Sergio Massa aprovecha un corte en la entrevista y pregunta: “¿Estuve muy opositor?”. El destinatario podría ser un experto en comunicación política, pero no trabaja de asesor. Igual, Alejandro Fantino (44) no duda en “couchear” al político: “Mirá, lo lógico es que puedas llamar al Presidente por teléfono y decirle lo que pensás sin tanta vuelta”.
El mundo Fantino es una suerte de universo paralelo en la televisión actual que rompe con varios esquemas y mitos: que los programas de entrevistas íntimas ya no son redituables en canales de aire, que el consumidor de tevé gratuita no está interesado en contenidos políticos y que el entrevistador tiene que saber tanto o más que el entrevistado. Porque, lejos del arquetipo de superioridad intelectual, Fantino prefiere colocarse en el lugar de la ignorancia, lo cual genera bromas en redes sociales, pero que, en definitiva, es una de las claves de su éxito: lograr que el entrevistado explique lo complejo de un modo mucho más sencillo, “para que lo entienda la tía Hilda”, la versión de Fantino de la mítica “Doña Rosa”.
“Es la clave”, explica a NOTICIAS Juan Cruz Ávila, quien produce “Animales Sueltos” desde su empresa Jotax, y agrega: “Pedir que se explique qué es un DNU lo pone del lado de la gente y también acerca al invitado; los políticos y analistas duros se muestran desde un lugar más cercano”.
Fantino suma su visión al afirmar que también hubo un cambio de moda “en los programas de actualidad y política en Argentina con el estilo que empezó 'Intratables' y el que le dio 'Animales Sueltos' en los últimos años”. Mientras lo preparan para iniciar una nueva emisión, el periodista dialoga con NOTICIAS y destaca una característica del público local: “Vengo de estar cuatro meses en Colombia, donde están en pleno proceso de paz y el tema no está en la calle. Charlás con un taxista y no tiene idea de lo que pasa. Y acá vas a un club y están hablando de los fondos buitre, o lo que dijo Laura Alonso de YPF. La política está en el día a día de la gente”.
De relator al relato. Hasta 2013, Fantino era conocido casi exclusivamente por su faceta deportiva. Relator de fútbol, con un programa en TyC a la medianoche –“Mar de Fondo”, un formato similar al primer “Animales Sueltos”– y otro de entrevistas que emulaba al “From the actors studio” de Estados Unidos, pero dedicado a los deportistas. El cambio fue tan gradual para los televidentes, que ni nos enteramos. Sin embargo, para él fue algo más profundo: “Es una cuestión que coincide con mi edad, tengo 44, cuando debuté en AS tenía treinta y pico, tenía otras inquietudes. Pero me empezó a picar hacer algo más comprometido y me la jugué, porque podía pasar que la gente no lo consumiera, y funcionó”.
“Nuestra esencia es que no hacemos juicios de valor, no somos fiscales”, sostiene Ávila, quien cuestiona a los periodistas que “se ponen en un lugar de fiscal y juez”. El productor, hijo del fundador de Torneos y Competencias, Carlos Ávila, cree que hay un periodismo “viejo, que no resiste más” ya que no se puede “explicar a la sociedad cómo es el mundo, o decirle a Macri lo que debe hacer, lo que no debe hacer”. Asimismo, Ávila celebra que funcione el formato de panelistas fijos más invitados y da por tierra con los rumores de que las entrevistas son pagas: “Sólo se paga a los panelistas”.
Sin embargo, la adrenalina de pensar que una entrevista se puede ir de las manos, más de una vez se cruza por la mente de Fantino. Y también más de una vez sucedió. Aunque termine por salir airoso, situaciones como el “face to face” con Guillermo Moreno por las mediciones de la inflación K caminaron por la cornisa. “Lo humano es un desafío y la mesa de panelistas en el nuevo formato también, porque se suman invitados, como José Luis Espert, que no sé para qué lado va a salir”.
La mesa –un crisol cultural integrado por Eduardo Feinmann, Jorge Asís y, dependiendo del día, Sergio Berenstein o Gabriel “Coco” Sily– apostó al debate y durante la primera semana marcó una diferencia notoria en la medición de rating: la entrevista individual superaba con comodidad al debate de los panelistas. Pero con el paso de los días se convirtió en casi una remake de “Polémica en el bar” y ahora alcanza picos de 8 puntos. El hecho de que Feinmann tuviera que ser separado de Guillermo Moreno cuando se estaban por ir a las manos, también sumó.
Cuestión de rating. El programa compite contra los tanques de la ficción de El Trece y Telefe, y se acomoda en el tercer lugar de su franja pero con mediciones que no sólo son buenas para el canal –está entre lo más visto de América– sino que también demuestran que el formato funciona. Por que, convengamos, no es normal que un programa de alto contenido político que inicia su transmisión cerca de la medianoche, tenga un promedio de 6 puntos de rating con picos de 12,5, o una medición de 8 puntos con un economista explicando los beneficios de arreglar con los holdouts.
Será el rating u otros factores, pero lo cierto es que la audiencia no pasa desapercibida para los políticos y todos quieren sentarse a la mesa con Fantino. Según Ávila, la clave está en “tratar a todos bien, se trate de Marcos Peña, Daniel Scioli o Luis D’Elía, ya que hacemos periodismo pero no desde el lugar de confrontación agresiva, sino para extraer el conocimiento de quien tenemos sentado enfrente, desde el lugar que ejerce su poder o profesión, como una curiosidad periodística”.
La vida privada de Fantino siempre aparece en las charlas. La historia de su creencia en San Expedito –a quien le atribuye haber salido de un mal momento personal luego de que una desconocida le regalara una estampita en la calle– puede colarse ante una audiencia teen que mira a Lali, como también se entrelazan historias de su familia y amigos frente a un ministro. Sea de forma calculada o natural, funciona. Sin embargo, según el conductor, su preparación pasa por otro lado: “Tengo dos horas de radio, donde te empapás de todo lo que pasa y cuando llegás a la tele ya estás al tanto. Por eso me cuesta más entrevistar a quienes no son de la actualidad política”.
Un asistente termina de acomodarle el micrófono, Feinmann se saca unas selfies con admiradores –sí, los tiene– y Asís cuenta ocurrencias mientras se acomoda el moño. Quedan segundos para salir al aire y, en el estribo, Fantino piensa a qué figura difícil querría entrevistar: “Me gustaría hacer a Máximo Kirchner, a Cristina Fernández ahora que no está en el poder, a Mauricio Macri ahora que está en el poder, a Lionel Messi… Y a Stiuso”.
Los tiempos en la tevé son tiranos y el conductor se acomoda su traje de domador de animales para iniciar una nueva función del show de la política apto para todo público.
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