados de derechos de televisión han ganado relevancia en los balances de los clubes y, junto con las plusvalías, representan una media del 80% de su facturación.

Mientras que el poder real se convierte en un Leviatán sin rostro lejos de los centros de decisión y de los lugares tradicionales de la representación, imbricándose en tecnoestructuras transnacionales expresión del capitalismo financiero la política, lo social, la televisión y el fútbol son formas de consumo intercambiables, útiles para el aturdimiento posterior de las masas. Y, como en el caso del Leo Messi en Miami, son sorprendentes las puertas giratorias entre estos mundos.

Política y deporte. La política observa el fútbol debido a su capacidad para influir en la opinión pública y su papel como herramienta de ‘soft power’. Desde siempre los gobiernos utilizan eventos deportivos para proyectar su imagen y fortalecer la identidad nacional. Además, los futbolistas se han convertido en figuras influyentes que pueden movilizar masas y generar cambios sociales, lo que hace que su impacto trascienda el ámbito deportivo. Hoy atravesamos una nueva fase que, cabe esperar, ahondará aún más en las tendencias actuales y volverá el fútbol (como otras formas de espectáculo) todavía más funcional a las dinámicas de construcción del poder. Desde los tiempos de Reagan, nos hemos habituado a los actores que entran en política: actores son el actual presiden- te de Ucrania, Volodímir Zelenski, y Beppe Grillo, el fundador del Movimento 5 Stelle italiano. Luego está el panteón del intercambio entre fútbol y política, que atesora casos como los de George Weah, astro del Milan de los ‘90 convertido en presidente de Liberia; Ahmed Ben Bella, jugador del Olympique de Marsella y luego primer presidente de la Argelia independiente; Kaj Leo Johannesen, jugador y presidente de Islas Feroe. También hay candidatos a la presidencia: el islandés Albert Guðmundsson y el ruso Oleg Malyshkin, además del actual alcalde de Verona, el exjugador de la Roma Damiano Tommasi y de Gianni Rivera, exdiputado de la Democrazia Cristiana. Otros futbolistas que hicieron carrera política fueron Pelé, Zico, Romario, Mustafà Monsour, Toshiro Tomochika, Danny Jordaan, William Clegg y Kakha Kaladze.

El deporte es, por tanto, cada vez más político. Y el fútbol, en tanto deporte rey, lidera este fenómeno. Algo que surge de la mano de los partidos de masas. Es célebre el caso de Berlusconi, que “saltó al terreno de juego” al frente de un partido, Forza Italia, cuyo nombre evoca los cánticos de los aficionados de la selección nacional de fútbol. En 1994, il Cavaliere invirtió mucho, políticamente, en su imagen de emprendedor de éxito; lo hizo a través de Mediaset, pero sobre todo del AC Milan, prometiendo que replicaría en la política los éxitos cosechados en el fútbol. Mauricio Macri pasó de ser presidente de Boca Juniors a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y presidente de Argentina, luego. El presidente del FC Barcelona Joan Laporta entró en la política en las elecciones al Parlament de Catalunya en 2010 con el partido Solidaritat Catalana. Casos que no son aislados y que, apostamos, serán cada vez más frecuentes en el futuro.

Globalizados. Un club exitoso en el contexto del fútbol globalizado no solo se mide por sus logros deportivos, sino también por su capacidad para generar ingresos, atraer talento y mantener una base de aficionados leales a nivel mundial. El éxito implica una gestión eficaz de la marca, la adaptación a las tendencias del mercado y la habilidad para navegar en un entorno competitivo donde la influencia y el reconocimiento internacional son clave. Sin lugar a duda la principal tendencia será la proliferación de grupos empresariales y fondos de inversión, que serán propietarios de más de un equipo en más de un campeonato de países distintos. Son los bifg’s: Business International Football Groups. Las nuevas corporaciones trasnacionales de la industria del fútbol. El ejemplo paradigmático es el City Football Group, que tiene 13 equipos en 13 países. El CFG es propiedad mayoritaria del Abu Dhabi United Group, compañía de los Emiratos Árabes Unidos. Más allá de la capacidad y la potencia económica obvias, el City Football Group es un ejemplo paradigmático como best practice de este nuevo tipo de industria del fútbol. En primer lugar, porque tener dinero no es garantía de éxito por sí misma. Al comprar a los mejores jugadores del mundo tendrás el mejor álbum de cromos, pero eso no implica tener el mejor equipo. Basta ver el caso del PSG de Messi, Neymar, Mbappé y compañía: a pesar de tener una enorme capacidad económica y cracks mundiales, sus resultados deportivos no fueron los esperados. La diferencia es que el CFG ha logrado dotarse de una estructura técnica y organizativa con los mejores perfiles para cada área. En el nuevo mundo de los bifg’s hay un segundo caso paradigmático, el Red Bull Football Group, de la conocida marca de bebidas energéticas homónima, que ha creado otro gran conglomerado con equipos ya en cuatro países: Austria (Salzburgo), Alemania (Leipzig), Estados Unidos (Nueva York) y Brasil (Bargantino, en el Estado de São Paulo). Llegó a tener un quinto, el Red Bull Ghana, que arrancó en 2008 y poseía también una academia de fútbol, pero el proyecto terminó en 2014. Este modelo de gestión, cada vez más habitual, es considerado por algunos como el epítome de la comercialización del fútbol y la pérdida de la identidad de los clubes como elemento territorial.

El modelo bifg’s chocará con los clubes que aún se gobiernan como asociaciones deportivas, caso del Barcelona y el Real Madrid, sin duda los ejemplos más famosos. Con la entrada en escena de los fondos soberanos, los “clubes de socios” ven amenazada no tanto su supervivencia, sino su capacidad de enfrentarse y competir económicamente y a largo plazo con estos nuevos actores del fútbol globalizado. Esto explica también la voluntad de azulgranas y merengues de encontrar nuevos formatos —como la Superliga europea— que reequilibren su posición de desventaja económica res- pecto a los nuevos players globales, cuyos recursos parecen casi ilimitados. Sin embargo, también hay ejemplos desde abajo. Uno de ellos es intentar ver el fútbol como motor de regeneración urbana y social. Alrededor de este principio se reconstruyó el proyecto L’Aquila 1927, equipo que actualmente milita en la Serie D italiana, al que sigo personalmente desde hace aproximadamente un año y del cual me he convertido oficialmente en Brand ambassador con la creación de un grupo de socios en Argentina (entre ellos, el experto en marketing deportivo Claudio Destéfano, como responsable para América Latina de este proyecto futbolístico-social). Salvado de la quiebra por los aficionados ‘Red Blue Eagles 1978’ al final de la temporada 2018/19, el club de la capital de la región italiana de Abruzos se ha convertido en "El equipo de la gente". Y no se trata de un simple eslogan.

La estructura asociativa, de hecho, se basó en una forma de propiedad difundida que se inspira en el modelo del Bayern Münich y la organización apostó por la ausencia de deudas, una gestión sana, aunque no exenta de ambición deportiva. L'Aquila, que rozó la Serie C en la última temporada (en su primer año en la Serie D), impulsada por los goles del argentino "el Pocho" Banegas (formado en Instituto de Córdoba), apuesta por un nuevo fútbol entre propiedad popular, crowdfunding (se recaudaron más de 320.000 euros en solo un mes a través de la plataforma "Mamacrowd") y un estadio por rehabilitar. El equipo abruzzés salvado por los aficionados apunta a alcanzar la Serie B en 2027, con un plan industrial quinquenal y un proyecto de rehabilitación de las instalaciones deportivas, dentro de un contexto urbano de una ciudad devastada por el terrible terremoto de 2009 que causó 309 víctimas en esa maldita noche del 6 de abril. Otra oportunidad para renacer.

*Valerio Mancini es profesor en la Rome Business School y autor del libro "El Gran Juego" (Altamarea, 2024).

por Valerio Mancini

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