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MUNDO | 18-07-2015 14:04

El Papa Francisco y el populismo

Análisis de la gira de Francisco por Latinoamérica. El lado oscuro de su progresismo. Regalo polémico de Evo y saludo veloz a Cristina.

Dos niñas que representan a miles de niñas. La historia de esas dos pequeñas mostró, en Paraguay, el lado oscuro del progresismo de Francisco. Una tiene sólo diez años y está embarazada. A la edad de jugar con las muñecas la violaba su padrastro. A la edad de saltar la cuerda tiene que estar quietita para llegar a parir el hijo que le hizo el hombre que la golpeaba y la abusaba.

La otra niña tiene doce años y acaba de tener su segundo hijo en Itapuá. Al primero lo tuvo a los once, también por el sometimiento sexual forzoso de un mayor degenerado. Los dos casos son la punta de un témpano inmenso. La pobreza hace vulnerables a miles y miles de niñas, a las que la ley obliga a parir hijos de la violación, en muchísimos casos de sus propios padres.

Y la ley es como es en Paraguay, porque así lo quiere la poderosa iglesia católica que impera sobre la nación guaraní; ese pueblo que esperaba al pontífice con devoción y que, en muchos casos, apenas lo vio unos segundos por la llamativa velocidad con la que el Papamóvil recorrió las ciudades visitadas.

Parecía una broma. El auto del venerado jefe de la Iglesia atravesaba en un santiamén avenidas atestadas de multitudes. Muchos se habrán preguntado si el argentino que acababa de pasar tan velozmente, era el Papa o era el famoso “Pechito” López. Otros, con más sentido crítico que humor, se habrán preguntado si no estaba escapando del caso de las niñas violadas, que debería abrir el debate que la iglesia guaraní obstruye: el derecho a interrumpir el embarazo, sobre todo en los casos de niñez y violaciones.

Por cierto, la razón de la insólita velocidad del Papamóvil será otra. Pero la victoria del dogma sobre el racionalismo y la libertad, mostró en Paraguay un límite del ímpetu reformista del Papa y a la apertura mental que propugna desde que se sentó en el trono de Pedro.

A la hora de legislar y dictaminar sobre niñas embarazadas por padres, padrastros, tíos y abuelos degenerados y violentos, a los legisladores y jueces guaraníes les ata las manos la influencia de la iglesia católica. Un punto oscuro en las claridades que quiere imponer en la iglesia Jorge Bergoglio, el jesuita que porta la mitra, el báculo y el anillo del pescador.

En lo demás, al equilibrio que con gran sentido estratégico hace el Papa Francisco, sólo lo puso en riesgo el regalo que le hizo Evo Morales.

¿Merecía ese obsequio tanto repudio de los sectores liberales, los sectores conservadores y los sectores antipopulistas de la región? Ciertamente, el presidente de Bolivia confunde la doctrina social de la iglesia con el comunismo, y regalarle al Papa una cruz cristiana hecha con los elementos del símbolo comunista (la hoz y el martillo), evidencia esa confusión. Por un lado, la escultura, que bien podría implicar (aunque no es así) todo lo contrario: un Jesús crucificado por el comunismo. Al fin de cuentas, si estuviera clavado en una cruz esvástica, resultaría claro que no es un elogio a esa ideología. Por otro lado, está claro que el Cristo de la hoz y el martillo tiene más significación histórica que ideológica.

Sucede que la hizo Luis Espinal, un jesuita español que fue a Bolivia a luchar contra las dictaduras militares que reprimían a los movimientos mineros y campesinos.

Ese sacerdote tercermundista catalán fue secuestrado, torturado y asesinado por el régimen del general García Mesa, narco-tirano que había puesto fin, en 1980, al efímero recreo democrático que presidió Lidia Gueiler tras el derrumbe de la dictadura del general Natusch Busch.

Que haya sido sacerdote, además jesuita, y que haya muerto como un mártir por una dictadura militar, ya justifica su valor como obsequio de Evo Morales a un Papa jesuita, empeñado en acercar la iglesia teológicamente conservadora con la iglesia que tenía los pies en el barro de la pobreza.

Incluso, que Evo confunda comunismo con doctrina social de la iglesia es una cuestión menor, si se tiene en cuenta que su gobierno no está haciendo colectivismo totalitario, sino impulsando con mucha inteligencia y eficacia una economía mixta, con capitalismo, con Estado y con comunitarismo indígena, que se parece o concuerda con los objetivos de la doctrina eclesiástica en materia económica y social.

Lo mismo puede decirse del gobierno ecuatoriano. Rafael Correa es autoritario y tiene discurso sectario, pero no es comunista sino un economista formado en las universidades católicas de Guayaquil y Lovaina, que también con inteligencia y eficacia (aunque con algunos desbordes riesgosos), implementa algo afín a la doctrina socio económica nacida en las encíclicas de León XIII y relanzada por Juan XXIII y por Pablo VI en el Documento de la Conferencia Episcopal de 1968 en Medellín.

Eso es lo que no entiende el antipopulismo furioso que confundió los discursos de Francisco en Ecuador y Bolivia contra el capitalismo financiero y contra el monetarismo insensible y empobrecedor con un apoyo al populismo, acrítico del autoritarismo sectario y personalista que se ve en Argentina y, sobre todo, en Venezuela.

Desde esa posición rabiosa, no se perciben las palabras que, en su periplo sudamericano, lanzó contra el poder concentrado en liderazgos personalistas y su sectarismo autoritario. Tampoco deparan en los discursos, más explícitos y duros, que en el mismo sentido han planteado en estos días las iglesias de Venezuela, Ecuador y Argentina.

A Bergoglio hay que observarlo desde un ángulo más abarcador que el que usan los populismos que se sienten avalados por él, y los antipopulismos furibundos que lo consideran un siervo del castrismo, el chavismo y el kirchnerismo.

Contra tales posiciones, Bergoglio fue contundente al hablar en el santuario de la Virgen de Caacupé, condenado las ideologías “porque terminan siempre en dictaduras”.

Eso no fue precisamente una bendición para los que dan a las ideologías el rango de instrumento salvífico y sacrosanto.

Además, si su intención era santificar al populismo, Cristina no hubiera obtenido tan poquito en Asunción. Viajó buscando otro encuentro que le sirviera de bendición, pero consiguió poco más que un cordial saludo al pasar.

La Presidenta quedó pagando dos veces en un puñado de días. Primero por el gobierno griego, que ni bien triunfó el “No” en el referéndum contra el ajuste que había saludado Cristina la noche en la que debía hablar sobre las urnas argentinas, entregó a Alemania, al FMI y a Bruselas la cabeza del ministro Yanis Varoufakis. Y a renglón seguido presentó una propuesta de ajuste bastante parecida al que acababan de rechazar las urnas griegas.

Después la dejó pagando Francisco, que pasó ante ella casi con la velocidad con que el Papamóvil atravesó Asunción.

por Claudio Fantini

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