"Cualquier famoso es un idiota si está en Twitter. Es simplemente estúpido”, opinó este verano George Clooney, en una entrevista para la edición inglesa de la revista “Esquire”. Su razonamiento es que la exposición que por su trabajo tiene cualquier estrella de rock, actriz o actor ya es suficiente. No necesita mostrar más de lo que ya muestra, multiplicar su “accesibilidad”. Por este motivo, Clooney prefiere que lo juzguen por sus películas antes que por lo que escriba en 140 caracteres una noche cualquiera.
Twitter y Facebook, así como MySpace, Bandcamp, Instagram o el ya clásico Youtube han demostrado ser formidables plataformas de despegue para un variopinto espectro de músicos, comediantes, escritores o simples aspirantes a la fama. La cantante inglesa Lilly Allen o la super megaestrella adolescente Justin Bieber o, a nivel local, la comediante Malena Pichot, entre muchos otros, no habrían podido trascender de no ser por el impacto exponencial de las redes sociales. Por eso, hasta cierto punto, estar en ellas puede ser una necesidad para cualquier artista con deseos de sobresalir.
Pero no todos tienen ese deseo. De hecho, algunos casi tan famosos como George Clooney sienten que esa sobreexposición les resultaría perjudicial. Por ejemplo, Ricardo Darín y Cecilia Roth, dos de los actores argentinos más reconocidos, han preferido alejarse de las redes sociales. “No tengo Facebook ni Twitter porque no soporto la agresión” explicó Roth en una entrevista hace unos años.
En el caso de Darín, su resistencia tiene que ver con simple desinterés, o falta de tiempo. Pero lo que más le preocupa al actor es la usurpación de la identidad. Cuando la Presidenta Cristina Fernández respondió públicamente a unos comentarios que había hecho Darín sobre la situación política y económica en la Argentina, aparecieron varias cuentas de Twitter apócrifas echando leña en el fuego de la disputa. Fue entonces cuando Darín tuvo que salir públicamente a aclarar que no era usuario de redes sociales, ni pensaba serlo.
Ser o no ser. Como a Ricardo Darín, a muchos otros famosos los perfiles falsos o “fakes”, les han traído muchos dolores de cabeza. En Twitter la práctica excede la simple usurpación, ya que hay “fakes” célebres, como @jorgealtamira, que parodia al líder del Partido Obrero, o @HEMagnetto, que hace lo propio con el CEO de Clarín, o @Thetweetofgod, un hilarante Dios judeocristiano.
El problema surge cuando los “fakes” no asumen su condición y tuitean a cuenta del famoso en cuestión. Así es que los damnificados han tenido que salir a desmentir sus supuestas versiones de sí mismos. El actor Juan Gil Navarro, Leo Montero y Nancy Dupláa, publicaron fotos suyas con carteles que aclaraban que no tenían cuentas de Twitter o Facebook.
Una de las más recurrentes víctimas de los “fakes” ha sido Viviana Canosa. Varios de sus clubes de fans se encargan de aclarar con temeraria severidad que “Vivi” no está en las redes, y combaten a quien se atreva a tuitear en su nombre. Víctor Hugo Morales y Jorge Lanata han sufrido los mismos problemas, pero ya ha quedado bastante claro que sus cuentas oficiales son las de sus respectivos programas de radio. Por otro lado, muchos famosos tienen cuentas que los homenajean, y no tienen problemas en convivir con ellas. La cuenta
Ir y venir. Como todo en la vida, nunca nada es estrictamente definitivo, ni cuestión de blancos y negros. Varios famosos han tenido sus idas y vueltas con las redes sociales, y en ese aspecto hay varios hitos sobresalientes. En agosto de 2010 @Andres_Calamaro escribió “fuck you twitter” en su cuenta y no volvió a postear nada más. Horas después, el cantante publicó un artículo en su blog tildando de “coro de subnormales” al público tuitero, y prometió no volver nunca a los 140 caracteres. El enojo se produjo luego de un torrente de críticas que recibió por su defensa de las corridas de toros, pero la verdad es que no le duró demasiado. Pocos meses después, con la cuenta @barksdale666, Calamaro volvió a tuitear, y nunca se detuvo. Con pasajes memorables, como sus declaraciones de amor, despecho, melancolía, depresión, enojo y éxtasis dedicadas a su novia Micaela Breque, desde que volvió, el “Salmón” es un tuitero incontenible.
No me gusta. Detrás de la resistencia a las redes sociales hay muchas razones, más o menos entendibles, más o menos caprichosas, a veces rotundas, o simplemente irrelevantes. El escritor Fabián Casas es un ferviente crítico de la envergadura y preeminencia que han cobrado las redes en la vida moderna. Según él, tuitear o publicar en Facebook, es una suerte de eliminación de la experiencia. “Estás viendo una banda de rock y ponés adelante el celular para filmar. ¿Por qué no mirás? Estás con tu hijo y tenés que escribir 'estoy con mi hijo pasando un gran momento' en Twitter. ¿Por qué no dejás que las cosas se pierdan en el tiempo?” opinó en una entrevista, y lo ha hecho en el mismo sentido en varias otras intervenciones. Quizás no todo aquel que esté afuera de las redes suscriba a estas ideas, pero es claro que estas suponen una mediatización de las relaciones que no todo el mundo está dispuesto a tolerar.
Los psicólogos alertan sobre el aislamiento y la necesidad de construir una falsa identidad de quienes pasan su vida “on line”. Pero renunciar a las redes sociales no puede ser “per se” un síntoma de salud mental. Lo ideal, como planteaba Aristóteles, suele estar en el punto medio. Usar lo mejor que ofrecen las redes (conexión, comunicación y para los famosos, una vía directa para hablarles a sus fans) y alejarse de lo peor: insultos, hostigamiento y la irresistible compulsión de tuitear a toda hora y en todas partes.
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por Tomás Rodríguez Ansorena
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